“Me doy asco, y por eso me corto”
Hay muchas personas que sufren calladas, y que silenciosamente gritan por socorro.
Comencé a recibir con frecuencia, principalmente de adolescentes, mensajes de personas confesando que se automutilan. Recuerdo el malestar que sentí cuando abrí la foto enviada por una seguidora y me encontré con una imagen fuerte: un brazo lleno de cortes recientes y varias cicatrices que revelan una angustia antigua y persistente.
Tratando de entender lo que ellas sienten para llegar al punto de herir su propio cuerpo, descubrí que la respuesta está muy lejos de ser simple. Es mucho más amplia de lo que imaginaba.
Algunas personas se lastiman en un intento de transferir el dolor emocional al físico, en un intento desesperado de aliviar un poco el alma. Otras se cortan por ya no sentir más nada: ni amor, ni rabia, ni paz, ni miedo. Por eso, prefieren sentir dolor a vivir de modo insensible.
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Pero también recibí un mensaje que revela otro perfil de quien se automutila. Una joven me contó que se corta por sentir asco de su propio cuerpo. Ella me dijo con palabras sinceras y profundas lo siguiente: “Cada vez que miro mi cuerpo siento asco y me descompongo. Tengo mareos, vértigo, dolores de cabeza y hasta vómitos, todo eso cuando me miro en el espejo”. Una declaración cortante, ¿no es cierto? Pero no más cortante que la actitud atormentada de quien está sumergido en la desesperanza.
Al conocer casos de ese tipo, no preguntamos: “¿Qué es lo que puede haberle causado ese dolor?”. Podemos ver a las personas, pero no podemos ver el bagaje emocional que cargan. Algunos son tan pesados que les impiden salir del lugar e incluso les impide respirar. ¡Que sofocante y aprisionante debe ser cargar ese fardo! Después de todo, ¿qué es lo que podría haber hecho que esta joven sienta asco de sí misma?
“Sufrí bullying, fui abusada cuando tenía 6 años de edad por varios hombres, y uno de ellos es de mi familia. No fue una sola vez, fueron muchas veces. Lo intenté, Manu. Yo los golpeaba, pero eran muchos. Mi familia sabe, pero nunca habló conmigo de eso, nunca me aconsejó, por el contrario, se apartó de mí”.
Después de contarme su historia, me reveló que intentó suicidarse varias veces. Creo que una de las mayores misiones de Satanás es destruir nuestra identidad celestial. Él anhela que cuando las personas se miren al espejo vean todo, menos a Dios. Quiere que se olviden de la imagen y semejanza del Señor y se nivelen con la basura, sintiendo incluso asco de sí mismas.
Él triunfa cuando no nos reconocemos como templo y nos confundimos con un albergue cualquiera. Cuantas estrategias bajas él usa para ofuscar la realidad de que somos un milagro en las manos del Creador. Ore conmigo en este momento:
Padre querido, gracias por mostrarme de modo maravilloso que no soy un error. Te agradezco también por abrazarme cuando el mundo intenta herirme, por mostrarme que tu poder es mayor que cualquiera de mis problemas. Así como el salmista reconozco que creaste lo íntimo de mi ser y me tejiste en el vientre de mi madre. No es por casualidad que estoy aquí.
La vida puede ser muy difícil. Existen personas crueles intentando destruirme desde adentro hacia afuera, pero no voy a permitir que las circunstancias hagan que me olvide de mi valor. Sé que soy una extensión tuya, por eso cuando me lastimo, el Señor también siente dolor. No quiero seguir lastimándome, cortándome, no quiero desear la muerte. Quiero soñar con la vida… y aún más con la vida eterna. Por favor, Padre, despierta en mí sentimientos nobles y dame fuerzas para vencer el dolor emocional. Líbrame de la carga que me sofoca. Cambia ese peso por ligereza y paz. Señor, que mis cicatrices sean solo un recuerdo de que el Señor me dio la victoria. ¡Amén!