Vientos de guerra
¿Qué dicen las profecías sobre la guerra? Haga un completo estudio con este artículo.
“Turquía se va a arrepentir”, afirmó el presidente ruso Vladimir Putin después que un avión militar de su país fue abatido por un F-16 turco. El avión ruso, que hacía ataques en la vecina Siria, había entrado menos de dos kilómetros en el espacio aéreo turco. La fuerza aérea turca dice haber alertado diez veces antes de abrir fuego. Los dos pilotos rusos lograron eyectarse del avión en llamas, pero, cuando sus paracaídas se abrieron, ellos se volvieron blanco de los rebeldes sirios en el terreno. Uno de los pilotos murió.
Así como Turquía y Rusia, Estados Unidos, Francia, Alemania, Gran Bretaña y aproximadamente otros 60 países fueron arrastrados al conflicto sirio. La complejidad de esta guerra, con cada vez más involucrados e intereses en conflicto, preocupa a los analistas.
Al mismo tiempo, rusos y occidentales se oponen en relación a la crisis ucraniana, que ya dejó millares de muertos. Aeronaves militares rusas han sobrevolado Europa y llegado cerca de los Estados Unidos, generando un clima de tensión no visto desde la Guerra Fría. En el extremo oriente, otra Guerra Fría surge y parece calentar las relaciones entre China y los Estados Unidos. Hay una fuerte carrera armamentista en la región marcada por disputas territoriales, con derecho a la construcción de islas artificiales para fines militares. Han Xudong, profesor en la Universidad de Defensa Nacional de China, afirma: “Debemos tener en mente una tercera guerra mundial al desarrollar nuestras fuerzas militares”.
Se teme que incidentes en los cielos, mares, así como en el ciberespacio, sumados a la retórica inflamada de los gobernantes y a los preparativos reales para una futura gran guerra puedan llevar a desenlaces imprevisibles. Las alianzas entre los países involucrados pueden ser activadas en episodios de agresión, empujando a continentes enteros hacia la guerra, como aconteció hace poco más de 100 años, en la Primera Guerra Mundial. Algunos llegan a temer (entre ellos, el papa Francisco) que los acontecimientos recientes ya sean parte de una Tercera Guerra Mundial en formación.
Contención divina
Según las profecías, el destino de la Tierra no está sujeto a la buena voluntad de líderes humanos. El Soberano del universo interviene para conducir el mundo a un desenlace específico. Cuando parece que los pueblos se van a destruir, Dios actúa para contenerlos. En Apocalipsis, eso es representado por la imagen de cuatro ángeles sujetando los cuatro vientos del cielo (Apocalipsis 7:1).
La clave para comprender esta simbología está en el sexto sello (Apocalipsis 6:12-17). En esa sección, se habla de eventos catastróficos, que culminan en el repliegue de las nubes y la fuga de los “reyes de la tierra” y de “todo esclavo y todo libre”, que se amparan “en las cuevas y entre las peñas de los montes” (o sea, se refiere a los “eventos finales que conducirán a la segunda venida de Cristo”).[1] Piden que los montes y peñas caigan sobre ellos y los escondan “del rostro de aquel que está sentado sobre el trono, y de la ira del Cordero”. Y la sección termina con una pregunta contundente: “el gran día de su ira ha llegado; ¿y quién podrá sostenerse en pie?” (v. 17).
El capítulo 7, que constituye un paréntesis entre el sexto y el séptimo sellos, parece responder a la pregunta hecha en 6:17. En él se presentaron “cuatro ángeles en pie sobre los cuatro ángulos de la tierra, que detenían los cuatro vientos de la tierra, para que no soplase viento alguno sobre la tierra, ni sobre el mar, ni sobre ningún árbol” (Apocalipsis 7:1). En la Biblia y en el simbolismo apocalíptico, el número cuatro representa las cuatro direcciones (norte, sur, este y oeste), transmitiendo la idea de un alcance global, la totalidad del mundo (1 Crónicas 9:24; Isaías 11:2ºº12; Jeremías 49:36; Ezequiel 7:2; Zacarías 2:6).
Los cuatro ángeles representan “los agentes divinos en el mundo, reteniendo las fuerzas del mal hasta que la obra de Dios en el corazón de los seres humanos sea concluida y el pueblo del Señor reciba el sello en la frente”.[2] Así como las casas de los israelitas fueron marcadas con sangre para ser protegidas antes de la última plaga y del propio éxodo, y algo semejante había ocurrido en el tiempo del exilio (Ezequiel 9:1-11), en el tiempo del fin, el pueblo de Dios recibirá una señal distintiva para ser protegido contra las inmensas destrucciones reservadas para los últimos momentos antes del regreso de Jesús (Mateo 24:30, 31; 1 Tesalonicenses 4:16-18).
