Veintinueve años después de la guerra
El 16 de enero de 2014 falleció el teniente del ejército japonés Hiroo Onoda, conocido por haberse escondido en una isla de las Filipinas durante 29 años después de terminada la II Guerra Mundial. Por tres décadas Onoda creía que el conflicto mundial...
El 16 de enero de 2014 falleció el teniente del ejército japonés Hiroo Onoda, conocido por haberse escondido en una isla de las Filipinas durante 29 años después de terminada la II Guerra Mundial. Por tres décadas Onoda creía que el conflicto mundial continuaba.
Siguiendo la última orden que recibió de su comandante, quien le dijo que debía “quedarse y luchar”, en 1945 armó cabañas de bambú y se alimentaba de coco y bananas. Onoda llegó a asesinar a filipinos que se acercaban a su escondrijo porque creía que eran enemigos. Recién se convenció de que la guerra había finalizado en 1974, cuando lo encontró su hermano y el ex comandante, quien lo liberó de su orden.
Solo ahí volvió a su casa y recomenzó su vida. Onoda, había recibido una orden de su comandante y era su deber obedecerla hasta que recibiera una orden diferente. La guerra terminó, pero no para él; pasaron años y continuaba cumpliendo lo que se le había pedido.
Pablo, en su segunda carta al joven pastor Timoteo, usa la idea de comandante y soldado para ilustrar la jornada de los cristianos en este mundo. Acompañe lo que él dice en 2ª Timoteo 2:1-4:
“Tú, pues, hijo mío, esfuérzate en la gracia que es en Cristo Jesús. Lo que has oído de mí ante muchos testigos, esto encarga a hombres fieles que sean idóneos para enseñar también a otros. Tú, pues, sufre penalidades como buen soldado de Jesucristo. Ninguno que milita se enreda en los negocios de la vida, a fin de agradar a aquel que lo tomó por soldado”.
El texto bíblico nos invita a ser buenos soldados de Jesucristo. El buen soldado que está en servicio no se enreda con otras cosas sino con lo que es su misión.
Fuimos reclutados por el gran comandante Jesús y estamos bajo una orden: “Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo” (Mateo 28:19). Este predicar el evangelio es fundamental, pues “será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin” (Mateo 24:14).
Un día seremos liberados de todo el mal y de las terribles consecuencias que causa el pecado. Mientras estemos en este mundo, mi decisión está tomada: cumpliré la orden de Jesús hasta el último día.
Después de volver al Japón, Onoda resolvió mudarse con su mujer a São Paulo, donde obtuvo también la nacionalidad brasileira. Tenía 91 años y la causa de su muerte fueron complicaciones consecuentes de una neumonía. Su ejemplo de lealtad y obediencia quedaron como ejemplo a los buenos soldados de Jesús.