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Todos los días es día de ser padre

Ser padre puede significar muchas cosas, pero es, por encima de todo, hacer la diferencia en la vida de los hijos todos los días.


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Foto: Shutterstock

Antes de ser padre, confieso que me preocupaba poco por el Día del Padre, recordado en el segundo domingo de agosto. Acostumbraba valorar mucho más el Día de la Madre como tal vez muchos lo hagan aun sin percibirlo. Siempre recordé a mi padre en este día con un cariño, un regalo o una llamada distinta, pero esa visión sobre lo que significa ser padre cambió obviamente y radicalmente cuando me convertí en un ejemplar de esa especie.

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El Día del Padre se volvió, en verdad, en todos los días. Explico.

Mi padre ciertamente ya había experimentado eso y yo, solamente hoy, 4 años y medio después de ser padre, logro tener una idea un poco mejor de la importancia y la responsabilidad de la paternidad. Antes yo estaba en el papel del hijo que “recuerda” al padre por todo aquello que él hace y representa para mí. Excelente.

Pero ahora yo estoy en ese papel. ¡Eso hace toda la diferencia!

Y lo más importante. Ese papel no se da solo en el segundo domingo de agosto. Es justamente lo contrario. Ese día específico, en el caso de Brasil y en otros países probablemente en otros días, termina siendo una fecha de regalos ocasionales, de un desayuno sorpresa, entre otras demostraciones de afecto muy buenas.

Pero la verdad es que todos los días son diferentes en el papel de padre. Días en que yo debo hacer la diferencia para mi hija. Y en el caso de alguien que se dice cristiano, ese diferencial abarca no solo lo mínimo esperado en términos de un responsable por una familia, sino que exige una visión integral, lo que incluye el papel de ejemplo cristiano.

Ejemplo diario, impacto para siempre

Como padres, todos los días tenemos un desafío gigantesco. Servir de ejemplo. Claro que los padres son absolutamente imperfectos, vacilan, cometen errores, necesitan ser perdonados, etc. Pero es innegable que el ejemplo del padre impacta en la vida del hijo, de una forma o de otra. Para que ese hijo vea la vida con la mirada del amor cristiano o, dependiendo del caso, termine utilizando otros tipos de filtros, algunos, quién sabe, bastante pesimistas, derrotistas y que hagan que la vida parezca una desgracia, una guerra perdida. El padre está por detrás de todo eso.

Y ahí viene el elemento sobrenatural que para mí tiene total relación con quién es, para mí, el Dios personal de la Biblia. Sea en la figura de un Padre que ama incondicionalmente a los hijos, pero debe reprenderlos siempre que sea necesario y ayudarlos a realinearse en la trayectoria de la vida. O, tal vez, de un Padre que puede dar mucho más de lo que pensamos o imaginamos, pero, a veces, restringe algo que pedimos porque sabe que ese no fue el mejor pedido. No sería lo mejor para nuestro desarrollo como personas.

Y esa relación entre lo divino y lo humano se reproduce en el mundo de los padres terrestres con sus hijos. Lo que pienso, digo y hago afectará para siempre las percepciones del mundo de mi hija. Mientras sea pequeña, todo lo que soy (imperfecciones, defectos, faltas de carácter, virtudes) será una enorme influencia en ella y a medida que la pequeña se vuelva grande, yo ejerceré menos influencia directa por causa de muchas influencias exteriores. Pero lo que ella retuvo, a partir de lo que vio en mí y todavía ve, marcará algún tipo de diferencia en su vida.

Juan 17 y nuestra vida

 El capítulo 17 de Juan es muy bonito, no solo por las razones obvias en virtud de la oración sacerdotal de Cristo y su pedido de unidad. Sino por la forma como Cristo se dirige a su Padre en la condición de Hijo mostrando una dependencia, una sumisión. Jesús habla con sinceridad al Padre sobre su misión en este mundo, lo que todo eso implica, en fin, una charla abierta y sincera. De Hijo a Padre.

Eso acontece en mi vida como padre. Tengo ante mí una hija dependiente, que ora se somete, ora no se somete. Debe aprender tantas cosas. Al mismo tiempo, me enseña mucho también. Debo tener ese mismo diálogo con ella, no una u otra vez, sino siempre. Es un desafío para todos nosotros, los padres, pero debe suceder.

Es por eso que digo que el Día del Padre se volvió todos los días. Siempre es hora necesaria y fundamental de ser padre, de ser más que un proveedor de confort, comodidad y seguridad material para un hogar. De ser un líder cristiano, un ejemplo de inspiración, alguien que haga alguna diferencia en la vida de ese hijo que crece y necesita tener alguna referencia donde apoyarse. El papel de la madre es indiscutible y no lo olvido, porque es bastante claro y fundamental.

Pero aquí quiero destacar el papel del padre.

Oro por este desafío cada día. ¡Necesito mucho del Padre mayor para ser un padre mejor!

Felipe Lemos

Felipe Lemos

Comunicación estratégica

Ideas para una mejor comunicación personal y organizativa

Periodista, especialista en marketing, comunicación corporativa y maestro en la línea de Comunicación en las Organizaciones. Autor de crónicas y artículos diversos. Gerencia la Asesoría de Comunicación de la sede sudamericana adventista, ubicada en Brasilia. @felipelemos29