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Muerte, resurrección de Cristo y noticias falsas

¿Cuáles son los errores que son parte de la narración de Semana Santa?


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Fue en un viernes que Cristo se entregó como sacrificio por la humanidad (Foto: Shutterstock)

La tradicional “Semana Santa” cristiana es una oportunidad para meditar en los acontecimientos de hace casi dos mil años atrás, principalmente los del viernes, sábado y domingo. Sin embargo, en esta época de noticias falsas, es necesario preguntarse: “¿Qué es lo que no es cierto en relación a la naturaleza teológica de aquellos eventos?”

Según Gibbon, el historiador tiene una tarea melancólica en relación a la religión:
“A él le corresponde descubrir la inevitable mezcla del error y corrupción por ella contraídos en su largo andar sobre la Tierra, en medio de una raza de seres decaídos y degenerados”.[1]

El apóstol Pedro ya advertía: “Pero hubo también falsos profetas entre el pueblo, como habrá entre vosotros falsos maestros, que introducirán encubiertamente herejías destructoras, y aun negarán al Señor que los rescató, atrayendo sobre sí mismos destrucción repentina” (2 Pedro 2:1).

Para discernir entre la verdad y el error religioso, nuestra única seguridad es examinar la Biblia, pues, “toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia” (2 Timoteo 3:16). Si pedimos a Dios, podemos contar con el prometido “Espíritu de verdad” que nos “guiará a toda verdad” (Juan 16:13).

A continuación, veremos algunos puntos cruciales sobre los acontecimientos de aquellos días.

Viernes

(1) Cristo murió para salvar a los pecadores. “Y cuando llegaron al lugar llamado de la Calavera, le crucificaron allí, y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda” (Lucas 23:33). Era el día de “la preparación, es decir, la víspera del día de reposo” (Marcos 15:42). El testimonio de la historicidad de Cristo y de su muerte en la cruz dados por el judío Josefo (c. 37-c. 100), los romanos Tácito (55-117), Plinio (c. 112) y Luciano (c. 125-c. 190) son de gran valor, pues estos no eran cristianos.[2] La muerte de Cristo fue mucho más que algo conmovedor. Él “murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras” (1 Corintios 15:3). Su misión de “buscar y […] salvar lo que se había perdido” y para que seamos “reconciliados con Dios”, implicaba derramar su sangre para “remisión de los pecados” (Lucas 19:10; 1 Timoteo 1:15; Hechos 4:12; Romanos 5:10; 2 Corintios 5:21; Mateo 26:28).

(2) Cristo solo contrarió las expectativas judías equivocadas. Erróneamente, los judíos esperaban un poderoso Mesías conquistador (Lucas 24:21; Hechos 1:6). Pero, conforme a las Escrituras, Jesús vino como el Mesías sufriente y salvador (Salmos 22:7-8; 14-18, 20; 34:20; 35:11; 38:11; 41:9; 55:12-14; 69:21; 109:25; Isaías 52:13-53-12; Daniel 9:25-26; Zacarías 11:9, 12; 12:10; 13:6-7). Cuando en el Getsemaní Pedro trataba de librar a Jesús con una espada, el Señor, entonces, le dijo: “Pero, ¿cómo entonces se cumplirían las Escrituras, de que es necesario que así se haga?” (Mateo 26:54). De hecho, era necesario que el Mesías “padeciera estas cosas, y que entrara en su gloria” (Lucas 24:26). El Hijo de Dios se hizo carne, despojándose de su esplendor, pero en su segunda venida vendrá como Rey de reyes y Señor de señores (Apocalipsis 19:11-16).

(3) Cristo murió para ser nuestro único sacerdote. En el momento de su muerte, sin ninguna ayuda humana, “el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo” (Mateo 27:51). Este evento indicó de forma elocuente que para siempre caducaría el sacerdocio levítico y aquellos sacrificios pre figurativos de la muerte del Mesías. Luego de su resurrección, Cristo inauguró su ministerio sacerdotal en el santuario celestial en favor de los redimidos por su sangre (Hebreos 8:1-7; 10:3-14). Evidentemente, tras la muerte de Cristo, un sacerdocio organizado y jerárquico en la Iglesia cristiana constituye una grave distorsión y manipulación de la línea histórica del plan bíblico de la redención. Como anomalía teológica rival, desvía a los adoradores de la suficiencia y validez continua del sacrificio único de Cristo realizado en la cruz, y de su ministerio sumo sacerdotal celestial (Daniel 8:9-12). 

Sábado

(4) Cristo descansó en el sábado, confirmándolo como único día santo. Considerando que Cristo es el divino Verbo creador (Juan 1:1-3), fue él mismo quien instituyó el sábado como recordatorio de la creación y la redención (Génesis 2:1-3; Éxodo 20:8-11; Deuteronomio 5:12-15). Coherentemente, luego de su encarnación, el Hijo de Dios honró el día sagrado que había instituido. “Vino a Nazaret, donde se había criado; y en el día de reposo entró en la sinagoga, conforme a su costumbre, y se levantó a leer” (Lucas 4:16). El verbo griego εἴωθα, que significa “estar acostumbrado”; está en el tiempo perfecto, indicando “una acción ya completada en el pasado, cuya acción ha producido un estado o resultado que continúa en el presente del autor”.[3] El verbo está en voz activa, señalando que Cristo estaba ejecutando la acción.[4] Por lo tanto, su costumbre era algo religiosamente repetido.

