Apocalipsis y el santuario celestial
La belleza de Jesucristo como intercesor en el santuario celestial se revela a lo largo de las páginas del libro de Apocalipsis.
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El libro de Apocalipsis está repleto de imágenes, símbolos y expresiones que transmiten al lector la seguridad de que Dios está al control de la historia de este mundo (Apocalipsis 12:10), conduciendo el plan de salvación rumbo a un desenlace glorioso y feliz (Apocalipsis 11:5). La imaginería y el lenguaje del libro tienen el propósito de comunicar el mensaje de que Jesús derrotó al mal en la cruz del calvario (Apocalipsis 12:11). A pesar de eso, las fuerzas malignas aún actúan en este mundo (Apocalipsis 12:3; 13:1, 11), sin embargo, se dirigen hacia su destrucción final (Apocalipsis 19:20; 20:10). Mientras ese día no llega, Jesús continúa su obra en el santuario celestial en favor de nuestra salvación.
Elena White, escritora y cofundadora de la Iglesia Adventista del Séptimo Día, resume el pensamiento anterior con dos declaraciones importantes. Ella afirma que “La gran verdad central del Evangelio, alrededor de la cual se agrupan todas las verdades, es la de Cristo crucificado como expiación por el pecado. Todas las otras verdades son tributarias de ésta” (Alza tus ojos, p. 83). Además, destaca que “La intercesión de Cristo por el hombre en el santuario celestial es tan esencial para el plan de la salvación como lo fue su muerte en la cruz. Con su muerte dio principio a aquella obra para cuya conclusión ascendió al cielo después de su resurrección. Por la fe debemos entrar velo adentro, “donde entró por nosotros como precursor Jesús”” (El conflicto de los siglos, p. 479).
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La obra de Cristo en el santuario celestial
La obra de Cristo en el santuario celestial es un tema que atraviesa todo el libro de Apocalipsis. Ya en el primer capítulo se pueden identificar alusiones al santuario celestial. En Apocalipsis 1:12, 13, Jesús es descripto como estando “[…] en medio de los siete candeleros, […] vestido de una ropa que llegaba hasta los pies, y ceñido por el pecho con un cinto de oro”. Esa es la primera mención en Apocalipsis a un elemento del santuario terrenal. Además, la descripción de la vestimenta de Jesús en este pasaje lo asocia directamente a la función sacerdotal (Éxodo 28:4; 29:5).
En Apocalipsis, capítulos 4 y 5, hay otra alusión al santuario celestial. Al inicio de esa sección, Juan menciona que vio una puerta abierta en el cielo (Apocalipsis 4:1). La palabra griega traducida como “puerta” (thyra) es frecuentemente usada en la versión griega del Antiguo Testamento (la Septuaginta) para referirse a la entrada de los templos.i Este pasaje ha sido interpretado por la mayoría de los especialistas bíblicos como una descripción de la entronización de Cristo al regresar al cielo. Toda la escena se desarrolla en el santuario celestial.
En Apocalipsis 8:3, 4, hay una referencia a otra pieza del santuario, el altar del incienso (o altar de oro). En el santuario israelita, el altar del incienso estaba ubicado “delante del velo que está junto al arca del testimonio […]” (Éxodo 30:6), también conocida como el arca de la alianza. En el templo israelita “el sacerdote derramaba el recipiente con incienso sobre las brasas del altar del incienso. Al mismo tiempo, los israelitas se inclinaban en oración mientras la perfumada nube de humo ascendía al cielo”.ii Toda esa imaginería, oriunda del ritual israelita, sirvió al profeta de Patmos como una representación del ministerio de Cristo en el santuario celestial.
