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Bienvenido a la era post-Facebook

En resumen, los jóvenes de hoy buscan una experiencia humana. Lee este artículo y entiende las razones.


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Imagen: shutterstock

¿Acaso aún hay alguien que no se haya dado cuenta? Los que empezamos a usar Facebook frenéticamente, casi compulsivamente, hemos llegado a una edad en la que nuestros hijos son los que nos dan lecciones… ¡y no usan Facebook!

Aún recuerdo el día que una compañera de la División Norte Americana (NAD) me invitó a abrir una cuenta de Facebook para contactar con otros comunicadores adventistas del mundo. Hablamos del año 2005, cuando empezaba mis estudios doctorales en comunicación y quería compartir experiencias con otros colegas del mundo que me entendiesen.

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Con Facebook en plena emergencia y la blogosfera en todo su esplendor, llegué a abrir hasta 12 blogs simultáneos que nutrían mis contenidos en redes sociales además de otros contenidos personales.

La clave del éxito de aquellos días era la novedad, el entrar en contacto con personas que hacía mucho tiempo que no veíamos, a veces incluso varias décadas; así como el llegar con contenido externo (blogs o webs) directamente a un público que podía seleccionar mejor lo que quería ver o leer en Internet gracias a las “recomendaciones” de amigos.

Con el paso de los años empezaron a aparecer las Páginas de Facebook, los grupos y desaparecer las notas que algunos usaban con amplia generosidad. Dicho de otro modo, una vez que la plataforma azul y blanca comenzó a estabilizar su crecimiento, los nichos de mercado se empezaron a definir cada vez más, y con ellos, la profesionalización de esa gran masa de consumidores, tú y yo.

Lo que empezó como un juego se ha convertido en una guerra sin tregua y sangrienta, por obtener un clic, un “me gusta” y más aún por las famosas “conversiones” (en el mundo mercantil, son ventas, en el religioso son “bautismos”).

La publicidad y las páginas de marcas empezaron a inundar y diluir el “timeline” de nuestra red social preferida. Fue en esos momentos cuando recuperé mi cuenta de Twitter abandonada, y que por cierto, sigo usando hoy en día mucho más que Facebook. Añado y aclaro, LinkedIn ha ganado mucho terreno y ocupa casi tanto tiempo en mi pantalla pequeña como Twitter.

¿Cuál es el resultado de ver tanto “pez” en un lago tan pequeño como Facebook? Que todo el mundo quiere aprovecharse. Recuerdo que tuve prácticamente que forzar a mis hijos a abrir una cuenta en Facebook, cuentas que hoy en día están llenas de telarañas, y de las que ya no solo no recuerdan la contraseña, es que ni tienen deseos de recuperar el acceso.

¿Por qué cuento todo esto? Para mostrar que todo lo que el ser humano toca, como un rey Midas, lo quiere convertir en oro, y lo estropea. A mis hijos lo que les interesa son los “influencers” pero, sobre todo, el contacto personal con sus amigos y conocer nuevas personas de “referencia”. A mi hija le encanta la fotografía, busca reconocimiento, aprender con otros que tienen gustos y aficiones similares, que le publiquen sus fotografías en plataformas, etcétera. Igualmente podría contar de mi hijo con la escritura y cultura oriental.

Si analizamos objetivamente el comportamiento de la “generación Z” (los nacidos entre 1994 y 2010) o post-millenialo centenial (si todo esto sirve de algo) están buscando en otros medios sociales lo que Facebook ha perdido, el toque personal. Mis hijos encuentran en WhatsApp e Instagram lo que nosotros veíamos en Facebook hace 13 años, ¡cómo pasa el tiempo! La masificación y, especialmente, la comercialización de los medios sociales clásicos ha espantado a la generación Z.

Solo los medios sociales que garantizan una mínima automatización y mínima invasión comercial atraen la atención de estos jóvenes. La mínima automatización, como logra mantener casi intacta Instagram, y las mensajerías como WhatsApp, nos aseguran que el interlocutor está en ese momento detrás, o por lo menos sabemos en qué momento exacto ha publicado un contenido personalmente (sin programar con herramientas como Hootsuite, por ejemplo, o los propios medios de automatización de los medios sociales).

