Deje de preocuparse con lo que otros piensan
¿Lo que piensan de ti afecta tu forma de vivir? ¿Qué se puede hacer para trabajar eso? Lee este artículo y entiéndolo.
Preocuparse con lo que las personas piensan acerca de nosotros es una forma segura de desarrollar en algún momento de la vida un problema de orden psicológico. Todo en esta vida tiene límites y, para nuestro bien, la preocupación con lo que pasa en la mente ajena también debe tenerlos.
Todos, absolutamente todos los pacientes que atendí tenían algo en común, se preocupaban con lo que otras personas pensarían. Y yo creo que la mayor parte de las personas que están leyendo estas palabras ahora se identifican también con eso. Y, en función de lo que pensaban que los otros podrían pensar, terminó por comprometer su paz, su felicidad y hasta incluso su salud.
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Pensar sobre lo que el otro piensa es una capacidad que desarrollamos aun en la infancia. A eso lo llamamos Teoría de la Mente, Lectura Mental, Meta Cognición, entre otros nombres. Una persona tiene esa capacidad desarrollada si ella es capaz de inferir sobre lo que sucede en su mente y en la de otros (en términos de pensamiento, sentimientos, creencias, etc.). Y claro, ya que lo que sucede en la mente del otro no es observable, entonces esas inferencias deben quedar en el campo de la teoría.
Sin embargo, la frecuente existencia de pensamientos sobre lo que pasa en la mente del otro puede generar mucha ansiedad y también estrés en las relaciones, ya que se le atribuye mucha importancia a eso. Sobre todo, porque normalmente al hacer esas inferencias, las tomamos como hechos en vez de reconocerlas como teorías. De esa forma, el pensamiento va más allá de las dudas (como por ejemplo “¿será que él considera eso?”, ¿Y si ellos piensan que yo soy aquello?”, etc.), y generalmente está relacionado con trastornos de ansiedad, y admite la forma de conclusiones (“ellos piensan que yo soy…”, “ellos me consideran…”, etc.) que están muy presentes en casos de problemas de autoestima y depresión.
Ese tipo de pensamiento, de preocuparse con lo que otros piensan, puede suceder en relación a cualquier área de la vida. Algunas personas son muy seguras como profesionales, pero sufren con pensamientos de ese tipo en las relaciones. Otros viven exactamente lo contrario. El hecho de que alguien sea seguro o incluso exitoso en alguna área de la vida, no significa que está librado de sufrir con ese tipo de preocupación.
Lectura mental
La lectura mental, cuando deja de ser entendida como teoría y pasa a ser comprendida como hecho, es una distorsión cognitiva, una forma equivocada de leer la realidad, que genera preocupación, sufrimiento y dolor. Ninguno de nosotros tiene la habilidad de leer lo que pasa en la mente de otras personas. Y, a menos que las personas verbalicen lo que piensan, no deberíamos emplear tiempo en alimentar sospechas, ni de llegar a conclusiones sobre lo que ellas puedan pensar sobre nosotros en muchos casos. Claro que una experiencia pasada de conflicto con alguien por habernos interpretado mal nos deja en estado de alerta contra un segundo conflicto posible. Pero, si esa preocupación se convierte en el foco de nuestro pensamiento, eso nos hace más mal que bien.
Algo que no me canso de repetir y que no hay nada que podamos hacer respecto a eso, es que las personas piensen bien acerca de nosotros todo el tiempo. Existen cosas que usted hará y que agradará a decenas de personas. Pero esas mismas cosas desagradarán a otras decenas de personas. Agradamos o desagradamos a las personas exactamente por los mismos motivos. Desear ser el blanco de los mejores pensamientos de cada ser humano con quien entramos en contacto es matarse de a poco.
Pero, ¿y cuando las personas no solo piensan mal de nosotros, sino que también hablan mal de nosotros? Siendo que ellas expresan lo que piensan, ¿no debemos preocuparnos? Tengo la costumbre de decir que solo debemos preocuparnos con lo que podremos ocuparnos en resolver. ¿Podemos resolver algo de ese tipo? ¿Podemos impedir que alguien salga por ahí hablando mal sobre nosotros? La respuesta es NO.
Si usted les da motivos, las personas hablarán. Si usted no les da, ellas hablarán también. Cuando alguien tiene el mal hábito de hacer chismes, esparcir rumores, o inventar mentiras en relación a otras personas, no hay nada que se pueda hacer para impedirlo. Solo cuando se arrepienta y se convierta de ese mal hábito dejará de practicarlo. Entonces, preocuparse con lo que las personas piensan y dicen no resuelve el problema, solo genera nuevos problemas.
A esta altura, algún lector puede estar preguntándose: pero, ¿y mi reputación? Yo demoré en lograr responder a esa pregunta. Hace diez años que ayudo a personas a librarse de diferentes distorsiones cognitivas, inclusive de esta que estoy comentando aquí, la lectura mental. Pero cuando el paciente me confrontaba con realidades como chismes, calumnia, difamación, confieso que este cuestionamiento siempre venía a mi mente: ¿Y cómo quedará su reputación? Esa era la misma pregunta que yo me hacía cuando también era el blanco de las malas lenguas.
Entonces, Dios me guió a la lectura de un texto, escrito por Elena de White, que cambió mi vida, y por consecuencia ha cambiado la vida de los pacientes que yo atiendo y que sufren con situaciones como las que estoy comentando aquí.
“Es de esperar que circulen informes falsos acerca de nosotros, pero si seguimos una conducta recta, si permanecemos indiferentes ante esas cosas, otros también serán indiferentes. Dejemos a Dios el cuidado de nuestra reputación [...]. La calumnia, con el tiempo puede desaparecer por nuestra manera de vivir; pero no desaparecerá con palabras de indignación. Sea nuestro gran anhelo comportarnos movidos por el respeto a Dios, demostrando con nuestra conducta que dichos informes son falsos” (Mente, carácter y personalidad, t. 2, pág. 190).
Yo comento un poco más sobre esa cuestión en el video Cristão com má reputação [Cristiano con mala reputación]. Aquí solo quiero resaltar un punto: nuestra preocupación (o ansiedad) no debe ser sobre qué piensan/o dicen las personas que somos, sino sobre quiénes realmente somos. Usted no tiene y nunca tendrá control sobre lo que las otras personas piensan sobre usted. Pero usted puede ejercer cada instante el poder de decisión y con eso cuidar de quién en realidad es usted.
“Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad” (Filipenses 4:8).