Iglesia, deudas y educación financiera de las familias
La fragilidad de la economía brasileña ha ampliado el número de familias con deudas.
Una avalancha es un fenómeno natural traicionero, capaz de provocar una tragedia en la vida de mucha gente. De repente, una capa de nieve se mueve de forma violenta, y aumenta a medida que desciende al valle, arrastrando casas, árboles, rocas, moviéndose de manera más acelerada y destructiva a una velocidad superior a 160 kilómetros por hora. Y es así, de repente, que un movimiento imperceptible se torna en algo con impresionante poder de destrucción.
Es posible usar la avalancha como la analogía perfecta del endeudamiento. Usted no lo nota, pero gastos no controlados, seguidos por compras con la tarjeta de crédito, pagos en cuotas en tarjetas de negocios, se van transformando al principio en una bola de nieve. Con la crisis económica por la cual atraviesa el país, esa bola de nieve va ganando cada vez más consistencia y fuerza. De repente, las finanzas de una familia entera sufren una corrosión digna de una avalancha.
El endeudamiento provoca inseguridad, problemas de salud, de relaciones y autoestima. La fragilidad de nuestra economía está ampliando el número de familias endeudadas. Los datos del Banco Central muestran que el 46% de las familias brasileñas están con deudas fuera de control. Eso es algo que pasa por otra realidad, igualmente dura, lo muestra la Encuesta nacional de muestra por domicilio (PNAD), que calculó que el desempleo en el 2015 alcanzó el nivel de 8,4%. Son casi dos millones de personas que perdieron el empleo. La desigualdad social en Brasil, que registraba catorce años de mejoría sistemática, aumentó por primera vez en 2015. Es realmente un escenario nuevo y diferente para mucha gente que no vivió crisis semejantes en el país, entre la década de 80 y comienzo de los años 90.
La Iglesia Adventista del Séptimo Día tiene algo que agregar a la sociedad brasileña en ese contexto, una sólida orientación sobre educación financiera para las familias. Eso es algo que inclusive me asusta, el hecho de no ser una iniciativa común a un número mayor de iglesias. Los adventistas pueden contribuir con el país abriendo las puertas de sus templos, escuelas, universidades y otras instituciones para enseñar a los brasileños nociones necesarias de economía y administración financiera. Existe cantidad de literatura sobre eso. Y el alerta es bien claro. Elena de White llegó a sugerir a sus lectores que esquivaran las deudas como quien esquivaría la lepra. (La educación cristiana, p. 452).
¿Cómo puede orientar la Iglesia a la población sobre educación financiera? Las posibilidades son muchas. Puede presentarse una serie sobre el asunto en los cultos especiales de jóvenes, el sábado de tarde, para mostrar el drama del endeudamiento y la importancia de saber hacer y administrar un presupuesto desde temprano. Es posible crear estudios de la Biblia orientados en esa noción de economía y su importancia para el equilibrio y el bienestar de los fieles. Se pueden crear clases de estudio sobre educación financiera y gestión de los recursos propios y ofrecerlas en nuestras Iglesias. También crear sitios y blogs con orientaciones para esa finalidad.
El brasileño no tiene la cultura de la economía de sus recursos. Algunos lo atribuyen a la Previsión Social, ya que países que no tienen ese derecho establecido de manera tan culturalmente fuerte, como el Brasil, necesitan aprender a ahorrar pensando en el tiempo de la vejez y la jubilación. De cualquier forma, la mala gestión financiera es un problema nacional. Y los adventistas tienen trayectoria y elementos intelectuales y bíblicos para ayudar a las personas a desarrollar esa esfera importante de vida. En ese contexto de una fuerte crisis económica, de desempleo y desigualdad, esas iniciativas ayudarán a la Iglesia a ser socialmente relevante en las comunidades.