Conceptos de derecha e izquierda no están en armonía con la cosmovisión bíblica
Para el sociólogo, los cristianos deben tener la Biblia como autoridad normativa. Entienda.
Brasilia, Brasil… [ASN] En mayo de este año, la Agencia Adventista Sudamericana de Noticias (ASN) publicó una primera entrevista con el sociólogo Thadeu de Jesus e Silva Filho con respecto a conceptos de derecha e izquierda (lea aquí). La segunda parte, en la que el especialista aborda conceptos como el marxismo cultural y otras ideologías filosóficas, así como teorías que han caracterizado la discusión política mundial, puede ser leída a continuación. Thadeu es es magíster y doctor en sociología y es el actual director del departamento de Archivo, Estadística y Estudios de la sede sudamericana adventista, con sede en Brasilia.
¿Qué es el marxismo cultural, en líneas generales?
El marxismo cultural es una estrategia de poder que intenta acabar con los valores judeocristianos en las sociedades que se basan en ellos. Es realizada por medio de la ocupación de cargos y espacios de influencia, teniendo como fundamento la filosofía de Karl Marx, la idea de intelectual orgánico de Antonio Gramsci, la Teoría Crítica (Escuela de Frankfurt), ideologías lingüísticas y su carácter transgeneracional.
Marx dice que, en los estadios evolutivos de la humanidad, el capitalismo alienó (separó) al ser humano de sí mismo, de su trabajo, de la naturaleza y de los demás. A fin de emancipar al hombre de esa alienación, el proletariado debía tomar el poder de las manos de la burguesía por medio de una revolución armada y establecer una sociedad igualitaria, en la cual las personas cazarían por la mañana, pescarían por la tarde, pastorearían por la noche y filosofarían después de comer. Esa toma del poder usando armas para fundar una sociedad sin clases, gobernada por el proletariado sería el auge de la evolución de la humanidad.
El segundo pilar del marxismo cultural es el intelectual orgánico, de Antonio Gramsci, filósofo marxista y periodista, uno de los fundadores del Partido Comunista de Italia y que fue su secretario general en algún momento. Fue preso en 1926 y condenado a más de 20 años de prisión, pero puesto en libertad condicional en 1936 (año anterior a su muerte) por causa de su mal estado de salud.
En la cárcel, escribió cerca de tres mil páginas que, organizadas póstumamente en seis volúmenes, fueron publicadas bajo el título de Cuadernos de Cárcel. En uno de ellos, Los intelectuales y la organización de la cultura, llama la atención a la importancia de lo intelectual en el desarrollo de las ideas que gobiernan la relación entre las personas, indicando dos tipos: lo tradicional (que se ve como autónomo en relación a las clases y ajeno a sus luchas) y lo orgánico (responsable de una clase social y también responsable por dar formas y rumbo a la sociedad). Y allí reside el segundo fundamento del marxismo cultural: Gramsci estaba de acuerdo con Marx sobre tomar el poder a través de la revolución, pero decía que esta debía ocurrir por la introducción de contenidos revolucionarios en la mente de la población a través de los intelectuales orgánicos, no por las armas. Sería una revolución del conocimiento y de los valores, lo que es conocido como revolución cultural.
Así, una de las tareas de los revolucionarios para tener el poder de una sociedad y perpetuarse en ese poder, es crear un intelectual para propagar sus intereses durante el ejercicio natural y cotidiano de su profesión. Es este sentido, los miembros de partidos políticos, profesores, artistas, periodistas, y vehículos de comunicación actúan como intelectuales orgánicos encargados de realfabetizar las mentes con contenido revolucionario en la esfera política, religiosa, jurídica, económica, científica y artística, al punto que las personas pensaran como marxistas sin necesariamente saber de eso, tomando el marxismo como conocimiento natural esperado.
