¿Inanición u obesidad infantil?
Niños que comparten el alimento espiritual con nosotros ejercen la misión.
Quien piensa que este es un artículo sobre salud y nutrición infantil está en lo correcto y a la vez equivocado.
Haremos una analogía sobre la alimentación, pero no se trata de papas, frijoles, arroz o ensaladas. Aquí hablaremos de alimento espiritual para nuestros hijos. Y un poco más allá del alimento, abordaremos, también, el tema del ejercicio y el fortalecimiento de los músculos.
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Cuando hablamos de discipulado de niños en la iglesia debemos considerar sus características y necesidades. Los niños pequeños necesitan de alimento para crecer. Por la característica de la dependencia, también necesitan de alguien que los alimente, que cuide de ellos, que les diga qué hacer y por dónde continuar. Este acompañamiento produce seguridad en los niños y desarrolla en ellos la percepción de su valor personal. A partir de estos elementos, ellos confían en el otro y en que son capaces de desarrollar su fe en Dios, si así se les enseña. Como dice Proverbios 22:6: “Instruye al niño en su camino y aun cuando fuere viejo no se apartará de él”.
Convivencia esencial
En estos tiempos, muchos viven como relámpagos para sus hijos: solo se cruzan con ellos de vez en cuando, y con mucha rapidez. No logran iluminar su camino por más de 30 segundos. No tienen tiempo para lo que es más precioso: la convivencia y el moldeado.
Estos niños están muriendo por inanición, pues pasan días sin comer, o solo sobreviven con pequeñas porciones de alimento espiritual que reciben en la Escuela Sabática y la adoración infantil los sábados. Y lo peor es que sus padres no se dan cuenta porque están en la misma situación, en la mayoría de los casos. Una familia raquítica, casi sin vida y sin fe en Dios y en el poder transformador de su Palabra. Otras filosofías y estrategias comienzan a llenar el vacío de ese cuerpo a fin de sustentarlo.
Obesidad sin movilidad
Es impresionante la forma en la que actúa el enemigo de Dios. Él posee una estrategia para cada situación. Vamos a reflexionar un poco sobre lo que puede salir mal con una familia que alimenta bien a sus hijos. ¿Será que esta familia corre algún riesgo? Aparentemente, no.
En este segundo caso, tenemos una parte de las familias que se preocupan de la alimentación diaria de sus hijos. Este grupo suple a los niños con la lección de Escuela Sabática, meditación, Biblia, libros denominacionales, programas religiosos semanales, etc. En estos hogares, existe alimento abundante, muchas veces de sobra, donde los miembros de la familia no logran comer todo lo que tienen. Veo en este escenario a una familia que incluso puede estar quedando obesa, pues hay más comida que gasto de energía. Vamos a comprender bien esta situación. No estoy diciendo aquí que esos alimentos no son importantes. Quiero abordar otra problemática que puede suceder hasta con las familias que se alimentan mucho. En la naturaleza, todo organismo vivo se nutre para gastar la energía, y así sobrevive.
Una familia que piensa que es suficiente conocer toda la historia de la iglesia, comprar todos los devocionales y mantener la tradición de los cultos y rituales de la fe, puede estar completamente obesa, al punto de estallar, en caso que no estar gastando la energía con la misión individual que Jesús les dejó.
Me gusta pensar que hacer misión es como hacer ejercicio. Fortalece los músculos del cristianismo. Equilibra el peso. Este es un gasto de energía necesario para sobrevivir. No es suficiente solo alimentar a nuestros hijos, también necesitamos ponerlos en el gimnasio de la misión. Los pequeños deben experimentar la alegría de servir a Jesús y a la humanidad. Como dice Elena de White, en el libro Servicio cristiano, “Los niños han de ser educados […] a ser diligentes en la obra misionera; y desde sus primeros años, ha de inculcárseles la abnegación y el sacrificio por el bien de otros y para el adelanto de la causa de Cristo, a fin de que puedan ser colaboradores juntamente con Dios”[i].
Para el Ministerio del Niño y del Adolescente, dos son los énfasis más importantes y necesarios:
- Nutrir a esta nueva generación con alimento espiritual saludable;
- Fortalecer el discipulado de la familia por medio de la participación de los hijos en la misión.
Discipulado, el principal vocablo griego traducido en los evangelios, es definido abundantemente en la palabra mathetes, que significa ser seguidor de Jesús, ser aprendiz y estar comprometido con él. En el libro En los pasos del Maestro, el pastor Adolfo Suarez nos ayuda en el retrato de un discipulado práctico y activo.
No hay discipulado sin compromiso, sin ejercicio. La manera de fortalecer a la nueva generación es involucrarla en un enfoque activo, de participación en la misión, sumado a la comunión y a la relación con Jesús. Muchos hijos de la iglesia salen de nuestras filas por no tener músculos fuertes para los momentos de prueba. Fueron alimentados, pero no ejercitados.
Tanto la inanición como la obesidad pueden ser perjudiciales. La falta de alimento o el exceso del mismo puede matar. Lo que necesitamos es una dieta equilibrada. Alimento y gimnasia. Los hijos sin músculos no escalarán la eternidad.
[i] Servicio cristiano, p. 255, 256.