En la Biblia, Dios es el Señor de los vientos (Amós 4:13). El Creador los utiliza para cumplir sus propósitos en la Tierra (Gén. 8:1; Éxo. 10:13; 14:21). Los vientos sirven para destruir y proteger, traer alimento (Núm. 11:31) o para privar de él (Génesis 41:6); en las manos de Dios, el “viento abrasador” es un instrumento de juicio (Salmos 11:6; 48:7), como elemento disgregador (Salmos 18:42; 35:5). En la metáfora poética, Dios “cabalgó sobre un querubín”, vuela “sobre las alas del viento” (Salmos 18:10; 104:3).
Pero es en los textos de los Profetas que la imagen del viento asume un significado más útil para la comprensión del símbolo apocalíptico. El viento se torna una metáfora para la acción destructora de las naciones que resulta en la dispersión y en el cautiverio (Jeremías 4:11-13; 18:17; 22:22; 49:32, 36; 51:1, 16; Ezequiel 5:2, 10; 13:11, 13; 17:21; Oseas 8:7; 12:1; 13:15; Hebreos 1:11). Es tomado como símbolo apocalíptico en Daniel 7:1 a 8 y se presenta con el mismo significado en Apocalipsis.
En la fase final de la historia humana, la Divinidad actúa para contener los impulsos violentos de las naciones. El libro de Daniel nos da una vislumbre de la acción de los mensajeros divinos junto a los gobernantes humanos: “Mas el príncipe del reino de Persia se me opuso durante veintiún días; pero he aquí Miguel, uno de los principales príncipes, vino para ayudarme, y quedé allí con los reyes de Persia” (Daniel 10:13). Los cuatro ángeles simbólicos de Apocalipsis 7 representan la acción de ángeles reales, sin dejar de considerar la actividad imprescindible del Espíritu Santo, simbolizada por los “siete espíritus de Dios enviados por toda a tierra” (Apocalipsis 5:6; comparar con 1:4; 3:1; 4:5).
Conciencia y acción
Para la escritora Elena de White, el mensaje apocalíptico de los cuatro ángeles sosteniendo los cuatro vientos tiene implicaciones espirituales profundas en cuanto a la conciencia sobre el tiempo en que vivimos, la condición espiritual de cada uno y, especialmente, en cuanto a la misión. Destaco a continuación algunos de sus mensajes sobre los cuatro ángeles y la contención de los vientos:
1) “Los... vientos serán el levantamiento de las naciones para librar una guerra mortal”, por parte de Satanás (¡Maranata: El Señor viene!, MM p. 180).
2) A pesar de que la paz mundial se encuentra en un estado de incertidumbre, las naciones “se han airado” y hacen “grandes preparativos para la guerra”, “todavía está en vigencia la orden dada a los ángeles de que retengan los cuatro vientos” (¡Maranata: El Señor viene!, MM p. 250).
3) Los acontecimientos son inminentes, a pesar de que aun no ha llegado la hora de la “última gran batalla” (Eventos de los últimos días, p. 233).
4) Ahora mismo el “espíritu refrenador de Dios se está retirando […] del mundo. Los huracanes, las tormentas, las tempestades, los incendios y las inundaciones, los desastres por tierra y mar, se siguen en rápida sucesión” (Servicio cristiano, p. 66).
5) Todo depende del fin de la intercesión de Cristo en el santuario celestial. Cuando eso ocurra, los ángeles dejarán de sujetar los vientos, y caerán “las siete postreras plagas”, que son juicios divinos (Eventos de los últimos días, p. 248).
6) No hay lugar para la complacencia. Debemos trabar una inevitable lucha espiritual por la transformación del carácter (Joyas de los testimonios, tomo 2, p. 217).
7) Ahora es el momento de alcanzar al mundo con el mensaje para este tiempo (Joyas de los testimonios, tomo 2, p. 374).
La paz entre las naciones es apenas un barniz de civilización y respeto mutuo. Si las pasiones humanas pervertidas asumen el control, toda la diplomacia se desmorona. “Cuando digan: Paz y seguridad, entonces vendrá sobre ellos destrucción repentina, como los dolores a la mujer encinta, y no escaparán” (1 Tes. 5:3). Solamente el Rey de los Reyes puede impedir que nos destruyamos unos a otros. Él refrena el ímpetu destructivo de las naciones para preservar la vida. Por lo tanto, como Jesús dice, no necesitamos vivir “asustados”, porque las guerras son una de las señales del fin, pero no es el fin (Mar. 13:7).
De nuestra parte, cabe orar “por los reyes y por todos los que están en eminencia, para que vivamos quieta y reposadamente en toda piedad y honestidad” (1Tim. 2:2). Debemos tener conciencia de que la paz y la libertad religiosa son una dádiva, la cual debemos ayudar a preservar, como los mayores pacifistas. El tiempo de gracia y libertad que tenemos debe ser aprovechado al máximo para salvar personas. En los días actuales, no podemos jugar a ser cristianos. Debemos tomar en serio nuestra identidad y misión.
[1] Ranko Stefanovic, Revelation of Jesus Christ. Berrien Springs, MI: Andrews University Press, 2ª ed., 2009, p. 259.
[2] Francis Nichol (ed.). Comentário Bíblico Adventista do Sétimo Dia. Tatuí, SP: Casa Publicadora Brasileira, vol. 7, 2014, p. 864.