El juicio preadvenimiento
En Apocalipsis 11:19, el lector se encuentra con un elemento más del santuario: el arca de la alianza. Ese mueble estaba en el lugar santísimo del santuario terrenal. La escena apunta al ministerio de Cristo en el segundo compartimento del santuario celestial, marcando el inicio del juicio preadvenimiento. La referencia a “relámpagos, voces, truenos, un terremoto y grande granizo” sugiere una teofanía que se conecta a Éxodo 19:16. En ese pasaje, los mismos fenómenos acompañan la manifestación divina en el Monte Sinaí, cuando Dios entregó las tablas de la ley a Israel. Tales imágenes y símbolos refuerzan la idea de que la ley de Dios es la base del juicio.
En Apocalipsis 15:5-8, hay otra alusión al santuario. Mientras que Apocalipsis 11:19 marca el inicio del juicio preadvenimiento, Apocalipsis 15:5-8 indica su conclusión. Nos referimos comúnmente al evento retratado en Apocalipsis 15:5-8 como “el cierre de la puerta de la gracia”. La relación entre los dos pasajes se hace evidente por la similitud en las frases adoptadas, como puede observarse en el siguiente cuadro.
Apocalipsis 11:19 | Apocalipsis 15:5 |
“Y el templo de Dios fue abierto en el cielo, y el arca de su pacto se veía en el templo. Y hubo relámpagos, voces, truenos, un terremoto y grande granizo”. | “Después de estas cosas miré, y he aquí fue abierto en el cielo el templo del tabernáculo del testimonio” |
La semejanza entre los pasajes es intencional. Según se comentó anteriormente, Apocalipsis apunta tanto hacia el inicio (Apocalipsis 11:19), como para la conclusión (Apocalipsis 15:5-8) del juicio pre advenimiento. En el caso de Apocalipsis 15:5-8, “el santuario celestial es mencionado como ‘templo del tabernáculo del testimonio’ porque la ley de Dios estaba ubicada en el lugar santísimo del tabernáculo del Antiguo Testamento”.iii
El santuario celestial: lugar de celebración
En Apocalipsis 19:1-10, el santuario celestial también es presentado como un lugar de júbilo. Ese pasaje incluye un cántico de victoria al modo de un salmo de alabanza. La palabra “aleluya” aparece veintitrés veces en el Antiguo Testamento, y, curiosamente, solo en el libro de Salmos. Sin embargo, ocurre con más frecuencia en los Salmos 146 a 150, que funcionan como la conclusión del libro. Los poemas iniciales del libro de Salmos se concentran en el sufrimiento del salmista. A su vez, los salmos finales enfatizan la gloria del futuro reino mesiánico. Esa progresión se hace aún más evidente por el uso del término “aleluya”.
Ese término ocurre trece veces a lo largo de los primeros ciento cuarenta y cinco salmos, y diez veces solo en los últimos cinco. Como bien lo destacó Robert Davidson, “aquí no hay preguntas del tipo ‘por qué’ o ‘para qué’. Tampoco hay dudas intrigantes, ni amenazas de enemigos […]. Solo quedan los ‘cánticos de alabanza’, que ponen todo el resto en perspectiva”.iv
Curiosamente, Apocalipsis es el único libro del Nuevo Testamento en donde se encuentra el término “aleluya”, más específicamente Apocalipsis 19:1-10.v El Espíritu Santo planificó que Salmos y Apocalipsis fueran los únicos libros bíblicos que contengan ocurrencias del término “aleluya”. Nada de eso es casualidad. Por así decirlo, Apocalipsis 19:1-10 es un salmo de alabanza que celebra la victoria definitiva de Dios sobre el mal y el anuncio de que llegó la hora de las bodas del Cordero (Apocalipsis 19:7, 8).
Esa celebración ocurre en el santuario celestial. Mientras que los salmos 146 al 150 exaltan la victoria de Dios sobre el mal, aunque solo en tono de esperanza, Apocalipsis apunta al momento en el que el pueblo de Dios entonará ese cántico triunfal porque el mal habrá sido erradicado y el reino de Dios finalmente habrá sido establecido.
