La Iglesia y la economía creativa
Como ese nuevo mercado de trabajo, de la economía creativa, puede volver la iglesia aún más relevante para la comunidad.
Cómo este nuevo mercado de trabajo puede lograr que la Iglesia sea más relevante en la comunidad.
El brasileño sintió en el bolsillo el mal momento de la economía del país. En 2015, el desempleo nacional cerró en casi 9%. Un análisis de la Encuesta Nacional por Muestra de Domicilios (PNAD) evalúa que el desempleo supera el 10% de la población en 2016. Son más de dos millones de puestos de trabajo que dejarán de existir. Es más sufrimiento y es más desesperanza.
Hay algo de tierra arrasada cuando miramos solo por esta perspectiva. Pero, en un mercado de trabajo tan castigado como el brasileño, existen sorpresas interesantes. La economía creativa es un ejemplo. En todo el país, ocurrió un aumento de casi 70% en el Producto Interno Bruto (PIB) de ese sector, entre 2004 y 2013. Solo para comparar, en ese mismo período, el promedio de crecimiento en la economía nacional fue de 36,4%. La cantidad de trabajos formales en la economía creativa aumentó un 90%.
La idea de economía creativa viene de “industrias creativas”. La expresión surgió por primera vez en Australia, en 1994. Una definición nueva para un nuevo tipo de revolución: la que supera la manufactura, la agricultura y el comercio, formas tradicionales de economía y potencialmente lo que define hasta hoy el mercado de trabajo formal, para concentrar su poder de actuación en bienes y servicios creativos. Incluya en ese paquete todas las actividades basadas en el conocimiento y en la producción de bienes intelectuales y creativos, tangibles e intangibles, con innegable valor económico en su contenido.
Esas actividades están en la cultura, en la web, en la moda, en el diseño, en servicios audiovisuales, en la fotografía, en la música, en las artesanías, en la gastronomía. Las posibilidades son amplias. Una startup es una incubadora creativa, y aquel amigo suyo empeñado en desarrollar una aplicación representa ese universo. Hay además quien trabaja en panes artesanales. También es posible incluir a quien trabaja en actividades de televisión, radio y en los diferentes servicios de Internet, desde formas nuevas de comunicación hasta su uso como mercado.
Son situaciones nuevas, que traen posibilidades interesantes. En el momento de crisis por el que atraviesa el país puede haber muchas personas en nuestras iglesias y en las comunidades en donde están radicados los adventistas que están sufriendo con la pérdida de empleo, o de la reducción del poder adquisitivo familiar, causando pérdidas y tensiones en varios aspectos. La iglesia puede ser una fuente de orientación para preparar a las personas para ese mercado nuevo. Muchos de los servicios de la economía creativa son parte de la vida cotidiana de nuestras congregaciones: la música, la fotografía, la promoción de eventos, la gestión del sonido. ¿Cómo puede aprovechar la iglesia esa oportunidad para atraer todavía más la comunidad a su agenda y a su evangelización?
Ideas
Una iniciativa interesante sería la realización de talleres creativos en nuestros templos. Entre los seguidores de la iglesia, seguramente hay quienes trabajan con artesanías, gastronomía, fotografía, audiovisual, diseño web. Las iglesias pueden ubicar a esos profesionales y desafiarlos a ser voluntarios en esos talleres para proporcionar profesiones. Imaginen qué relevante sería para la comunidad tener iglesias que abran espacio en su agenda para realizar esos talleres creativos capaces de preparar para ese nuevo mundo de trabajo. Podrían funcionar, por ejemplo el domingo de tarde, o durante la semana en el período de la noche. Las iglesias con estructura suficiente para eso podrían inclusive promover clases usando las redes sociales, produciendo videos tutoriales sobre cómo usar técnicas artesanales como alternativas para generar recursos, por ejemplo, o cómo usar la fotografía como profesión, y por medio de esa expresión garantizar el sustento.
Estoy convencido de que nuestras iglesias pueden ser cada vez más relevantes en las comunidades donde están insertadas, y las iniciativas como esas ayudan en ese propósito. Las iglesias amadas por la comunidad serán capaces de ampliar sus resultados misioneros. Me gusta mucho el sentido de la vida comunitaria de la Iglesia en el libro de Hechos, especialmente al final del capítulo 2, donde se mencionan las personas de fe “alabando a Dios, y teniendo favor con todo el pueblo. Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos” (Hechos 2:47).
Creo realmente que nuestras iglesias, en este tiempo de tanta confusión como hoy, pueden ser esa iglesia del tiempo del Pentecostés: creativa, inspirada, activa, comunitaria y transformadora.