La mayor palanca del mundo
“Denme un punto de apoyo y moveré la Tierra”, dijo Arquímedes. ¿Usted sabe lo que es una palanca? Es cualquier objeto rígido que, con un punto fijo apropiado, se usa mecánicamente para aumentar la fuerza que se aplicará para mover otro elemento mayor...
“Denme un punto de apoyo y moveré la Tierra”, dijo Arquímedes.
¿Usted sabe lo que es una palanca? Es cualquier objeto rígido que, con un punto fijo apropiado, se usa mecánicamente para aumentar la fuerza que se aplicará para mover otro elemento mayor que él mismo. El científico descubrió ese principio de la ventaja mecánica en el tercer siglo a.C. La física consigue establecer los cálculos para eso. Pero aún como un simple muchacho ayudante en un taller mecánico, yo sabía que podía trasladar piezas mucho mayores que mi propia fuerza usando palancas. Y lo hacía. Una masa menor, más débil, más frágil, puede mover algo mucho mayor, más fuerte y más rígido. Todo eso con el agregado de un tercer elemento, la inteligencia.
¿Y hasta qué punto se puede llegar? ¿Depende de cuán largo sea el elemento de la palanca? Piense bien en estas palabras: Denme un punto de apoyo y moveré el planeta. ¿Qué punto de apoyo sería ese? Para aquel gran matemático griego de la antigüedad el punto de apoyo para mover el mundo era solo un deseo. El sabía que pedía algo que en la ley de la Física, de manera literal, no existía.
No para él. ¿Pero usted sabe que para nosotros, los cristianos, existe? ¡Sí! Esa palanca, a partir de la cual la gente puede mover el mundo, ¡existe! El punto de apoyo de la disciplina espiritual, mi querido hermano, es buscar el reino de Dios y su justicia, en primer lugar, en nuestra vida (Mateo 6:33). Entonces, en el momento apropiado para cada cosa, todo lo que sea necesario vendrá hasta nosotros. ¿Y qué tipo de esfuerzo podemos hacer para buscar el renio de Dios? ¿Lo sabe? ¿Cree que uno debería conseguir un empleo adecuado para poder ejercer una influencia virtuosa? ¡No! Debemos buscar primero el reino de Dios.
Alguien podría preguntar si deberíamos, por ejemplo, distribuir todo el dinero que tenemos para alimentar a los pobres. Nuevamente, no. Debemos buscar el renio de Dios en primer lugar. ¿Entonces deberíamos priorizarlo y salir a decírselo a todos? Tampoco. Primero debe venir mi búsqueda, después la predicación a partir de la búsqueda. En cierto sentido, lo que debo hacer es “nada”. ¡Porque volverse nada ante Dios es todo! Quedar quieto ante él es dejarlo hablar a nuestro corazón es el primer paso en la búsqueda por su reino.
Oír la voz de Dios es el punto de apoyo inicial para poder comenzar a cambiar el mundo. Quien no busca el reino de Dios en primer lugar, en realidad no lo busca. No importa cuán dignas sean las otras cosas, en el momento que esas otras cosas buenas llegan a ser el foco de nuestros esfuerzos, todo se vuelve idolatría. Y entonces caemos en el mismo pecado que todas las naciones del tiempo bíblico cayeron. Se hicieron idólatras, se debilitaron, y no pudieron hacer nada por el mundo.
“La influencia que ejercemos para bendecir y elevar a los seres humanos se mide por la devoción y la consagración a Cristo que nosotros mismos tenemos” (Elena de White, El discurso maestro de Jesucristo, p. 45). Ah, ¡si aquel gran físico hubiera conocido esa ley! Pero él no la sabía. Es una pena que Arquímedes no conoció a Cristo o la Palabra de Dios. Quién sabe si ese científico no habría clamado por un punto de apoyo, sino por el contrario, habría hecho lo que usted hoy tiene la oportunidad de hacer, que es su devoción personal con Dios. Cuánto más profunda, más potente. El verdadero punto de apoyo para poder cambiar su mundo de influencia está a su alcance. Dedique mucho tiempo a leer la Biblia, a orar y alabarlo. Esto es reavivarse. Y en consecuencia, usted moverá una masa humana impresionantemente mayor que usted mismo en dirección a Cristo, por agregarse un tercer componente, la unción del Espíritu. Y eso será la reforma. ¡Haga palanca!