No fue casualidad que él orientó a sus seguidores a orar, (por casi 40 años) luego de su resurrección, para que la huida de Jerusalén no ocurriese en su día santo (Mateo 24:20). No fue sin motivo que el divino Verbo creador también descansó en sábado, en la sepultura, luego de realizar su perfecta obra de redención en la cruz del Calvario. Y no fue por distracción que “las mujeres que habían venido con él desde Galilea, siguieron también, y vieron el sepulcro, y cómo fue puesto su cuerpo. Y vueltas, prepararon especias aromáticas y ungüentos; y descansaron el día de reposo, conforme al mandamiento” (Lucas 23:54-56).

Entre aquellas mujeres estaba María (Juan 19:25). Ahora, si el Señor del sábado (Juan 1:1-3; Génesis 2:1-3; Éxodo 16:23; Marcos 2:28) hubiera tenido el propósito de cambiar su día sagrado (Isaías 58:13; Lucas 4:16; Apocalipsis 1:10) a otro día, ¿no debería, por lo menos, haberle avisado a su propia madre? Por lo tanto, no es la “semana” u otro día santo, sino solamente el sábado del séptimo día (Génesis 2:1-3; Éxodo 20:8-11; Apocalipsis 14:6). 

Domingo

El domingo, resucitó, dando esperanza a los discípulos ya las posteriores generaciones de cristianos (Foto: Shutterstock)

(5) La observancia del domingo no comenzó con la iglesia en Jerusalén. Jesucristo resucitó el primer día de la semana (Mateo 28:1-10; Marcos 16:9). Sin embargo, el silencio elocuente de las Escrituras con respecto a un supuesto cambio del día bíblico de adoración al domingo debería ser suficiente para exigirnos un claro “así dice el Señor” para tal pretensión. Según Strand, “el Nuevo Testamento no da ningún indicio de que los apóstoles instituyeran una conmemoración semanal ni anual de la resurrección el domingo”.[5] El apóstol Pablo solo nos informa que Cristo ha “resucitado para nuestra justificación” (Romanos 4:25). Las causas de la adopción del domingo como día de reposo fueron “en gran escala, de naturaleza social y política”.[6] Oportunamente, “se encontraron evidencias precisamente en la iglesia de Roma de las primeras medidas concretas para apartar a los cristianos de la veneración del sábado e instar la observancia del domingo de forma exclusiva”.[7]

(6) La “Semana Santa” es una oportunidad de evangelismo. Según Pablo, “la palabra de la cruz es locura a los que se pierden; pero a los que se salvan, esto es, a nosotros, es poder de Dios” (1 Corintios 1:18). Cristo y su sacrificio son el núcleo del evangelio y el centro de nuestra esperanza. Cuando experimentamos su salvación, podemos afirmar que el evangelio es “poder de Dios para salvación a todo aquel que cree” (Romanos 1:16). Y cuando nos atrevemos a proclamar a “Jesucristo, y a este crucificado” (1 Corintios 2:2), tenemos la oportunidad de ser usados como sus instrumentos en la salvación de las personas y de apresurar la segunda venida del Señor (2 Pedro 3:12).

 ¿Ya ha aceptado a Cristo como Señor y Salvador? ¿Qué hará ahora para apresurar su regreso?


Referencias:

[1] Edward Gibbon, Declínio e queda do império romano [decadencia y caída del Imperio Romano] (São Paulo: Companhia de Letras Círculo do Livro, 1989), 195.

[2] Earle E. Cairns, O cristianismo através dos séculos [el cristianismo a través de los siglos], 2ª ed. (São Paulo: Sociedade Religiosa Edições Vida Nova, 2007), 39-40.

[3] Michael S. Heiser. Glosario de la base de datos de terminología morfológica-sintáctica. Logos Bible Software, 2005, perfect.

[4] Ibid. Active.

[5]  Kenneth A. Strand, ed. El sábado en las Escrituras y en la historia (FL: Inter-American División Publishing Association, 2014), 186.

[6] Samuele Bacchiocchi, Do sábado para o domingo [del sábado al domingo], v. 4 (Roma: Pontifícia Universidade Gregoriana, 1977), 21.

[7] Strand, ed., 175.

Wilson Borba

Wilson Borba

Sola Escritura

Las doctrinas bíblicas explicadas de manera simpe y práctica para la vida cristiana

Bachiller en Teología, con maestría y doctorado en la misma área por el Centro Universitario Adventista de Sao Paulo (Unasp). Fue profesor y director del Seminario Adventista en Ecuador, y hoy es docente y director del Seminario Adventista Latinoamericano de Teología (SALT) de la Faculdade Adventista da Amazônia (Faama), en Brasil.