El tercer pilar viene de la Escuela de Frankfurt. Originalmente llamado Instituto para el Marxismo, fue un grupo de intelectuales que transpuso para el campo cultural el marxismo ya presente en las esferas económica y política, por medio de la mezcla de la teoría de Marx con la de Freud. Esa acción amplió enormemente el número de personas alcanzadas por sus discusiones y, consecuentemente, por las obras producidas.
Una de ellas es el estudio que originó el libro The Authoritarian Personality, liderado por Theodor Adorno, cuando vivía en Estados Unidos. En la obra concluyó que la cultura occidental son individuos potencialmente fascistas y crueles, como los ejecutores del Holocausto; que el país que lo recibe es tan malo como el régimen que lo expulsó, y que, por lo tanto, el individuo, la cultura y la sociedad occidentales necesitan ser vistos como pacientes de un gran manicomio, cuyo tratamiento comenzaría con la crítica cabal a las creaciones y valores de Occidente.
El cuarto fundamento del marxismo cultural es un conjunto de métodos y técnicas oriundo de ideologías lingüísticas destinadas a cambiar el sentido de las palabras. Uno de ellos es el deconstruccionismo, de Jaques Derrida, que afirma que el conocimiento y la cultura deben pasar por la reinterpretación y resignificación hasta concluir que no hay hechos, solamente interpretaciones. Otro es el socio-constructivismo de Vigotski, doctrina pedagógica que sustenta que el conocimiento es producido colectivamente y de acuerdo con el tiempo, el lugar y las relaciones políticas presentes, esto es, que si hubiese sido creado en otro lugar, por otras personas y mediante otras circunstancias de poder, el conocimiento resultante sería otro.
Otro, es el movimiento del Giro Lingüístico (Linguistic Turn), cuya tesis es que la realidad social no es nada más que una narrativa creada por el discurso y que la Historia es un género literario, sin pretensión de expresar la verdad, incapaz de comprobar la veracidad de los hechos. Más recientemente, lo “políticamente correcto” aumentó la lista de ideologías que sustentan la operacionalización del marxismo cultural, al cerrar el uso de ciertas palabras y expresiones, queriendo determinar con una fuerza semejante a la de la ley lo que puede ser dicho y lo que no.
El último fundamento del marxismo cultural es su carácter transgeneracional. Diferentemente de las revoluciones, que ocurren en un intervalo de tiempo relativamente corto, su implementación ocurre a largo plazo de adoctrinamiento, avanzando por la naturalización de los contenidos relativistas y revolucionarios, tornándose cada vez más capilar, amplio e imperceptible con el pasar de los años.
¿Es posible decir que el marxismo cultural es incompatible con la cosmovisión bíblica? ¿Por qué?
Sí. En primer lugar, por ser de naturalezas distintas. El marxismo cultural quiere cosas de este mundo, mientras que la cosmovisión bíblica muestra que el sentido es la vida eterna (aun cuando sus Mandamientos se dirijan al hombre que vive en este mundo y es afectado por las cosas de aquí).
Las demás razones derivan de ella. Para el marxismo cultural, se puede cambiar el mundo. Ya que los problemas fueron causados por las estructuras injustas de la sociedad, su propósito es eliminar las desigualdades sociales. Los enemigos deben ser aniquilados y su principal instrumento de acción es la dominación cultural. Para la cosmovisión bíblica, quien puede ser transformado es el ser humano, no el mundo; a causa del problema del pecado. El objetivo de acción de Dios es rescatar su imagen en sus hijos e invitarlos para el encuentro con Él en la Segunda Venida; los enemigos deben ser amados y los medios de existencia son la comunión personal con Dios, la enseñanza y el cuidado del otro, y la predicación del evangelio. Difieren, por lo tanto, en su núcleo y las derivaciones.
