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Incoherencia

Incoherencia

El otro día me invitaron a dar un tema sobre salud en una iglesia local. El pastor era nuevo en el lugar y pensaba iniciar un programa de salud para la comunidad. Con ese objetivo en mente vino hasta la Universidad de Loma Linda y le preguntó al pres...


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El otro día me invitaron a dar un tema sobre salud en una iglesia local. El pastor era nuevo en el lugar y pensaba iniciar un programa de salud para la comunidad. Con ese objetivo en mente vino hasta la Universidad de Loma Linda y le preguntó al presidente de la institución, Dr. Hart, quién podría ayudarlo en ese proyecto. ¿Adivine a quién le recomendó? A mí. Pero no se preocupe con el posible aumento del “orgullo personal” por recibir un nombramiento del presidente. Estoy acostumbrado a ayudar a las iglesias con ese trabajo, o sea, no era algo nuevo para mí, y además, las cosas no sucedieron tan bien como pensábamos.

Fui hasta la iglesia y el sábado por la mañana presenté un sermón sobre salud. A la hora del almuerzo tuvimos un almuerzo en conjunto, muy común en las iglesias norteamericanas. Fue ahí que comenzó el problema. Al principio nadie quería sentarse junto a mí, y después me di cuenta que el menú era pollo frito, torta y helado. Más tarde tuvimos una reunión con el equipo del departamento de salud de la iglesia. Una enfermera que era la directora, mas varios profesionales del área de salud. Para cada sugerencia que yo daba venía una respuesta inmediata, era como si quisieran decirme que ya habían pensado en todo lo que estaba diciendo. Resolví solo escuchar y comencé a pensar en el nombramiento del presidente, ¿sería este un “regalo” suyo?

Cuando tuve la oportunidad de conversar a solas con el pastor, le dije que deberíamos comenzar a trabajar en primer lugar con la iglesia local, inclusive cité el asunto del almuerzo. Argumenté de la siguiente forma: “Si fuera a hablar sobre la prevención de la diabetes en la comunidad y explicar que la alimentación rica en azúcar blanca, pan blanco, frituras y carnes debe sustituirse por alimentos saludables, tendré que tener el apoyo de la iglesia. De lo contrario, ellos nos vendrán a visitar y comprobarán que somos incoherentes, no practicamos lo que predicamos. No espero que todos los hermanos sean vegetarianos o extremistas, pero tenemos que tener alimentos saludables en nuestros programas si tratamos de utilizar la salud como la forma de atraer a las personas, como un argumento para el evangelismo. El pastor estuvo de acuerdo pero dijo que la iglesia no estaba preparada. La última noticia que tuve de ese pastor es que había aceptado una invitación para ser misionero en África.

Es interesante, muchas veces los miembros de las iglesias me invitan a dar temas de salud, pero antes de hablar tengo que conversar con el pastor para saber si el tema es apropiado. Hablamos, hablamos y al fin de la siguiente semana todo está como era antes. ¡Llega a ser gracioso!

Cierta vez, un líder de una sede de nuestra iglesia vino a contarme que se hizo vegetariano. Lo felicité y le pregunté cómo había sido el proceso de cambio. En ese momento escuché una de las cosas más absurdas que he escuchado alguna vez. Había asistido, en la iglesia donde era miembro, a una presentación sobre salud hecha por un médico ateo. ¿No es absurdo?

Nuestra iglesia recibió el mensaje de salud hace más de 150 años por inspiración divina. Tenemos por lo menos cinco libros exclusivos sobre la reforma de la salud. Tenemos hospitales y clínicas, escuelas y universidades que promueven el estilo de vida saludable y el vegetarianismo por excelencia. Pero necesitamos escuchar a un médico ateo que nos hable sobre este tema para que logremos convencernos de la verdad. ¿No es extraño?

En otro momento promovimos la presencia del famoso cardiólogo Esselstyn en la iglesia de la Universidad de Loma Linda. Nuestro propósito era que hablara sobre su dieta vegetariana, la cual, según sus estudios fue capaz de revertir una enfermedad cardíaca por primera vez en la historia de la medicina, todo comprobado científicamente, él también era ateo.

La semana pasada fui invitado a presentar un tema sobre diabetes en una iglesia cerca de donde vivo. Llevé mi equipo de estudiantes para hacer algunos exámenes de salud, como el índice de masa corporal, volumen de grasa corporal, medida de contenido de agua, etc. Todo iba bien, hablamos sobre los alimentos buenos y dañinos, abordamos la importancia de los ejercicios físicos diarios, etc.

Al final, como sucede casi siempre, los hermanos prepararon una merienda para los participantes. La mesa estaba llena de biscochos, chocolates, tortas, bocaditos dulces y gaseosas. Incoherencias. Como cristianos debemos ser sinceros, y al final sugerí que la próxima vez ofrezcamos algunas frutas, vegetales o algún jugo natural.

A veces notamos nuestras “incoherencias”. Cierta vez al presentar una de mis clases de cocina, contraté al cocinero (chef) del hospital. Yo estaba enseñando a hacer un tipo especial de pan o torta natural, cuando de repente surgió en la receta una taza llena de manteca. Había terminado de hablar sobre el colesterol. Después de algunos minutos de discordancia y ajustes logramos llegar a un acuerdo y dejamos la manteca afuera.

¿Qué lección aprendemos de todo esto? Aprendemos que es más fácil hablar que comer. Es más fácil predicar que vivir. Es más fácil decir que hacer. Pero en el área de salud, así como en el área religiosa, somos lo que hacemos y no lo que decimos. Tenemos que ser sinceros y la palabra tiene una raíz latina “sine cera” sin cera, sin disfraz, auténtica. La sinceridad siempre habla más alto, no necesitamos decir que somos cristianos, o vegetarianos o seguir este o aquel régimen, las personas lo van a notar naturalmente. ¿De una forma o de otra nuestras incoherencias se manifestarán tarde o temprano. ¿Estamos siendo sinceros?

Hildemar Santos

Hildemar Santos

Salud y Espiritualidad

Cómo prevenir enfermedades y tener una vida saludable.

Médico y docente de la Faculdad de Salud Pública en la Universidad de Loma Linda, Estados Unidos.