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¿Qué pasó con la confianza en el futuro?

“Y cuando te dijeren: ¿Por qué gimes tú? dirás: Por una noticia que cuando llegue hará que desfallezca todo corazón, y toda mano se debilitará, y se angustiará todo espíritu, y toda rodilla será débil como el agua; he aquí que viene, y se hará, dice...


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“Y cuando te dijeren: ¿Por qué gimes tú? dirás: Por una noticia que cuando llegue hará que desfallezca todo corazón, y toda mano se debilitará, y se angustiará todo espíritu, y toda rodilla será débil como el agua; he aquí que viene, y se hará, dice Jehová el Señor” (Ezequiel 21:7).

Mohamadou Dassi Gueye nunca imaginó un final así. Este senegalés de 35 años confió plenamente en su GPS… ¡que lo guió directamente hasta un pantano en el que cayó su auto, y murió ahogado! David Diatta, su compañero en el accidente, logró salvarse.

El hecho ocurrió el 2 de octubre de 2010, a menos de dos kilómetros de Capilla (Badajoz), un pueblo de doscientos habitantes. Recién en agosto pasado el Tribunal Superior de Justicia de Extremadura ordenó al Gobierno regional indemnizar a los familiares del fallecido por la “mala señalización de la vía”.

Dassi no iba a una velocidad inadecuada ni tuvo una conducta que hubiera influido en el siniestro. Simplemente, se dejó guiar por las indicaciones del GPS. El problema fue que el aparato no estaba actualizado. El antiguo trazado de la carretera se pierde bajo un embalse inaugurado en 1990. Allí cayeron Dassi y Diatta. Luego de quitarse el cinturón, ambos abrieron las puertas del vehículo, en un desesperado intento por salvar sus vidas. “¡Ayúdame, David! ¡Ayúdame!”, le gritaba el fallecido a Diatta, mientras intentaba mantenerse a flote. Pero su compañero no logró rescatarlo.

A veces, nosotros solemos creer la patochada de querer conducir nuestras vidas con nuestra propia brújula, o a merced de nuestros caprichosos y egoístas deseos no santificados. Y así nos va. Ávidos por avanzar hacia un futuro no del todo cierto, nos nutrimos de confianza propia y pensamos que andamos por la buena senda, olvidándonos de que “hay camino que al hombre le parece derecho; pero su fin es camino de muerte” (Prov. 14:12).

Lejos de Dios y de sus sabios consejos, lo único que podemos hacer es errar. Hundirnos. Caer. No obstante, no hay razón para que la esperanza se deslice y se pierda. Si bien el esfuerzo de David Diatta fue infructuoso ante los ruegos de Dassi, cuando clamamos con fe a Jesús, él nos salva.

Basta recordar la adrenalínica experiencia de Pedro en aquella oscura noche sobre el Mar de Galilea. Animado por la presencia del Maestro, que caminaba sobre el agua, el discípulo sintió el ardiente deseo de ir hacia él. Por minúsculos instantes logró el milagroso equilibro sobre el embravecido mar, pero su fe flaqueó. “Pero al ver el fuerte viento, tuvo miedo; y comenzando a hundirse, dio voces, diciendo: ¡Señor, sálvame!” (Mat. 14:30).

Basta recordar la desesperante situación del salmista cuando describió y escribió sobre sus vivencias. Jehová escuchó su clamor y luego concretó la restauración: “Y me hizo sacar del pozo de la desesperación, del lodo cenagoso. Puso mis pies sobre peña, y enderezó mis pasos” (Sal. 40:2).

No tenemos por qué vivir des-orientados. No tenemos por qué andar a la deriva con un GPS inútil que solo nos depositará en el fondo del pantano. No tenemos por qué vivir en el barro ni en la oscuridad. Recordemos que, como dice el refrán, “no podemos jugar con barro y quedar limpios”. Pero tomemos nota del Salmo 119:9: “¿Con qué limpiará el joven su camino? Con guardar tu palabra”. Y del Salmo 119:115: “Lámpara es a mis pies tu palabra, y lumbrera a mi camino”.

Días atrás leí el ensayo ¿Qué pasó con la confianza en el futuro?, del reconocido etnólogo y antropólogo francés Marc Augé. En el texto, el pensador francés se pregunta dónde quedaron las eufóricas utopías que sostenían años venturosos llenos de tecnologías que resuelvan la vida. Por el eje de sus preocupaciones pasan la educación y la desigualdad, ya que en esas áreas las brechas no cesan de ensancharse (brecha entre ricos y pobres y entre los que acumulan el conocimiento y la población mantenida en la ignorancia).

Según él la humanidad debería ser más generosa, más heroica, más consciente de sí misma…Y también deberíamos aprender a mirar las cosas más de cerca. “Las fotos tomadas desde los satélites de observación y vistas aéreas nos habitúan a una visión global de las cosas. La miseria es bella, pintoresca, observada desde lejos y desde arriba… Pero esta imagen se deshace si miramos desde demasiado cerca…” (pág. 51).

La Biblia es nuestro GPS seguro. Allí dice que Dios es un Dios cercano. Que está. Que oye nuestras súplicas. Que perdona nuestros pecados. Que este mundo tiene ya escasos momentos de felicidad para proporcionarnos porque infectado de dolor, de llanto, de muerte y de pecado.

No tenemos porqué hundirnos en el pantano. No tenemos porqué perder la confianza en el futuro. “Después me mostró un río limpio de agua de vida, resplandeciente como cristal, que salía del trono de Dios y del Cordero. En medio de la calle de la ciudad, y a uno y otro lado del río, estaba el árbol de la vida, que produce doce frutos, dando cada mes su fruto; y las hojas del árbol eran para la sanidad de las naciones. Y no habrá más maldición; y el trono de Dios y del Cordero estará en ella, y sus siervos le servirán, y verán su rostro, y su nombre estará en sus frentes. No habrá allí más noche; y no tienen necesidad de luz de lámpara, ni de luz del sol, porque Dios el Señor los iluminará; y reinarán por los siglos de los siglos” (Apoc. 22:1-5).

 

 

Pablo Ale

Pablo Ale

Noticias de hoy, reflexiones de siempre

Informaciones cotidianas que nos hacen pensar en realidades eternas

Es Licenciado en Teología y en Comunicación Social. Además, tiene una maestría en Escritura creativa. Es autor de los libros “¿Iguales o diferentes?”, “1 clic” y “Un día histórico”. Actualmente es editor de libros, redactor de la Revista Adventista y director de las revistas Conexión 2.0 y Vida Feliz, en la Asociación Casa Editora Sudamericana. @PabloHernanAle