El doble check de Whatsapp es importantísimo para los jóvenes de ahora. Saber que la otra persona está ahí, que le ha leído, que está escribiendo, que le responde en tiempo real. Esto es lo que en otra época llamábamos “calor humano”, pero digitalizado.

En resumen, los jóvenes de hoy buscan una experiencia humana y no tener que hacer una carrera de obstáculos evitando publicidad y contenidos que, por el mero hecho de pertenecer a una empresa, ya huelen a sospecha.

Algunos piensan que los públicos buscan lo novedoso, nuevas opciones y herramientas dentro de las Apps sociales. Pero en realidad, si nos fijamos, lo que el público busca es AUTENTICIDAD. Las Stories (empezadas con Snapchat, replicadas por Instagram, trasladadas a Whatsapp y luego en Facebook) no son ni más ni menos que una ventana a publicar algo de lo que, de otro modo no me atrevería a dejar constancia permanente, por lo que hace que ese contenido sea más íntimo, genuino y auténtico. ESO lo que buscan las nuevas generaciones.

Recuerdo cuando los Generación X nos quejábamos de la forma arcaica que tenían de dirigir la Iglesia nuestros mayores. Ahora somos nosotros los que gestionamos la mayoría de niveles de administración de la Iglesia. ¿Estamos repitiendo el mismo error que nuestros predecesores? Nuestra herramienta favorita ¿sigue siendo Facebook? ¿Seremos capaces de adaptarnos a los nuevos tiempos?

Los medios sociales llegaron para quedarse, al igual que llegó la radio y la TV. Pero hoy en día muchos llaman ya “YouTube” a la “televisión” y “podcast” (o Spotify, etc.) a la radio. Que los medios sociales estén aquí para quedarse, no quiere decir que no evolucionen y cambien.

Mi previsión en 10 años, que a Facebook le ocurra lo mismo que le acaba de ocurrir a Google Plus. El desuso lo ha convertido en un nicho de exclusivamente páginas profesionales o de marca. ¿Habrá que estar allí? Sin duda. La Iglesia tiene que estar allí, cada uno de nosotros empujando la marca institucional. Pero si realmente queremos seguir haciendo discípulos, que de eso trata la existencia misma de la Iglesia, tenemos que seguir buscando el toque personal, como hace la Generación Z, para convencer y convertir corazones, en vez de vender verdades y doctrinas (que llegará, sin duda, con la conversión verdadera por el Espíritu Santo).

Mientras tanto, me obligo a descargar nuevas aplicaciones cada poco tiempo, a crear nuevas iniciativas y experimentar sin parar. A veces llegan momentos de grandes sacrificios, porque las rutinas de publicación no pueden absorber todo mi tiempo de trabajo y ministerio, y tengo que decidir dónde dejo de publicar. Snapchat, entré y salí dos veces. No vuelvo más, sabiendo que además está en declive. Pero lo que más me convenció para dar ese paso fue ver cómo mis propios hijos abandonaban la plataforma del fantasma amarillo.

¿Con qué experimento ahora? Con lo mismo con lo que mis hijos juegan. De momento me centro mucho en Instagram y YouTube, seguido de WhatsApp; aunque en menor medida. Si quieren ver un modelo de acercamiento “humano” hacia las personas que NO son adventistas, y puede que ni siquiera creyentes en Dios, pero a los que, con más o menos éxito estoy llegando, echen un vistazo a mis cuentas de Instagram @minutinas @minutations y @minutales (en español, inglés y francés) o en YouTube.

Creo que es hora de mover la ficha, empezar a probar nuevos contenidos menos “clásicos”, más cortos (las minutinas son de sólo 59,8 segundos) pero genuinos; que hablen al corazón del que tengo delante. Dejemos de hablar a multitudes y empecemos a usar medios más personales. Otro día podremos hablar de cómo trabajar estos nuevos medios.

Pedro Torres

Pedro Torres

Comunicando Esperanza

Comunicar es predicar, predicar es comunicar

Actualmente es director de Comunicaciones en la Asociación del Norte de Francia. Es un enamorado de Jesús, que le encanta disfrutar de la lectura de la Biblia y de la familia, y compartir el amor de Dios con los que se cruzan en su vida, o en ruta con la motocicleta. Apasionado de las comunicaciones, pues comunicar el amor de Dios y su Salvación, es lo que le motiva.