Asertividad
Somos seres sociales, vivimos rodeados de personas desde que nacemos (por lo menos la mayoría de nosotros), pero eso no significa que tengamos las habilidades sociales bien desarrolladas. Suelo decir que, en mayor o menor grado, todos tenemos algún d...
Somos seres sociales, vivimos rodeados de personas desde que nacemos (por lo menos la mayoría de nosotros), pero eso no significa que tengamos las habilidades sociales bien desarrolladas.
Suelo decir que, en mayor o menor grado, todos tenemos algún déficit en nuestras habilidades sociales. Algunos son cordiales, comunicativos, pero tienen dificultad en decir “no” y enfrentar las críticas. Otros sufren porque no logran expresar lo que piensan y lo que sienten como les gustaría. Están esos otros que cuando se dan cuenta, ya hablaron más de la cuenta y en un tono de voz nada amistoso. Y los que se sienten avergonzados en llevarle la contra a alguien, sabiendo que su posición está correcta. Tal vez usted se haya identificado con alguno de estos perfiles.
Vicente Caballo, uno de los grandes nombres de la psicología para el estudio de las habilidades sociales, define el comportamiento socialmente hábil como el “conjunto de comportamientos emitidos por un individuo en contexto interpersonal que expresa los sentimientos, actitudes, deseos, opiniones o derechos de ese individuo, de un modo adecuado a la situación, respetando esos comportamientos en los demás, y que generalmente resuelve los problemas inmediatos de la situación mientras minimiza la probabilidad de futuros problemas”.
Según esta definición, el comportamiento hábil o asertivo involucra respeto de sí mismo como del otro, buscando, de esta manera, resolver problemas de manera saludable, sin perjudicar las relaciones interpersonales.
¿Usted está acostumbrado a actuar de manera asertiva? Podemos, resumidamente clasificar los comportamientos sociales en tres tipos:
No asertivo/pasivo: cuando la persona descuida sus propios sentimientos, actitudes, opiniones, deseos y derechos, en la interacción social.
Asertivo: cuando la persona considera sus sentimientos, actitudes, opiniones, deseos y el derecho de los demás en desmedro de los suyos.
De manera práctica, una persona que se molesta, puede fingir que está bien y no expresar al otro su sufrimiento (comportamiento no asertivo), puede decirle al otro lo que siente sin agredir (comportamiento asertivo), y puede decir al otro lo que siente sin tomar en consideración los sentimientos de esa otra persona (comportamiento agresivo).
De cierta manera, los comportamientos no asertivos (o pasivos) y agresivos, traen ventajas a corto plazo. Al “tragarse” una molestia la persona evita la comodidad con el otro, manteniendo, aparentemente la paz. Al ser agresivo, hablando todo lo que se piensa, sin tomar en cuenta al otro, la persona mantiene, aparentemente, su autoridad en relación al tema (esto es muy común en la relación entre empleado y jefe, o entre padres e hijos).
Sin embargo, a largo plazo esto genera prejuicios para la relación como para la salud mental de quien no se comporta asertivamente. Sentimiento de culpa, baja autoestima y estrés son solo algunos de los problemas que acostumbran a estar asociados a la falta de asertividad.
Porque somos seres sociales nuestra interacción social refleja directa e indirectamente en diversas áreas de nuestra vida. No necesitamos estar sorprendidos por reflexionar en nuestra salud mental. El problema es que, bajo el argumento de que “yo soy así”, muchos descuidan el desarrollo de habilidades esenciales para vivir saludable.
El respeto propio y al otro, que es un elemento central de la asertividad, también es un elemento central de la salud mental. Infelizmente, en función del pecado, desarrollamos muchos déficit en cuando al respeto propio, y, consecuentemente, en relación a la forma en cómo enfrentamos a los demás y a nosotros mismos. Elena de White escribió que “Mediante la complacencia del pecado se destruye el respeto propio; y cuando éste se pierde, se disminuye el respeto por los demás; pensamos que los otros son tan perversos como nosotros mismos” (Mente, carácter y personalidad, v. 1, p. 262). Una vez que no logramos respetarnos, difícilmente respetaremos a alguien. Una vez que no conseguimos respetarnos es seguro que no tendremos salud ni seremos felices.
Podemos definir el comportamiento asertivo como “la práctica del respeto a sí mismo y al prójimo”. Eso no es nada más que la manera de actuar que el mundo necesita ver en nosotros, cristianos.