Qué aprendí con la “mujer más fea del mundo”
No vea sus problemas apenas como problemas. Pueden ser oportunidades.
Lizzie Velásquez nació. Seguramente sus padres idealizaron grandes conquistas para su vida mientras la esperaban. Pero, lo que no esperaban era que uno de los títulos que ella conquistaría en su juventud sería el de mujer más fea del mundo. Lizzie recibió el diagnóstico de un síndrome raro llamado Marfan, solo dos personas en el mundo sufren de ese mal, y lipodistrofia, que causa una apariencia envejecida, y además impide aumentar de peso. Hoy, con 28 años, mide 1,57 y pesa cerca de 27 kg. Además Lizzie es ciega de un ojo.
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Sus dificultades fueron amenizadas con la dedicación y el amor de sus padres. Ellos nunca la trataron como alguien inferior o, mucho menos, como si fuera fea. Cuando supieron de su enfermedad dijeron a los médicos que la amarían y criarían con lo mejor de sus capacidades. Lizzie fue criada como una persona totalmente normal, tanto que solo notó que tenía una apariencia no común cuando comenzó sus estudios. En el nuevo ambiente, ella fue el blanco de bromas y agresiones, y demoró para entender el motivo, pues se consideraba una niña como todas las demás. Pero mientras ella sonreía cortésmente a las personas, recibía como respuesta miradas enojadas, como si fuese un monstruo. Infelizmente, el bullying se intensificaba cada año.
Cuando tenía 17 años, Lizzie fue víctima de bullying virtual. Subieron un video en Internet declarando que ella era la mujer más fea del mundo. Las millones de visualizaciones abrieron las puertas para una avalancha de agresiones. Ella recuerda los innumerables comentarios que decían que debería hacerle un favor al mundo si se mataba.
Al verla desconforme y triste con tanta maldad, su padre decidió darle un consejo no probable de efectuar. “Una de las primeras cosas que me dijo cuando sucedió todo eso era que necesitaba perdonar a las personas”, cuenta Lizzie. “Al comienzo, pensé: ¿Estás loco? No hay cómo perdonarlas, son muy malas”. Pero comencé a entender que esas personas podrían no tener una vida tan buena, e infelizmente, la única forma de sentirse mejor era haciendo que otras personas se sientan mal. Eso costó mucha oración”.
Una nueva mirada
La sugerencia de su padre la hizo encarar su condición de manera más positiva. Lizzie dejó de tener pena de sí misma y, en vez de esconderse detrás de la autocompasión, decidió encarar sus problemas con optimismo hasta ver con humor los beneficios de su síndrome. “Yo puedo comer todo lo que quiero y nunca voy a engordar”, bromea. “Yo uso lente de contacto…solo un lente, porque soy ciega del otro ojo”, continúa.
Lizzie cuenta que cuando las personas demuestran pena al ver su realidad, ella responde animadamente: “Sabe, yo tengo muchas dificultades, pero todo está bien… está todo bien”. Ella además resalta la importancia de la fe en su vida: “Cuando tengo un día malo, sé que lo único que tengo que hacer es entregarlo en las manos de Dios, pues él me ayudará a superar cualquier cosa”, afirma.
La joven entendió que su enfermedad no podría limitarla a desarrollarse intelectualmente y ser útil para la sociedad. Como sus padres decían, ella tenía un síndrome, pero el síndrome no la definía. Ella podría ser quien deseara. Una de sus conquistas profesionales fueron sus estudios de Comunicación en la Universidad Estatal de Texas. Después, lanzó un canal en YouTube para contar su historia y dar lecciones de autoestima. Hoy, viaja por el mundo como disertante, y además, es autora de libros motivadores y líder del movimiento anti-bullying cibernético.
“¿Yo voy a dejar que las personas que me llaman monstruo me definan? No. Voy a dejar que mis objetivos y mis realizaciones sean las cosas que me definen”, reflexiona Lizzie. “Usaré toda lo negativo de las personas para encender la llama que me hace seguir adelante”, continúa.
En un mundo donde estamos condicionados a colocar nuestros defectos y limitaciones al volante de nuestra vida, no se olvide que es usted quien decide lo que lo define, es usted quien elige el camino que seguirá. Y antes de creer en las palabras de desprecio de las personas hacia usted, deje que Dios le diga quién es.
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