Riesgos para los ancianos
La imprudencia puede tener un desenlace fatal.

Este artículo se enfocará en un asunto diferente, de alguna forma relacionado con el suicidio entre ancianos. Tal vez no un suicidio intencional, pero indirectamente podemos llamarlo así. “¿De qué está hablando, doctor Hildemar?”
Comencemos con una breve historia que le ocurrió a uno de mis amigos, un señor de unos noventa años. Sí, tengo derecho a tener amigos de esa edad, pues ya pasé los 70. No puedo mencionar su nombre porque no tengo su autorización. En realidad, él ya falleció, pero debo respetar a su familia, ya que tampoco tengo permiso de ellos para compartirlo.
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Entonces, aquí va la historia. Llamémoslo Juan. Su casa tenía una filtración en el techo durante una temporada lluviosa. Con su edad, está claro que él de ninguna manera subiría al techo para arreglarla. Por eso contrató a un profesional. ¡El trabajo se realizó y las tejas quedaron reparadas!
El riesgo de ignorar la edad
Ojalá ahí terminara la historia, pero no fue así. El señor Juan, como hombre muy consciente, decidió verificar la obra antes de pagarle al contratista. Entonces tomó su escalera, subió al techo y se cayó desde allí.
Ese fue el inicio del fin. Lo llevaron al hospital; no sufrió fracturas, pero sus órganos internos resultaron afectados. Así, tuvo que permanecer internado mucho tiempo y a cada complicación le seguía otra, hasta que finalmente sucumbió.
Podría calificarse esto como un suicidio de anciano, ¿verdad? Y tengo casos similares: dos tíos míos murieron en la década de los noventa a causa de caídas; Margie Jetton e incluso Hulda Crooks (centenarias de Loma Linda, en Estados Unidos, región conocida por la longevidad de sus habitantes) cayeron de sus bicicletas fijas y eso les costó la vida. Uno de mis profesores en Loma Linda, también a los ochenta, se cayó de una escalera mientras lavaba su remolque y sufrió un traumatismo craneoencefálico fatal. Y la lista continúa.
El mensaje para los más jóvenes
El mensaje aquí no es para los mayores. ¿Acaso piensas que un centenario de una Zona Azul (áreas con alta tasa de longevidad) de Loma Linda escucharía consejos de un joven, quizás 30 años menor? Eso nunca sucede. Mi mensaje es para los jóvenes y los de mediana edad: empiecen a tomar medidas para prevenir caídas y evitar comportamientos de riesgo.
Y no me refiero a escalar el Everest o correr maratones, aunque estas actividades también pueden calificarse como arriesgadas. Hablo de respetar nuestros cuerpos, evitar conductas de riesgo y usar el equipo adecuado para prevenir accidentes. Puede ser tan simple como ponerse zapatillas al salir a caminar, en lugar de zapatos, sandalias o, peor aún, chanclas.
Una experiencia personal
Ahora, ¡llegó la hora de la confesión! Cuando tenía 69 años, decidí reparar una viga podrida en mi casa. Era una viga de 3,5 metros de largo, 5 cm por 20 cm de grosor, en el alero del techo, a unos 3 m de altura. Comencé a quitar la viga vieja, sacando los clavos y las partes podridas. Al final quedaba un último clavo sujetando la viga. Calcule el área donde caería la viga y extraje el clavo. Pero calculé mal y la viga golpeó la escalera y cayó sobre mi mano.
Podría haber sido peor, quizás golpear mi cabeza, pero terminé con un corte en forma de V en la mano de unos 3 cm de longitud y 1 cm de profundidad. Podía ver toda la anatomía interna de la mano en ese corte, exagerando un poco. Pero curé la herida por mi cuenta y ni siquiera necesité puntos, lo que provocó intensas críticas familiares. La herida sanó, pero recién pude terminar mi trabajo en el techo un mes después.
Cuidados esenciales para evitar caídas
Reitero: el mensaje es para que todos empecemos a prevenir lesiones ahora mismo. Mantengan la casa ordenada, eviten pisos resbaladizos, escaleras sin supervisión y alfombras sueltas. ¿Y los techos? Déjenlos en manos de los más jóvenes o de profesionales.
Pero lo fundamental es desarrollar la mentalidad adecuada: entender que no tenemos que hacerlo todo por nosotros mismos. No es momento de creerse Batman o Spiderman. Es momento de usar el sentido común y emplear protectores: rodilleras, tobilleras, cascos, etc. De nuevo: el mensaje es empezar cuanto antes a ser cautelosos. Esto evitará muchos accidentes hoy y mañana. Y, quién sabe, tal vez salve vidas.
“Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo” (Efesios 6:11). El diablo quiere que no solo caigas espiritualmente, sino también físicamente.