La dictadura de la felicidad
La felicidad que solo Dios puede conceder es única y consiste no en aquello que nosotros queremos para nosotros mismos, sino en lo que Dios quiere.
El ser humano está en una realidad limitada, él mismo es limitado en sí. No podemos realizar todo ni aunque quisiésemos. Por tanto, soñar que somos ilimitados es la ilusión que nos esclaviza. Ni tener todo el dinero del mundo, ni visitar todos los lugares del mundo, ni tener toda la fama posible ni el amor de todos es una realidad ilimitada posible. Aun así, vivimos creyendo que las conquistas nunca tendrán fin. Es el correr atrás de la zanahoria que nosotros mismos pusimos al frente de los ojos o el famoso “correr detrás del viento”. Lo que quiero decir es que no importa cuál sea su sueño, este adquiere características ilusorias que, obviamente, no son reales. Un emprendedor puede soñar con ser el dueño de una gran corporación algún día, pero cuando llegue allá va a sentir el placer indescriptible de esta conquista y luego en seguida percibirá que terminó la misión. El sueño terminó. No piense románticamente: “Él sólo está comenzando”, porque el hecho es que todo deseo saciado es el fin del deseo. Tener lo que se sueña es el fin de un proyecto. Es claro que trae sus gratificaciones, pero al día siguiente, ¿para qué levantarse de la cama? Algún incauto dirá: “¡Para seguir a la próxima meta!”.
Es en esa hora que usted va a percibir que las metas son el destino final de un sueño/deseo limitado, finito, que acaba. Entonces conquistar un blanco y partir a otro es nada más que una búsqueda circular, un correr detrás del viento, perseguir el propio rabo, es buscar una gratificación personal que llamamos felicidad que dura mucho menos que el proceso de búsqueda y que después pide substitución. Quedar preso dentro de un ciclo es la peor prisión que hay, porque los ciclos no ofrecen alternativas, solo repetición. Como la vida del hombre tiene fin, esa será una repetición hasta el fin de su patética vida (por más increíble que pueda haber parecido).
Usando además el ejemplo del capital, es por eso que los billonarios tienen la tendencia de cuestionar la propia vida cuando alcanzan este nivel. Es por eso que cada vez más se lanzan productos exclusivos con características absurdas y precios exorbitantes. Cosas que no tienen el menor sentido para quien todavía no llegó a ese nivel. Estoy hablando de autos muy caros pintados con oro, de relojes que cuestan el precio de casas y hoteles con gastos diarios mayores que el valor de la prestación de una mansión. Cosas que valen mucho por motivos subjetivos, pero que son utilizadas para motivar a alguien que tiene todo a tener algo más: algo único. Al final, ¿qué viene después que conseguimos lo que queríamos?
Ahora salga del ejemplo del capital y vaya a cualquier otra cosa que sea su sueño. ¿Visitar todos los lugares del mundo? Hay un número limitado de continentes, de países y de lugares y si usted dedica su vida a eso va a percibir en algún momento que estará repitiendo lugares y volviendo a antiguos viajes a falta de lugares nuevos, por la simple razón de que el mundo no es ilimitado.
¿Quiere que todos gusten de usted? ¿O quiere tener fama? Los Beatles llegaron allá y se preguntaron: “¿Y ahora? ¿Qué haremos?”.
¿Alegría sin fin?
La ilusión está en creer que la alegría nunca tendrá fin una vez que hayamos conquistado lo que deseamos. Lo mismo creer que hay incontables oportunidades de felicidad en las conquistas de la vida. Pero la verdad es que al llegar allá todo se evapora y necesitamos un nuevo blanco. Piense en su vida. En las grandes cosas con las cuales soñó y logró alcanzar, en el momento en que usted llegó allá, en poquísimo tiempo ya estaba en la búsqueda de un nuevo blanco de vida. Algunos entran en crisis en ese punto y no logran lidiar con serenidad con el fin de la búsqueda.
Estamos llegando al fin de un año y estamos en el amanecer de uno nuevo. En momentos como estos las personas se proponen revisar sus metas, hacer un balance y agregar nuevos blancos para el año que está llegando. Vivimos de renovar esta ilusión extendiendo “zanahorias de motivación” frente nuestro. Nos sometemos un año más a la dictadura de la felicidad. Una demanda común que infecta la mayor parte de la sociedad. Tengo que volverme feliz. Una pena que todavía no entendemos que felicidad y dictadura no pueden exigir. La demanda actual de felicidad es una paradoja, porque la felicidad no puede atender a una demanda tan opresora. La verdad es que el ser humano es el opresor de sí mismo. En nuestra búsqueda del infinito, limitados como somos, agotamos nuestros recursos procurando encontrar lo que es imposible que encontremos en nosotros mismos.
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El problema de esta búsqueda incesante es que ella siempre será una fuente de frustración ya que nuestra voluntad siempre va a desear más de lo que el hombre es capaz de conseguir. Nunca paramos de trabajar, nunca paramos de comprar, nunca paramos de correr de acá para allá, porque todos queremos conquistar nuestros sueños de felicidad. Es por eso que algunos ganan tan poco y trabajan tanto, es por eso que algunos hacen que los otros trabajen tanto y ganen tan poco. Es por eso que algunos ganan mucho pero no les parece suficiente. Es por eso que el mundo no para y la ciudad no se apaga. Es por eso que el tránsito está siempre lleno, las filas son grandes y los precios son caros. Porque estamos todos oprimidos en la dictadura de: “YO tengo que ser feliz”.
Dios, que es infinito y realmente puede todas las cosas, nos enseña un camino mucho más simple, mucho menos ansioso y por increíble que parezca, mucho más realista (aunque pueda parecer una ilusión para los que no lo conocen o no tienen fe). “Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” (Mateo 6:33).
Lo que Dios propone para mí y para usted hoy y para el nuevo año que está llegando es: “Cuida de las cosas infinitas, aquellas que están en Mi Reino, aquellas que nunca pasarán, aquellas que dan verdadero sentido a tu vida limitada, impulsándola a un nuevo nivel. Cuida de las cosas de Mi Reino: amor, paz, justicia y alegría. Que lo que te faltar yo te lo agrego. Cuida de lo que es Mío y yo cuidaré de lo que es tuyo. Así ninguno de nosotros quedará preso en el ciclo egoísta de la vida finita. Haz como yo hice, cuida del interés del otro, cuidando de mis cosas, que yo haré lo mismo, cuidando de las tuyas. Así uno ayuda al otro a ser más y evitando que cada uno corra detrás solamente de lo que es suyo. Ven conmigo en otra dirección”.
La propuesta de Dios no trae dictadura, no consume nuestra libertad de manera inútil. Nos libera de nuestras amarras actuales para que podamos hacer lo mejor para el otro y liberarme de mí mismo. Porque yo soy un dictador para mí mismo. Yo mismo me subyugo a la esclavitud diaria, yo mismo me oprimo en una búsqueda vana. Dios me salve de mí en 2018. Que Él me liberte de mis propios intereses y me enseñe a vivir las metas y blancos de otro Rey. En ese Reino, yo no necesito preocuparme por mis cosas.
¡Un 2018 diferente y bendecido, en el Reino de Dios, para usted!