Ofrenda de perdón y amor
¿Hasta que punto la ofrenda que damos a Dios puede beneficiar el proyecto de la Iglesia a nivel mundial?
Solo una vida perdonada y llena del amor de Dios tiene plenitud de alegría.
“Después de cada fiesta, Job llamaba a sus hijos y celebraba una ceremonia para pedirle a Dios que les perdonara cualquier pecado que pudieran haber cometido. Se levantaba muy temprano y le presentaba a Dios una ofrenda por cada uno de sus hijos. Job hacía esto pensando que tal vez sus hijos podrían haber ofendido a Dios o pecado contra él. Para Job, esto era una costumbre de todos los días” (Job 1:5 TLA).
Al realizar encuestas en las iglesias con la pregunta ¿Por qué damos ofrendas? La gran mayoría de las personas responde: “En gratitud por las bendiciones recibidas”. Ese es un motivo secundario. La primera razón de ofrendar es por causa de los pecados cometidos con acciones o pensamientos. Exactamente lo que Job hacía constantemente con su familia. Como también lo hicieron todos los fieles que vivieron después del inicio del pecado hasta hoy.
El sistema de las ofrendas se inició por causa del pecado. “Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro”, es lo que dice el libro de Romanos 6:23. El dinero de nuestro sueldo materializa parte de la vida dedicada a una ocupación. Cuando ofrendamos colocamos parte de nuestra vida en las arcas. Un porcentaje regular y sistemático, proporcional a la gratitud.
Jesús colocó voluntariamente toda su vida en la cruz por amor. La ofrenda del “salario del pecado” fue suficiente para cubrir todos los pecados que cada ser humano cometiera. Pues esta ofrenda fue planeada y separada “antes de la fundación del mundo” (Apocalipsis 13:8). “pero Cristo, habiendo ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los pecados, se ha sentado a la diestra de Dios, […] porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados” (Hebreos 10:12, 14).
La escritora Elena de White aclara ese tema presentando los motivos de las ofrendas de sacrificio: “El sacrificio de animales fue ordenado por Dios para que fuese para el hombre un recuerdo perpetuo, un penitente reconocimiento de su pecado y una confesión de su fe en el Redentor prometido”.1
Adán y Eva deberían ser fieles a tres instituciones sagradas creadas por Dios:
El casamiento: Del que Dios es el sustentador.
El sábado: Un reconocimiento del señorío de Dios.
El árbol del conocimiento del bien y del mal: Una prueba de fidelidad.
Sobre el árbol, Elena de White comenta: “Adán y Eva podían comer libremente de todos los demás; pero de ese árbol especial Dios dijo: “No comerás” (Génesis 2:17). Eso constituía la prueba de su gratitud y lealtad a Dios”.2 “No debían comer del árbol del conocimiento del bien y del mal. Dios se reservó ese árbol como recuerdo constante de que era dueño de todo. Así les dio oportunidad de demostrar su fe y confianza obedeciendo perfectamente sus requerimientos. […] Pone sus tesoros en las manos de los hombres, pero requiere que una décima parte sea puesta fielmente a un lado para su obra”.3 Recordando que los diezmos también son ofrendas a Dios.
¿Ofrenda por la gracia o por las obras?
Tanto la salvación como las ofrendas siempre fueron por la gracia. Las ofrendas de Abel y Caín representaban bien esto. La de Abel representaba el “cordero de Dios que quita el pecado del mundo” (Juan 1:29). La ofrenda de Caín simbolizaba los frutos de sus méritos personales, recordando el egoísmo humano y el deseo de ver y controlar los resultados de la aplicación de los recursos.
“¡Cuán grande fue el don hecho por Dios al hombre, y cuán propio de Dios fue hacerlo! El dio con una liberalidad que jamás podrá ser igualada, a fin de salvar a los rebeldes hijos del hombre y de inducirlos a ver su propósito y a discernir su amor. ¿No queréis demostrar por medio de vuestros dones y ofrendas que no hay nada que consideráis demasiado bueno para aquel que ‘ha dado a su Hijo unigénito’? (Juan 3:16) —RH, 15 de mayo de 1900”.4
Ofrenda 60/20/20 o con finalidad determinada.
Cuando el dador no indica el destino de la ofrenda para proyectos y cosas, esta se distribuye de la siguiente manera dentro de un plan mundial: el 60% queda en tesorería de la iglesia local, un 20% va para proyectos misioneros mundiales, y el otro 20% se distribuye para la predicación de las “buenas nuevas” del evangelio la siguiente manera: el 70% en la región de la Asociación/Misión, 18% para el territorio de la Unión y 12% para el territorio de la División Sudamericana compuesta por sus ocho países.
“El Señor no necesita nuestras ofrendas. No podemos enriquecerlo con nuestros donativos. […] Esta es la única manera posible como podemos manifestar nuestra gratitud y nuestro amor a Dios, porque él no ha provisto ninguna otra”.5
Las ofrendas determinadas a proyectos locales deberían ser las ofrendas de sacrificio y nunca las colocadas en el arca o en el sobre. ¿Sus ofrendas se parecen más a la de Caín o la de Abel?
¿Por qué damos ofrendas?
Para que recordemos en cada culto que somos perdonados/salvos y amados por lo que Jesús hizo en la cruz, hace hoy como intercesor en el Santuario Celestial y lo que hará por sus hijos fieles cuando regrese para la redención eterna.
“El servicio diario consistía en el holocausto matutino y el vespertino, en el ofrecimiento del incienso en el altar de oro y de los sacrificios especiales por los pecados individuales. Además, había sacrificios para los sábados, las lunas nuevas y las fiestas especiales”.6
Deberíamos ofrendar también dos veces al día:
A las 7:00 en el culto de la mañana: Un agradecimiento por las misericordias renovadas cada día.
A las 7:00 en el culto de la noche: Para pedir perdón por los pecados cometidos durante el día.
Los 7 días de la semana: En todas las reuniones de la iglesia, por medio de las ofrendas, presentando nuestra alegría por el perdón y amor inigualable de Jesús. (777 plan mundial).
Referencias:
1 Elena de White, Historia de los patriarcas y profetas (Bs. As.: ACES, 1997), p. 54.
2 Elena de White, Consejos sobre mayordomía cristiana (Bs. As.: ACES, 1978). p. 69.
3 Elena de White, Joyas de los testimonios (Bs. As.: ACES, 1975), t. 3, p. 37.
4 Elena de White, Consejos sobre mayordomía cristiana (Bs. As.: ACES, 1978), p. 21.
5 Elena de White, Ibíd., pp. 20-21.
6 Elena de White, Historia de los patriarcas y profetas (Bs. As.: ACES, 1997), p. 365.