Hay otra razón para la incompatibilidad. Eso queda claro cuando se trata de temas de interés para ambos, como la configuración de la familia y la identidad sexual. Para el marxismo cultural, las reglas y definiciones de la Biblia son solamente convenciones socialmente construidas que necesitan ser extirpadas porque son religión, opio de los pueblos, falsa conciencia, instrumento de dominación de los oprimidos. En la cosmovisión bíblica, la Palabra de Dios es la autoridad normativa, de modo que lo que es cuestión de fidelidad para el cristiano es un obstáculo para el individuo de mentalidad revolucionaria.
Las cuestiones como identidad de género, respeto a los derechos de libertad religiosa, orientación sexual, etc., ¿no son importantes para quien se afirma como cristiano y defiende un mundo más justo?
Sí, pero en el sentido dado por la Biblia, no porque ideologías dicen que es necesario actuar de esa manera. Somos hermanos, el amor y la misericordia de Dios son direccionados a todos indistintamente. Debemos tratarnos como Cristo trató a las personas cuando vivió aquí. Las cuestiones como identidad sexual y libertad religiosa son importantes para los cristianos porque saben que cualquier persona en el mundo puede vivir como bien la parezca, incluso e total oposición a Dios y al patrón bíblico si así lo prefiere, mientras que no amenace el ir y venir de los demás.
La batalla del cristiano es ver a Cristo en el otro, es mirar la vida y a las personas con la mente de Cristo, es pensar en aquello que dice Filipenses 4:8. Se trata de acción direccionada al individuo, reconocida en forma de ayuda ante el desamparo, hambre, enfermedades y calamidades, y de dedicación de tiempo para escuchar y aliviar cargas. En este sentido, es necesario entender que el foco de la Biblia es transformar el carácter del individuo.
¿Y las ideologías de derecha? ¿Son más compatibles con la cosmovisión bíblica?
Tampoco. Si la fragilidad de las izquierdas consiste en afirmar que los problemas son causados por algo fuera del ser humano (las estructuras injustas de la sociedad), y que la eliminación de tales estructuras injustas haría desaparecer tales problemas, la de la derecha es construir su edificio sobre algo dentro de hombre, a saber, el egoísmo natural, entendido como algo virtuoso y la fuente de las realizaciones.
Es ese núcleo lo que da base a sus ideales económicos, políticos, jurídicos, científicos, artísticos, de la sociedad, nación, Estado y gobierno. Parten del principio de que las características egoístas, la ambición natural de acumular, el deseo innato de poder y la imagen de sí como alguien más importante que el otro son las virtudes y los atributos que general los mejores sistemas de organización. Todas las demás construcciones derivan de eso. ¿Es compatible con la cosmovisión bíblica?
Hay vertientes teóricas que abogan que las ideologías de derecha son la transcripción política del cristianismo o las que más se le aproximan por defender valores como la familia, por ejemplo. Eso me parece que es un error conceptual (por el hecho de que éstas son marcas del conservadurismo, no de la derecha). Una observación rápida permite ver que los temas de las ideologías de derecha derivan de algo perfectamente contrario a las enseñanzas de Cristo (de egoísmo, no de altruismo).
Además de eso, casos concretos y líneas teóricas muestran que no es pertinente asociar la derecha al cristianismo, como es el caso del populismo de derecha en Europa (cuya bandera es el nacionalismo y el impedimento de la inmigración) y del pensamiento de Ayn Rand (pensadora atea, que defiende que el ser humano debe planear su vida para amar y satisfacer solamente a sí mismo y guiarla de acuerdo a su propia voluntad y razón, lejos de cualquier determinación de Dios). Aunque algunos cristianos se aproximen a la derecha, la adhesión de ellos no se convierte en un estandarte del cristianismo.
Aun sin ser un sinónimo del cristianismo, no teniendo la misma naturaleza ni su fundamento, la derecha cuenta, de hecho, con un ala cristiana, vista claramente en los Estados Unidos. En dos aspectos, esa ala cristiana de derecha se asemeja a las ideologías de izquierda de modo nítido: entiende que el mundo puede y debe ser cambiado y hace de ese cambio su símbolo de identidad. Si, por un lado, el cambio propuesto por las ideologías de izquierda es acabar con las estructuras injustas de la sociedad, por otro, el del ala cristiana de derecha es instalar el reino de Dios en este mundo, como si eso fuera posible y como si esta fuese la tarea para la cual Dios los hubiese llamado para que realicen.
