El discurso del papa en el congreso norteamericano
El discurso del Papa posee varios aspectos interesantes que merecen reflexión bajo el punto de vista bíblico.
La comunicación es mucho más estratégica de lo que pensamos. Por medio de ella se envían mensajes que esperamos sean asimilados. Y ahí viene el discurso. Para algunos lingüistas, sociólogos y estudiosos de Comunicación, como Émile Benveniste, el discurso tiene mucho que ver con algo que sustenta una ideología. O sea, está basado en el conjunto de pensamientos y visiones del mundo derivados de la posición social de un grupo o institución.
Eso se aplica totalmente al discurso hecho por el papa Francisco este jueves 23 en el Congreso de los Estados Unidos de Norteamérica. El discurso ganó aires históricos, porque fue la primera vez que el líder del Vaticano visitó el lugar. Además de eso, es notoria su popularidad, inclusive entre los no católicos. Según una encuesta del The New York Times y CBS realizada a principios de setiembre de este año, 45% de los entrevistados dijeron que ven al papa como un líder y portavoz humanitario para todos los pueblos independientemente de la religión.
Esa popularidad se tornó evidente antes y durante el discurso del líder a los congresistas. Eran constantes los momentos en que los presentes se levantaban e aplaudían partes de la charla del cardenal Jorge Mario Bergoglio. Su presencia en el lugar donde son elaboradas y votadas leyes de una de las más importantes y estratégicas naciones del mundo provocó profunda atención y reverencia.
Antes que nada, mi análisis tiene que ver con la comunicación y la relación con otros contextos, inclusive el bíblico al respecto del hecho. No me propongo aquí forzar interpretaciones y soy bastante contrario a alarmismos escatológicos del tipo que convierte cualquier movimiento del líder del Vaticano en una clara evidencia de que el mundo se aproxima al fin. Prefiero una línea más equilibrada y sostenible.
El discurso
Francisco habló sobre diferentes temas, pero quiero destacar algunos trechos de la charla de él a los congresistas que son significativos e indican algunos pensamientos y conceptos. El líder del Vaticano comentó que “ninguna religión es inmune al extremismo ideológico” y criticó el llamado fundamentalismo religioso.
El temor de él y de otros líderes mundiales parece ser en relación a los puntos de vista extremistas de cualquier religión. Evidentemente las visiones desequilibradas de la religión, que llevan hasta la muerte de gente inocente, no son amparadas por la Santa Biblia. En el libro sagrado del cristianismo, el ejemplo de Cristo, Pablo y otros apóstolos demuestra claramente la capacidad de contextualizar el mensaje para que sea comprendido por pueblos de diferentes orígenes y realidades y no hay registros de imposición de las enseñanzas.
Sólo que el fundamentalismo no puede ser entendido como opinión diferente de la mayoría religiosa. Hay un movimiento liderado por el Vaticano para una unión de religiones en torno de un bien común, la paz mundial, etc. Pero esa unión no es en torno de la búsqueda por medio de la práctica de las enseñanzas bíblicas. Es mucho más de fondo geopolítico.
¿Fundamentalismo tal vez sea, todavía, un término relacionado con los grupos que están fuera o de alguna manera no armonizan con ese trabajo de bien común? Si lo fuera, tiene todo que ver con el capítulo 12 de Apocalipsis. Allí muchos estudiosos interpretan que tenemos la narrativa de la persecución de la mujer (iglesia en lenguaje profético bíblico), pero no una iglesia cualquiera y, sí, un movimiento religioso que observa (enseña y practica) los mandamientos de Dios (versículo 17). Y esa persecución es protagonizada por el dragón (entendido como Satanás), o sea, él es el gran motivador de esa intolerancia. La manera como él persigue está más detallada en los capítulos 13, 17 y 18.
Por otro lado, es preciso entender lo que el papa Francisco quiso decir en su discurso histórico cuando habla del “reduccionismo simplista que sólo ve el bien y el mal”. O sea, no se puede distinguir todo entre bien y mal, por lo tanto hay un poco de bien y de mal en todos los segmentos. ¿Sería eso? Si fuera efectivamente, hay un problema con el concepto bíblico del origen del mal (Génesis 3), el desarrollo del pecado y los resultados de eso en la vida humana de manera práctica (Romanos 3:9-18 y 5, 6 y 7) y el propio significado del gran conflicto espiritual presente en toda la Biblia es confirmado en Apocalipsis 12:7-12.
El papa Francisco resaltó a los atentos congresistas estadunidenses dos puntos ya abordados anteriormente: la necesidad del cuidado del medio ambiente y la construcción del bien común de una sociedad que sacrifica intereses particulares para apoyar las diferencias.
Los dos temas están entrelazados, pues la última encíclica (Laudato si) firmada por el pontífice trató específicamente de eso. En esencia, enfatiza la necesidad de preservar el medio ambiente para que la sociedad, como un todo, sea beneficiada. Nada de malo en sí en este tipo de enfoque.
La cuestión, no obstante, es percibir que, por cuenta de la historia de los discursos del Vaticano acerca de esas temáticas, ese bien común tiene relación total con la estrategia de unificar las religiones en torno del liderazgo del Vaticano (hecho conocido, pues basta hacer clic aquí). La estrategia fue motivada por los antecesores de Francisco y ha avanzado bajo su pontificado.
Y en ese ímpetu por unir a todos bajo la batuta del pontífice católico hay algunas inconsistencias con la narrativa bíblica. Un ejemplo básico es que en esa encíclica, que fundamenta el discurso a favor de la preservación ambiental, el domingo es presentado como “el día de cura de las relaciones del ser humano con Dios, consigo mismo, con los demás y con el mundo”. El detalle, que en verdad no es apenas un detalle, es que bíblicamente no hay ninguna referencia al domingo como un día especial separado por Dios. La atribución es exclusiva del sábado.
Buena retórica es lo que se ve en el papa, Pero el discurso, bajo el punto de vista bíblico, siempre sufrirá un análisis más crítico. Para pensar, reflexionar y verificar todo eso en un contexto mayor y más profundo.