¡Feliz Ahora Nuevo!
Perdone y reciba el nuevo año con esperanza.
El titular extraño me asombró en la silla. ¡Estaba allá! En Itatiba, interior del São Paulo, un grupo de adolescentes expresó su rebeldía de la forma más cobarde: Tirando piedras a Papá Noel. De un lindo desfile con acentos amigables, el buen viejito se tuvo que proteger contra el granizo de objetos letales arrojados contra él. ¿Qué causó tamaño disparate? Se habían acabado los caramelos gratis.
¿Lo pueden creer? ¿Cómo puede ser que la falta de dulces disparara algo tan grotesco? Buena pregunta, no solo aquellos delincuentes ingratos, sino todos nosotros que también nos comportamos así. Explico: lidiar con los contratiempos refleja lo que somos. ¿Quiere saber? De una forma u otra, cuando se acaban las golosinas todos reaccionamos de alguna forma. Unos hacen pucheros, otros huyen con el caramelo, está quien grita por la “mamá”, hasta llegar a los que apedrean a Papá Noel, o golpean la máquina de refrescos.
Porque a todos nosotros, ¡no se asuste!, nos gustaría apuntar nuestras piedras más alto. Eso mismo. Si Dios no hace lo que queremos, o si la vida no es como la soñamos, se instala la furia y “la caza de brujas” descontrola el alma. ¿Quién nunca maldijo como Jonás, gritó como Pedro, o hizo la de Moisés de golpear la piedra? Lo contrario nos enloquece y, desorientados, somos imprevisibles cuando las cosas salen mal.
Es por eso que yo, sinceramente, estoy un poco raro en esta época del año. Porque si la nostalgia parece un espejismo que ya pasó, la expectativa genera un optimismo frágil más parecido a los ecos de un canto lejano. Ahora, si el pasado ya no vuelve y el futuro todavía no vino, ¿para qué vivir en estas dos dimensiones que se nos escapan entre los dedos? Dios nos dio el presente. Es él el que reposa en nuestras manos poderosamente anclado por el libre albedrío. ¿Y qué hacemos? Nostálgicos o impacientes lo evadimos hacia las tierras del “nunca” o del “quien sabe”.
Aprenda de una vez: la vida aquí nunca será como la imagina. Siempre las personas serán menos de lo que uno espera, darán menos de lo que se espera, y llenarán poco de la carencia soñada. Tanto así que el tamaño del dolor no se mide por la sangre derramada, sino por las lágrimas no enjugadas. O sea, un pellizco duele menos que una etiqueta y un puñetazo en la cara parece un cariño si se compara con el rechazo de un semidios. Por eso, solo depende de UN ser viviente saltar del marasmo evasivo y encarar el desafío de la felicidad: usted.
El problema es que si parece simple hablar sobre eso, solo Dios sabe cómo los valles son más profundos que los estereotipos. Momentos atrás, alguien rompió el encanto: “pastor, ¿qué hago cuando no quiero orar más y confieso no saber en qué Dios creo?”. Viniendo de quien vino, comprendí la indigestión del texto “Mejor es ir a la casa del luto que a la casa del banquete” (Ecl. 7:2). Después de todo, adoramos ostentar cuentos de hadas hasta que desollemos nuestro ego por los suelos de los castillos demolidos. Es ahí que enmudecemos o apedreamos los hitos de nuestra fe.
¿Un consejo? ¡No va a mejorar, no! Lejos del pesimismo ateísta, madura quien se prepara para el pecado con su cara más mortal: la contradicción. Pues la falta de sentido en las expectativas frustradas es dolorosa como la muerte. En verdad, es la impotencia ante el luto, y el miedo de él, que nos tira al suelo en la mayor de las contradicciones de la vida. ¿O usted se siente cada vez más joven mientras su vida parece cada vez más corta?
Por eso, defiendo el AHORA, sin ilusiones decepcionantes o cimientos hechos de personas. Es el AHORA de la resiliencia, de la persistencia y de la supervivencia. El AHORA en este tiempo que le abre a la acción costando solo el precio de la actitud. Y este momento áureo también era el preferido del Maestro. Él decía: “tus pecados te son perdonados”, o “de cierto te digo hoy que estarás conmigo en el paraíso”, o incluso “yo tampoco te condeno”. ¿Percibe? Cristo evidenciaba en el AHORA el futuro que vino a rescatar. No dejaba para después lo que tenía que ocurrir en el momento.
Por lo tanto, no procrastine la relevancia del hoy. Si comienza el año con planes, ¡muy bien! Pero, si revive el año nuevo cada día, ¡mucho mejor! Guarde las piedras de la decepción en los bolsos del perdón y siga adelante. ¿Puedo resumir?
Huya de las cuentas regresivas. Ellas solo generan ansiedades más altas y caídas más dolorosas. ¿Qué tal invertir en las cuentas progresivas? Cada día, cada vez y celebrando el único tiempo que usted realmente tiene: este (Eclesiastés 3:1-8).
Sea sólido, no de piedra. La firmeza de carácter vale más que las bitcoins en el mercado de la vida. Solo que eso no es excusa para ser cabeza dura. Desarrolle la flexibilidad, sin dejar lo correcto, y usted lidiará mejor con las puertas cerradas en la cara (Romanos 12:2).
Caliente la sangre y enfríe la cabeza. No huya de los traumas congelando las arterias al protegerse en el exilio de la insensibilidad. Pero tampoco caliente las neuronas apedreando a quien está alrededor (Proverbios 16:32).
Libérese perdonando. Es tonto quien se hace algo a sí mismo. Encarcelar la vida en resentimiento y autocompasión es encerrarse en una solitaria creyendo que el otro será esposado. Por lo tanto, ¡perdone! Y recuerde que lo más difícil del perdón es recordar eso todos los días, hasta no necesitar recordar más (Colosenses 3:13).
Atrévase a estar off-line. No desperdicie su “hoy” y “aquí” en las garras virtuales traicioneras del “allá” y del “no sé cuándo”. Sea señor de su Smartphone para no ser esclavo de él. Las personas valen más que los likes. #hablepronto (Eclesiastés 3:12).
Valore más a la familia. Es todo; así de simple. No cambie la cena por la prisa, ni los momentos más sublimes por miedo del jefe. Deposite amor ahora para poder sacar cuando necesite. ¡Crea! (1 Timoteo 5:8).
La vida continúa. Mientras nos empantanamos en el barro de los tropiezos, los niños dan un baño en la gente. Ellos solo avanzan, siempre. ¿Qué tal desapegarse de lo que pasó? Si no se puede reescribir la vida, escriba su historia de aquí en adelante, con Dios (Filipenses 3:13 y 14).
Finalmente, Dios es el Dueño del HOY. Luche con él, hasta luche contra él, pero jamás luche sin él. Fin de año es para los que se apegan al tiempo. La esperanza práctica es para quien se apega al ahora. Deje lo que no le pertenece a Quien es el propietario de lo imposible. Si Dios sabe lo que es mejor de lo que es “su” mejor, viva con él y a partir de él. Las cosas van a mejorar. Quiere decir, ¡ya están mejorando! (Mateo 6:33).
¡Feliz Ahora Nuevo para usted!