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“Al oír la gritería, Elí preguntó: ¿Qué estruendo es ése? Aquel hombre vino aprisa y le dio la noticia a Elí… Israel huyó ante los filisteos, y fue hecha gran mortandad en el pueblo. También tus dos hijos, Ofni y Finés, fueron muertos y el Arca de Di...
“Al oír la gritería, Elí preguntó: ¿Qué estruendo es ése? Aquel hombre vino aprisa y le dio la noticia a Elí… Israel huyó ante los filisteos, y fue hecha gran mortandad en el pueblo. También tus dos hijos, Ofni y Finés, fueron muertos y el Arca de Dios fue tomada” (1 Samuel 4:14 y 17/Reina-Valera 2000).
Sus frágiles manitos no pudieron contener la furia del descontrolada del fusil semiautomático Uzi, y ella (9 años, short rosa y musculosa blanca), como jinete novato en un caballo salvaje, se dejó vencer ante el poder del artefacto bélico. La fuerza del retroceso impulsó el arma, diseñada para el ejército israelí, por encima de su cabeza y los disparos impactaron en Carlos Vacca (39 años, pantalones camuflados y remera negra), su instructor de tiro. Vanos fueron los esfuerzos por salvarle la vida al hombre, quien murió horas más tarde.
La tragedia ocurrió semanas atrás en un centro de práctica de tiro llamado “Bullets and burgers” (Balas y hamburguesas), ubicado en el centro comercial Last Stop, de White Hills, en el estado de Arizona. La niña había sido levada allí por sus padres, quienes registraron el accidente en video.
Más allá del dolor, lo ocurrido (a priori) me dispara dos reflexiones: Primera: ¿Por qué ese lugar se llama “Balas y hamburguesas”? ¿No da a entender esto la dimensión real de la familiaridad, la cotidianeidad o (incluso) la banalización del uso de armas? Segunda: ¿A qué padre se le ocurriría llevar a su hijo para que aprenda a usar armas?
Si bien es cierto que la mayoría de los niños no acude a practicar tiro, esto no es algo extraño. En Estados Unidos hay una empresa que vende específicamente armas para niños. Tienen un arma llamada My First Rifle (“Mi primer rifle”) que tiene menos poder de fuego que muchas versiones para adultos y está diseñado para adaptarse a manos pequeñas.
Cuando tenía cinco años, Dan Baum comenzó a disparar armas de fuego. Más tarde, escribió el libro Gun Guys: A Road Trip y recorrió el Estados Unidos aprendiendo sobre la cultura de las armas en ese país. Este autor sostiene que aprender a usar un arma es muy bueno para los niños, ya que les genera confianza propia. Esta práctica también desarrolla la responsabilidad, el orden, la limpieza y la disciplina.
¡Pum!¡Pum!¡Pum!
Tenemos que tomar conciencia de algo: hoy nuestros niños corren peligro. El enemigo ataca a los infantes y quiere destruirlos. Y no solo por el uso de armas. Un grupo de psicólogos, maestros, académicos y escritores de libros infantiles de Gran Bretaña se alarmaron, en septiembre de 2006, ante las imposiciones, tareas y acciones sociales que deben realizar los niños de hoy, que son presa del consumismo y la competencia.
Estos intelectuales realizaron una denuncia seria: los niños británicos están siendo empujados a la adultez antes de tiempo ya que están sumergidos en un cóctel siniestro de comida chatarra, marketing de la sexualidad, juegos electrónicos y una obsesión más por galardones que por aprendizaje en las escuelas. Todo esto les está envenenando la vida. La depresión y las tendencias suicidas se hacen cada vez más patentes entre ellos. Esta realidad que vive Gran Bretaña puede ser lamentablemente transportada a cualquier gran ciudad del mundo.
Los hijos de Elí perecieron físicamente en esa batalla fatal con los filisteos. Pero ya estaban muertos espiritualmente debido a su irreverencia, su desordenada vida sexual y el pisoteo constante de los mandatos de Dios. Su padre, Elí, estuvo muy ocupado en los asuntos del Señor para avocarse a los hijos que el Señor le había dado. Grave error. En su angustia, y ante la fatalidad ya consumada, él también murió. No sólo había perdido a sus seres amados, además le habían robado el arca del tabernáculo. Cuando educamos mal a nuestros hijos siempre hay pérdidas.
Por eso, nada mejor que seguir el sabio consejo de Salomón en Proverbios 22:6: “Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él”.
¿Queremos hijos que sean sanos y puros? ¿Queremos hijos que sean mensajeros de paz y de buenas nuevas? ¿Queremos hijos que no sucumban en las garras de las múltiples tentaciones infancia? Entonces, recurramos a la Biblia, que es el mayor agente educador.
Es la Biblia y no un arma quien enseña disciplina, pureza, orden y responsabilidad. “Y esto, conociendo el tiempo, que es ya hora de levantarnos del sueño; porque ahora está más cerca de nosotros nuestra salvación que cuando creímos. La noche está avanzada, y se acerca el día. Desechemos, pues, las obras de las tinieblas, y vistámonos las armas de la luz” (Romanos 13:12).