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El cambio que quieres ver en el mundo

El cambio que quieres ver en el mundo

El mes de junio fue un mes importante para Brasil. Importante porque el país fue sede de la Copa de las Confederaciones de la FIFA, y además, ganó dicho torneo luego de una final emocionante contra España. Sin embargo, lo que realmente marcó este per...


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El mes de junio fue un mes importante para Brasil. Importante porque el país fue sede de la Copa de las Confederaciones de la FIFA, y además, ganó dicho torneo luego de una final emocionante contra España. Sin embargo, lo que realmente marcó este período fueron las protestas que se apoderaron del país.

La juventud se movilizó a través de las redes sociales y salió a las calles a pedir cambios de orden político y social. La capacidad de movilización a través de las redes sociales fue impresionante, pero le cedo esa discusión al columnista colega Fábio Bergamo  en su excelente artículo “Emfim, cíbridos” [Por fin, híbridos cibernéticos].
No es mi intención discutir aquí los méritos ni la legitimidad de las protestas, sino solamente decir que, desde mi punto de vista, las protestas pacíficas que buscan cambios en el orden social y político son legítimas y forman parte de cualquier democracia.

La búsqueda constante de cambios y mejoras forma parte del ADN del ser humano. Fuimos creados como seres inteligentes y dinámicos y, por qué no, inconformes. Ese aspecto es importante, pues esta falta de conformismo con el estado político y social del país fue justamente lo que llevó a las multitudes a las calles para protestar por cambios.

Como percibirán, soy un gran admirador de Mahatma Gandhi, lo que se vio fortalecido por hecho de haber vivido y trabajado durante cinco años en la India, entre el 2005 y el 2010. Entre las varias frases memorables de Gandhi, una de las que más me gusta es “sea el cambio que quiere ver en el mundo”.

¿Por qué es tan fácil salir a protestar a las calles y, al mismo tiempo, tan difícil cambiarnos a nosotros mismos? No pretendo, de ninguna manera, minimizar la importancia y legitimidad de las protestas pero ¿qué podemos decir de las incoherencias entre lo que se protesta y las actitudes de aquellos que protestan? No soy el primero ni el último en plantear esta cuestión, pero la verdad es que como habitantes de este mundo, tenemos muchas cosas para cambiar en nuestras actitudes del día a día.

¿Qué se puede decir de la tendencia humana de querer sacar ventaja en todo siempre? De colarse en las filas, de no devolver el cambio equivocado, de estacionar donde no se puede. La lista es larga.

El punto que quiero reforzar es que me parece incoherente protestar contra las actitudes de otros, ya sean líderes políticos, religiosos, empresariales, etc., mientras que nuestras propias actitudes merecen protestas. ¿Qué significa ser el cambio que queremos ver en el mundo? Lo que más me hace admirar a Gandhi es que él fue ese cambio que quería y soñaba ver en el mundo, en su mundo y en su país.

Él también protestó, pero lo que realmente hizo la diferencia que le dio la independencia a su país fue su actitud y ejemplo, algo que va mucho más allá de simplemente querer o protestar por cambios.

¿Cómo, entonces, podemos ser el cambio? Ser ese cambio es ser, sobre todo, práctico, es hacer todo lo que esté a su alcance para lograr mejorarse a usted mismo, a los demás y a su país. Ser el cambio es tener actitud. Las palabras y las protestan no logran ningún cambio, lo que sí lo logra son nuestras actitudes.

Hace algunos días vi una publicación en el Facebook que me hizo reír e ilustra bien lo que digo. Un adolescente le decía lleno de emoción a su madre que quería salir a las calles a protestar para poder cambiar el mundo. La madre entonces le entrega la escoba al muchacho y le dice: —Si quieres cambiar el mundo, comienza por tu habitación. Eso es “sea el cambio que quiere ver en el mundo”.

Me gustaría compartir con ustedes este video, que viene de la India, y que nos enseña una lección de actitud que lleva al cambio:

http://youtu.be/qxDmFsSiHLQ

Paulo Lopes

Paulo Lopes

¿Quién es tu prójimo?

Una de las vías de desarrollo es la solidaridad.

Paulo Lopes, 48 años, nació en Itapeva, al sur de Minas Gerais. Vive en Brasília, DF, donde actualmente es el director de la Agencia Adventista de Desarrollo y Recursos Asistenciales (ADRA - Brasil), una organización no gubernamental establecida por la Iglesia Adventista del Séptimo Día. Es Licenciado en Administración de Empresas, y tiene estudios de Teología y Contabilidad, tiene más de 17 años de experiencia en el sector sin fines de lucro. Vivió y trabajó durante 18 años en países como Angola, Mozambique, Armenia, Rusia e India. Está casado con la profesora Edra Lopes y tiene dos hijos, Paul Lucas y Marcos Paulo.