Un santísimo expandido
Por último, Apocalipsis 21:1-8 introduce la visión de la Nueva Jerusalén. Al describir esa visión, Juan declara: “no vi en ella templo; porque el Señor Dios Todopoderoso es el templo de ella, y el Cordero” (Apocalipsis 21:22, cursiva agregada). Sin embargo, hay dos cosas que hay que considerar. Primero, Juan emplea el lenguaje del santuario para introducir la escena. Él afirma: “He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios” (Apocalipsis 21:3).
Para Juan, la Nueva Jerusalén representa el cumplimiento definitivo del deseo divino expresado en Éxodo 25:8: “Y harán un santuario para mí, y habitaré en medio de ellos” (ver también Levítico 26:11, 12; 2 Crónicas 6:18; Ezequiel 37:27; Zacarías 2:10). Para que Dios pueda finalmente habitar con su pueblo, primero el “Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros” (Juan 1:14).
En segundo lugar, aunque Juan afirma que no vio un santuario, él describe a la Nueva Jerusalén como tal. Más precisamente, la ciudad posee características de un santísimo expandido, con proporciones cósmicas. Su forma cuadrangular, con largo, ancho y alto iguales (Apocalipsis 21:16), remite a la estructura del lugar santísimo en el templo de Salomón (1 Reyes 6:20). Esa imaginería y lenguaje refuerzan el mensaje teológico de que, en la Nueva Jerusalén, la presencia de Dios será plenamente tangible. Todo eso será posible gracias al “Cordero que fue inmolado desde el principio del mundo” (Apocalipsis 13:8) y a su ministerio en el santuario celestial (Apocalipsis 4-5; 8:3-5; 11:19).
La importancia del mensaje para nuestros días
El mensaje sobre la obra de Cristo en el santuario celestial es de extrema importancia para nuestros días por diversas razones. Primero, reafirma que Jesús está al control de la historia en un sentido amplio y de la vida de cada creyente de manera personal. En segundo lugar, esa verdad llena nuestro corazón de seguridad, trayendo la esperanza de que el mal será completamente destruido, de modo que podremos vivir eternamente en un universo de paz.
Tal mensaje evidencia que nuestro presente y nuestro futuro están interrelacionados; o sea, si deseamos participar del futuro glorioso que Apocalipsis nos revela, debemos vivir el presente con responsabilidad. El mensaje nos recuerda que Dios siempre deseó habitar con su pueblo. Servimos a un Dios que busca estar activamente presente en la vida de sus hijos, lo que nos motiva a cultivar una vida de oración y comunión. Finalmente, el mensaje de que Cristo está en el santuario nos desafía a vivir en armonía con los valores del cielo, aplicando los principios bíblicos en nuestra vida diaria mientras esperamos la segunda venida de Jesús.
Adenilton Aguiar es teólogo y profesor del Centro Universitario Adventista de São Paulo (Unasp).
Referencias:
[i] Peter J. Leithart, Revelation, ITC (London; Oxford; New York; New Delhi; Sydney: Bloomsbury; Bloomsbury T&T Clark: An Imprint of Bloomsbury Publishing Plc, 2018), 220
[ii] Robert L. Thomas, Revelation 8-22: An Exegetical Commentary (Chicago: Moody Publishers, 1995), 10.
[iii] Ranko Stefanovic, Revelation of Jesus Christ: Commentary on the Book of Revelation, Second Edition. (Berrien Springs, MI: Andrews University Press, 2009), 487.
[iv] Robert Davidson, The Vitality of Worship: A Commentary on the Book of Psalms, International Theological Commentary (Grand Rapids, MI; Edinburgh: W.B. Eerdmans; Handsel Press, 1998), 469.
[v] Para mais detalhes, ver Adenilton Tavares de Aguiar, “You Must Prophesy Again: The Mission of God’s People in Revelation 10-14.” PhD Diss., Andrews University, 2022. Link: https://digitalcommons.andrews.edu/dissertations/1787.