Una voz de esperanza
Las profecías de Daniel y Apocalipsis deben ser usadas para unir a quienes aguardan el pronto regreso de Cristo.
En los textos anteriores, usted encontrará artículos de una serie con base en mi libro, Herederos del reino, lanzado por la Casa Publicadora Brasileña (CPB). Con base en el libro bíblico de Daniel, presento lecciones que extraje para mi vida. Abajo comparto con usted una versión resumida del cuarto capítulo. En caso de que no haya leído los demás, sígalos aquí.
“Curamos a Babilonia, y no ha sanado […]” (Jeremías 51:9).
Si usted realiza una búsqueda en internet sobre el fin del mundo, encontrará más de 300 millones de resultados. Sobre el libro de Apocalipsis serán más de 10 millones, y sobre profecía, más de 7 millones. Eso muestra que las personas quieren saber sobre esos temas. La pregunta para responder es: ¿cómo estamos presentando esos temas al mundo?
Los libros de Daniel y Apocalipsis traen la visión correcta y equilibrada sobre las profecías. En ellos, Jesús y la dirección divina de la historia son las marcas distintivas. Retire esos dos puntos y estará vagando en especulaciones, marcación de fechas e intentos frustrados de adivinar eventos.
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Pero el texto que más me llama la atención sobre la visión correcta del Apocalipsis está en su capítulo 18, versículos 1 al 4:
“Después de esto vi a otro ángel descender del cielo con gran poder; y la tierra fue alumbrada con su gloria. Y clamó con voz potente, diciendo: Ha caído, ha caído la gran Babilonia, y se ha hecho habitación de demonios y guarida de todo espíritu inmundo, y albergue de toda ave inmunda y aborrecible. Porque todas las naciones han bebido del vino del furor de su fornicación; y los reyes de la tierra han fornicado con ella, y los mercaderes de la tierra se han enriquecido de la potencia de sus deleites. Y oí otra voz del cielo, que decía: Salid de ella, pueblo mío, para que no seáis partícipes de sus pecados, ni recibáis parte de sus plagas”.
Por desgracia, muchos solo logran ver en ese texto el anuncio de la caída de Babilonia, la acusación de que Babilonia es una morada de demonios y albergue de espíritus inmundos, o el vino de la ira de Dios. Todo eso es verdad y está en el texto, pero, por sobre eso, esos versículos proclaman la manera como debemos vivir en esta tierra condenada a la destrucción.
Visiones diferentes
El versículo 1 y el versículo 4 presentan el verdadero énfasis de la vida y del mensaje de quienes anuncian las profecías. El versículo 1 dice que debemos ser mensajeros que iluminen toda la tierra, y el versículo 4 dice que debemos ser una voz de esperanza que llame al pueblo de Dios a salir de Babilonia.
De acuerdo con estos versículos, las profecías no tienen como objetivo causar polémicas y desunión. Este texto nos invita a iluminar la Tierra con un mensaje de esperanza y salvación. Es una pena que muchos solo quieren “prender fuego” a Babilonia y no salvar al pueblo de Dios que aún está allá. Para entender este tema, necesitamos recordar que Daniel tenía dos voces proféticas disponibles en su tiempo y ambas tenían visiones completamente diferentes con respecto a Babilonia.
Muchas veces, al leer el libro de Daniel, olvidamos la relación que él tenía con el profeta Jeremías. No podemos decir que era una relación de contacto personal, pero sin duda era una relación de instrucción espiritual. Ellos vivieron en el mismo periodo y ambos vieron a Jerusalén ser invadida por el ejército de Nabucodonosor. Sin embargo, Daniel ejerció su ministerio profético en Babilonia, y Jeremías en las tierras de Judá. Pero Jeremías no era la única voz profética que Daniel tenía disponible. También había un profeta popular de Gabaón llamado Ananías. Este era el profeta querido de los reyes y de la mayoría del pueblo de Judá, pero Ananías y Jeremías no veían todo ese contexto de la misma manera.
Este era el mensaje de Ananías:
“Así habló Jehová de los ejércitos, Dios de Israel, diciendo: Quebranté el yugo del rey de Babilonia. Dentro de dos años haré volver a este lugar todos los utensilios de la casa de Jehová, que Nabucodonosor rey de Babilonia tomó de este lugar para llevarlos a Babilonia” (Jeremías 28:2, 3).
Imaginen cómo estaba el corazón de los exiliados en Babilonia al recibir un mensaje de un supuesto profeta diciendo que en dos años esa nación sería destruida. En respuesta a eso, Jeremías escribió una carta y la envió a los exiliados. La carta decía lo siguiente:
“Así ha dicho Jehová de los ejércitos, Dios de Israel, a todos los de la cautividad que hice transportar de Jerusalén a Babilonia: Edificad casas, y habitadlas; y plantad huertos, y comed del fruto de ellos. Casaos, y engendrad hijos e hijas; dad mujeres a vuestros hijos, y dad maridos a vuestras hijas, para que tengan hijos e hijas; y multiplicaos ahí, y no os disminuyáis. Y procurad la paz de la ciudad a la cual os hice transportar, y rogad por ella a Jehová; porque en su paz tendréis vosotros paz. Porque así dijo Jehová: Cuando en Babilonia se cumplan los setenta años, yo os visitaré, y despertaré sobre vosotros mi buena palabra, para haceros volver a este lugar” (Jeremías 29:4-7, 10).
Confianza en la verdadera voz profética
¿Pueden ver la rotunda diferencia de las visiones? Mientras que Jeremías les decía a los exiliados que vivieran de forma ordenada en el exilio, Ananías les decía que debían luchar contra Babilonia y pedirle ayuda a Egipto para destruirla. Mientras que Jeremías decía que Dios iba a mantener al pueblo en cautiverio por 70 años, Ananías decía que sería, como máximo, dos años.
Hoy es fácil saber que Ananías era un falso profeta, pero en el tiempo de Daniel no era tan fácil. La obediencia al mensaje de Jeremías no significaba olvidarse de Jerusalén y todo lo que ella representaba. Buscar el bienestar de Babilonia los llevó a ser como la sal y la luz para ese pueblo. Eso fue determinante en el ministerio de Daniel, y también lo será en nuestra vida y ministerio.
Permítanme explicarlo mejor. Percibo que las profecías que deberían unirnos en torno a la misión muchas veces nos están separando. Veo personas enfrentándose en internet por esa o aquella visión profética. En esas situaciones, solo puedo imaginar a Satanás sonriendo y diciendo: “Lo importante es que estén separados y pierdan el foco, incluso cuando sea en torno a las profecías”.