Cómo tener un matrimonio feliz
Saber cómo lidiar con las diferencias es un punto clave para el éxito de la convivencia a dos.
Casarse es uno de los mayores pasos que un ser humano puede dar en su vida. Pero, desgraciadamente, muchas personas viven la realidad de un matrimonio frustrante. Incluso entre cristianos, los problemas de peleas conyugales, violencia doméstica y divorcio se han hecho cada vez más comunes.
Trabajo realizando charlas para matrimonios, terapias de pareja, además de las consultas individuales a cónyuges que están sufriendo emocionalmente. El año pasado, en el artículo “Hasta que el casamiento nos separe“, compartí algunos de los mayores secretos de las parejas felices. Hoy quiero compartir con usted una sugerencia más que lo ayude a tener un matrimonio feliz.
Conózcase mejor a sí mismo y a su cónyuge
Si yo le preguntara cuál es la persona en este mundo que más conoce a su esposo, a su esposa ¿qué me respondería?
Los cónyuges acostumbran a ser las personas que más se conocen, pero no significa que se conozcan lo suficiente. En la mayoría de los casos, conocemos al otro a partir de nosotros mismos. Hacemos una lectura sobre los hábitos y las costumbres del otro, de su personalidad y su carácter, a partir de nuestra visión del mundo, de nuestras creencias personales. En el siguiente video, doy un ejemplo práctico de eso:
Entender al otro a partir de nosotros mismos es absolutamente normal, pero para superar las crisis conyugales se necesita más que eso. En realidad, muchas veces es la raíz de los conflictos conyugales. Es necesario conocer al otro a partir de su forma de ver las cosas, de su cultura, de sus creencias. Eso es desafiante.
En el proceso terapéutico, ayudamos a los matrimonios a hacer eso. Por ejemplo ¿qué significa para usted el comportamiento de su marido de dejar el zapato en el medio de la casa en vez de ponerlo en el zapatero? O ¿qué significa para usted el comportamiento de su esposa de decirle dónde usted debería dejar colgado su abrigo o guardado su zapato?
Hace nueve años, cuando Marquinhos y yo nos casamos, nuestras diferencias eran gigantes. Habíamos crecido en regiones diferentes de Brasil, con crianzas diferentes y, por más que tuviéramos muchas cosas en común, las diferencias se hicieron muy evidentes desde que terminó la fiesta de la boda.
Por ejemplo, él acostumbraba a llegar a casa, sacarse los zapatos y dejarlos en cualquier lugar. Y yo, siempre que veía el zapato en el medio del camino, le pedía que los guardara en su lugar. Y a pesar de que era algo pequeño, ambos nos enfadábamos mucho en esas circunstancias. ¿Por qué? Porque algunos de nuestros valores estaban siendo violados.
Reglas, creencias y valores
Todos tenemos reglas, creencias y valores. Y cuando nos hieren en esas reglas o creencias, eso nos genera algo incómodo. Pero cuando se viola un valor, eso nos conmueve realmente.
Marquinhos tiene un valor que se llama libertad, y yo tengo un valor que se llama organización. Cuando él dejaba los zapatos en el medio de la casa, hería mi valor de organización; y cuando yo le llamaba la atención, hería su valor de libertad. Y ambos se aborrecían porque los valores forman parte del conjunto de las cosas más importante para nosotros.
Entender eso fue esencial para solucionar el malestar que sentíamos en aquellas ocasiones y convivir bien con nuestras diferencias. Y ese es apenas un ejemplo de algo pequeño que puede afectar profundamente una relación conyugal.
Algunas mujeres se enfadan o se sienten lastimadas porque interpretan que esas acciones de sus maridos son faltas de respeto, falta de colaboración, falta de amor. Y muchos maridos hacen lo mismo, cuando en realidad, lo que necesitaban era permitirse comprender lo que aquel comportamiento significaba para la otra persona.
¿Qué significa el zapato fuera de lugar para quien lo deja allí? ¿Qué dignifica el pedido de guardar el zapato para quien lo hace? Cuando conocemos las reglas, las creencias y, principalmente los valores de nuestro cónyuge, muchas cosas se hacen más livianas en la relación. Muchas veces, el significado de sus acciones cambian completamente y, en vez de generar descontento o conflicto, se convierten en algo con lo cual podemos convivir de manera más tranquila.
Después de nueve años de casada, todavía guardo, casi todos los días, los zapatos en el zapatero. Eventualmente, él se acuerda y los guarda solo. Pero eso no produce ningún sentimiento negativo en mí. Conocer sus valores y los valores del otro ha cambiado la relación conyugal de otras personas a las que atendemos. Y eso puede ayudarlo a tener un matrimonio feliz a usted también.