¿Cómo enfrentamos las ideologías?
En un mundo donde las batallas son cada vez más fuertes, se necesitan fe y conexión fuertes e inquebrantables con Dios.

Las ideologías siempre desafiaron la fe cristiana. En el pasado, se manifestaban fuera de la Iglesia, como el ateísmo, el marxismo y el darwinismo. Hoy, se infiltran en el medio cristiano, promoviendo el progresismo teológico y la relativización de la autoridad bíblica. ¿Cómo debemos responder a esas influencias?
El apóstol Pablo enfrentó desafíos similares en su tiempo. En 2 Corintios 10:3-5, él combate argumentos falaces que minaban su ministerio. Su estrategia de combate sirve de ejemplo para nuestro tiempo.
La lucha de Pablo contra las ideologías
El apóstol Pablo estaba enfrentando oposición a su apostolado en la iglesia de Corinto. El texto nos da a entender que había personas levantando ideas contrarias a su trabajo espiritual. En el capítulo 10 de su segunda carta a la iglesia de Corinto, él combate esas ideas. Su estrategia para resolver el problema va más allá de los argumentos lógicos, pues lleva la cuestión al ámbito espiritual.
Pablo escribió: “Pues, aunque andamos en la carne, no militamos según la carne; porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas, derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo” (2 Corintios 10:3-5). Pablo usa un lenguaje militar para demostrar que las ideologías no son solo conceptos humanos, sino fortalezas espirituales que aprisionan mentes.
El término griego para sofismas es logismos (λογισμός) que se refiere a argumentos falaces hostiles a la fe cristiana. En el contexto paulino, los “logismos” eran las ideas contra su apostolado. En nuestro contexto, esas fortalezas, o ideologías, incluyen:
- La separación artificial entre ley y gracia;
- El progresismo teológico;
- La desvalorización de la autoridad bíblica;
- El evangelio social y la teología de la liberación;
- El liberalismo teológico;
- La ideología de género, entre otras.
Otro aspecto citado por Pablo contra el cual luchar era la arrogancia de los ideólogos. La arrogancia intelectual, descrita en el griego como hupsoma (ὕψωμα, “estructura elevada”), forma barreras que impiden que la gracia de Dios alcance los corazones endurecidos de quienes sustentan las ideologías no bíblicas.
La estrategia para la victoria
Pablo nos enseña que no es suficiente con refutar ideologías solo con lógica, pues la batalla es espiritual, por eso, necesitamos armas espirituales. En Efesios 6:10-18, él describe la armadura de Dios, esencial para resistir las ideologías antibíblicas:
- Cinto de la verdad: discernir entre el evangelio y las falsas doctrinas.
- Coraza de justicia: guardar el corazón de la corrupción.
- Calzado del evangelio de la paz: anunciar la verdad con firmeza y amor.
- Escudo de la fe: defenderse contra ataques ideológicos.
- Yelmo de la salvación: preservar la mente de la confusión espiritual.
- Espada del Espíritu (Palabra de Dios): nuestra arma contra la mentira.
Además, Pablo enfatiza la necesidad de llevar “cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo”. Aquí, enfrentamos la cuestión central: ¿el cristiano se somete a la cultura o la juzga según la Escritura?
El teólogo Richard Niebuhr, en Cristo e a Cultura (Paz e Vida, 1967), presenta tres posibles posturas ante la cultura:
- Absorción total: adaptación irrestricta de los valores culturales a la fe cristiana, comprometiendo la integridad del evangelio;
- Rechazo total: aislamiento de la cultura, perjudicando la misión cristiana;
- Discernimiento y sumisión a Cristo: la cultura debe ser analizada y juzgada a la luz de las Escrituras.
La postura correcta es reconocer que Cristo no se somete a la cultura, sino que la juzga soberanamente. Lo mismo se aplica a la Biblia y la fe cristiana.
Un compromiso fuerte y definitivo
La batalla contra las ideologías no es solo contra personas, sino contra fortalezas espirituales que distorsionan la verdad de Dios. No podemos permitir que los conceptos humanos relativicen el evangelio.
Nuestro compromiso debe ser inquebrantable: la Biblia es nuestra autoridad final. Que nuestros pensamientos siempre sean llevados cautivos a Cristo, resistiendo las presiones ideológicas. “Mas el que se gloría, gloríese en el Señor; porque no es aprobado el que se alaba a sí mismo, sino aquel a quien Dios alaba” (2 Corintios 10:17, 18).
Que Dios nos fortalezca en esta batalla y nos mantenga firmes en su verdad.