El cristiano, ¿necesita elegir una ideología política o filosófica para vivir?
Pocas cuestiones políticas son verdaderamente espirituales. La libertad religiosa es una de ellas. Posiblemente, la de mayor relevancia. No es de extrañar, que también es la más recurrente en la historia. La Biblia muestra casos de violencia y de persecución generados simplemente contra la libertad de adorar a Dios. Tal fue el caso de los tres amigos de Daniel que, por cuestiones de conciencia, no se inclinaron ante la estatua del rey de Babilonia y fueron condenados al horno de fuego; el caso de Daniel, que, también por cuestión de conciencia, oraba a Dios tres veces por día en su casa durante el decreto estatal que vetaba la oración y que, por eso, fue lanzado al foso de los leones; el de Esteban, apedreado por dar testimonio de la salvación en Cristo; de Saulo perseguidor de los cristianos, y, ya Pablo, varias veces preso y condenado por ser discípulo de Cristo, cuando presentó su defensa.
Aun cuando los cristianos respetan la autoridad temporal, conforme a textos como Marcos 12:13-17; Hechos 26:9-12; Romanos 13:1-7; 1 Timoteo 2:1-2; Tito 3:1-2; 1 Pedro 2:13-17, continúan siendo blanco de persecución por parte de otros individuos por causa de la libertad de adorar a Dios.
Un segundo aspecto también merece nuestra atención. Al convertirse en cristiano, el individuo adopta la cosmovisión bíblica como fuente de explicación de la realidad y autoridad sobre la conducta. Esta pasa a comandar las esferas de la vida particular y a juzgar la pertinencia de ideologías políticas, filosóficas, científicas o de cualquier otra naturaleza que se presenten al creyente en Dios.
Así, en caso que el cristiano quiera adoptar una ideología para vivir, tal ideología competirá con la autoridad de la Biblia, y el resultado de ese embate mostrará lo que es más importante para él, si la Palabra de Dios o sus ideologías humanas. Aun así, si el reino de Dios no es de este mundo (Juan 18:36), y si los hijos de Dios tampoco lo son (Juan 17:14,16,18), ¿por qué adoptar una ideología del mundo? ¿Acaso quieren vivir en el mundo para siempre? Pero: siendo que la Verdad y la Vida son Cristo y su Palabra (Juan 6:63; 14:6), ¿por qué necesita otras fuentes para guiar su existencia? Las ideologías son incapaces de dar la Vida y la Verdad, y, a no ser que esté buscando otras cosas diferentes, no tiene sentido adoptar una ideología humana. Por último, pero no menos importante, no es posible servir a dos señores (Mateo 6:24): es necesario decidir si la Biblia será la autoridad normativa sobre la vida.
“Cuídense de que nadie los cautive con la vana y engañosa filosofía que sigue tradiciones humanas, la que va de acuerdo con los principios de este mundo y no conforme a Cristo” (Colosenses 2:8, Nueva Versión Internacional).
La Biblia dice que las injusticias y las desigualdades solo acabarán cuando Jesús vuelva (Marcos 14:7; Apocalipsis 21:4). Hasta entonces, la humanidad convivirá con ellas, pero Dios sigue restaurando en el ser humano la dignidad tomada por el pecado. La Biblia llama a individuos para actuar efectivamente en pro del otro, dando su tiempo, su dinero, sus fuerzas, buen ánimo, afecto. Eso es tarea de cada uno, mandada por Dios (Mateo 7:12; Romanos 15:1; Gálatas 6:2). Actuar en pro del otro nunca será pasividad u omisión. Y no es necesario una ideología para aliviar el sufrimiento (Mateo 25:40). [Equipo ASN, Felipe Lemos]