Cómo el avance militar ruso ha afectado a la Iglesia en Ucrania
Un profesor y periodista adventista, que vive en el este europeo, contextualiza el escenario de tensión entre Ucrania y Rusia.
Un clima de guerra ronda la frontera entre Ucrania y Rusia, países de significativa importancia en el contexto geopolítico mundial. La presencia de la tropa rusa (cerca de 100 mil soldados) en los límites de las naciones del este europeo es vista por los analistas como un indicador de riesgo de guerra. La discusión viene ganando espacio en las noticias internacionales y llegó a ser objeto de preocupación de los líderes mundiales, con más intensidad desde diciembre de 2021.
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¿Cómo ve el fenómeno quien está en la región? Para ofrecer un poco de contexto respecto del tema, la Agencia Adventista Sudamericana de Noticias (ASN) conversó con el periodista y profesor universitario Rubén Darga Holdorf. Él es doctor en Comunicación y Semiótica por la Pontificia Universidad Católica de São Paulo(PUC-SP) y actúa como docente de la carrera de periodismo del Instituto Ucraniano de Humanidades, en Butcha, Ucrania. Vive en la región desde junio de 2021.
Contexto
Desde la perspectiva de alguien que sigue las noticias in situ, ¿cómo ha comprendido usted la situación que algunos han denominado guerra entre Rusia y Ucrania, dos naciones que históricamente fueron consideradas unidas y con fuertes relaciones económicas, políticas y religiosas?
Usted quiere decir “unidas a la fuerza”. A lo largo de los siglos, los ucranianos, o los residentes en esta región que hoy se denomina Ucrania, sufrieron mucho bajo el yugo de invasores del Este, Norte, Oeste y Sur. Según el periodista Laurentino Gomes, en el libro Escravidao [Esclavitud], tomo 1, a principios del siglo XVII había más esclavos blancos en el mundo que africanos, principalmente originarios del territorio ucraniano. Decir, entonces, que la convivencia fue pacífica no refleja la historia de las relaciones de la nación con vecinos de cerca y también los más lejanos.
El peor momento, con seguridad, surge de la imagen del Holodomor, “la gran hambre” provocada por la confiscación de las tierras por el dictador comunista Josef Stalin, en 1932 y 1933. Él asesinó a más de diez millones de ucranianos. Los ucranianos quieren relacionarse bien con los rusos, pero también, anhelan libertad para elegir su destino político, económico e ideológico.
En los últimos años, Ucrania se encontró económicamente mucho más cercana a la Unión Europea. Francia, Noruega, Suecia, Alemania, España, Islandia y Holanda invirtieron miles de millones de euros aquí, además de Canadá y Estados Unidos con dólares. Inversiones en vehículos, trenes, carreteras, supermercados, modernización del sistema bancario, telefonía, equipamiento y capacitación de la policía, condiciones de salud, combate a la corrupción.
Un tema antiguo
Pero, efectivamente, ¿qué quiere Ucrania?
Ucrania desea independencia definitiva, sin la intervención externa de ninguna naturaleza. Las relaciones religiosas se rompieron entre Rusia y Ucrania en 2018. Teniendo en cuenta que los ortodoxos rusos tienen parte de las decisiones en el país vecino, es de imaginar un sesgo religioso también en las tensiones entre ambos. Y eso difícilmente será comprendido, analizado y divulgado por la prensa occidental.
Rusia acusa a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) de romper protocolos de acuerdos anteriores al avanzar con las instalaciones de bases militares cada vez más cercanas a la frontera rusa. Ucrania pretende entrar a la Unión Europea, pero eso tiene un costo: asociarse también a la OTAN, la organización militar liderada por los norteamericanos.
Lo más triste, pero que no me sorprende, es que un reportero anuncie la inminente invasión, traslado de tropas, riesgos de conflicto, y finalice sus declaraciones revelando que se encuentra en Nueva York, Londres, París o incluso en São Paulo. Si alguna información sale del frente, con seguridad saldrá autorizada por un teniente coronel o cualquier asesor responsable por la comunicación. La credibilidad es cuestionable. ¿Quién revelará al mundo, al enemigo o al público las intenciones, las tácticas, las maniobras?
Por el momento, prefiero conversar con personas que transitaron recientemente por el este, leer los periódicos locales, mirar las redes del país o las más confiables de Europa, que se resumen a dos o tres. No se trata de fake news, sino de intereses editoriales, políticos e incompetencia profesional. Una guerra contra Rusia es posible, así como con Bielorrusia, y también un enfrentamiento civil. Por el momento, los ucranianos viven normalmente, pero con atención y prudencia, sin histeria, incluso con relación a la paranoia de la pandemia.
La realidad adventista
¿Cómo ha observado la Iglesia Adventista este fenómeno? ¿Cuál es la sensación de la organización en el país?
Oficialmente no se dice nada. Ninguna línea o palabra, ni siquiera desde el púlpito. Solo en los pedidos de oración, muy particulares, en grupos pequeños, por la seguridad del país, de la Iglesia y de los miembros, por los líderes políticos de la nación. Para quien desconoce, el presidente Volodymyr Zelenskyi y el primer ministro Denis Shmigal tienen ascendencia judía, así como Volodymyr Groysman, ex primer ministro del gobierno Poroshenko. Eso demuestra libertad religiosa, étnica y de expresión, no obstante, el creciente ateísmo, consecuencia de casi siete décadas de comunismo.
La Iglesia Adventista de Ucrania se relaciona muy bien con los líderes de las religiones mayoritarias y no se involucra en política. Algunos líderes de la Iglesia expresan preocupación, pero no pierden el sueño. Quien vivió el comunismo considera este momento mucho más sereno. Ellos prefieren poner el pensamiento en lo que sucede ahora, y no imaginar escenarios catastróficos. En resumen, el brillo en los ojos y la sonrisa no desaparecieron del rostro de los adventistas ucranianos.
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