La última súplica
Dedico este artículo a esa persona especial, pero que por razones de la vida se fue, sin saber si alguna vez la volvería a ver”, es lo primero que vino a mi mente al comenzar a escribir el siguiente artículo.
Dedico este artículo a esa persona especial, pero que por razones de la vida se fue, sin saber si alguna vez la volvería a ver”, es lo primero que vino a mi mente al comenzar a escribir el siguiente artículo, ¿Por qué? Acompáñame en este viaje.
Casi ha pasado un mes desde que asistí al Congreso Mundial de los Adventista del Séptimo Día que se realizó en San Antonio, Texas, Estados Unidos. Para mí, una de las experiencias espirituales más relevantes de mi vida. ¿Cómo olvidar aquel rostro inocente? ¿Cómo olvidar las oraciones que hacían que lágrimas caigan por mis mejillas? ¿Cómo olvidar a esos jóvenes entusiastas y dependientes de Dios? ¿Cómo olvidar a Sara, una mujer desahuciada pero con el deseo de dar sus últimos días de vida para el Señor? Sin duda momentos inolvidables que con gusto los viviría cuántas veces pueda.
Sí, todo se remonta a una sala de regular tamaño pero que en pocos días se redujo a una “cajita de fósforos”; algunos sofás, sillas y unos cuántos cojines hacían parte de nuestro espacio. Era el ambiente perfecto para degustar a penas una tajada de lo que será el cielo. Los días parecían demasiado cortos, las horas se iban de nuestras manos como un papel que un viento fuerte se lleva, los momentos estaban destinados a ser fotografías imborrables. En ese lugar aprendí lecciones que nunca olvidaría que me harían tocar el cielo con mayor frecuencia. Esa era nuestra sala de oración, conformada por un grupo maravilloso de voluntarios de diversos países del mundo.
Recuerdo que cada mañana antes de comenzar las reuniones llegábamos para consagrarnos en primer lugar, como grupo a Dios, ya que sabíamos que ese día oraríamos en varios idiomas y con diversas personas.
Uno de los testimonios que más me impresionó fue el de Sara, los médicos le habían dicho que en cualquier momento moriría. Ella, junto a su hija, entró llorando a nuestra sala, necesitaba de paz interior, de un milagro divino para ser sanada. La desahuciaba un cáncer de páncreas en fase terminal con metástasis incluida. ¿Qué podría decirle? Mis palabras no bastaban para consolarla, sus manos temblaban y su cuerpo no resistía estar en pie, tuvimos que sentarla de inmediato. Ella era Sara, de más o menos unos 47 años. Cuando le pregunté el motivo de sus lágrimas, se me partió el corazón, pensé que ella pediría un milagro para ser curada del cáncer, pero no, ese no era su pedido. Mi corazón se conmovió con estas palabras: “Cárolyn, acabé de escuchar que hay muchos de nuestros misioneros que están pasando momentos muy difíciles en Medio Oriente, y yo tengo lo suficiente para vivir, tengo comodidades, ¿qué hago aquí? Por favor, ¡ayúdame! estoy desesperada, quiero que Dios me envíe a donde nadie quiere ir a predicar del amor de Jesús. Estoy dispuesta a dar mi vida por él. Por favor, dile a Dios que me envíe. Me siento inútil. ¡Yo también quiero ir! ”. La tomé de la mano, mientras me relataba que lastimosamente estaba enferma y que no sabía cuánto tiempo de vida tenía. No podía creer lo que escuchaba. En mi mente solo podían resonar palabras de alabanza a Dios por el coraje de esta mujer.
Así como Sara, Troy fue uno de los jóvenes que nos hacen ver que el Espíritu Santo es real y trabaja en nuestro subconsciente. Troy natural de Londres contó que no sabía que existía una sala de oración en el Centro de Convenciones, pero que cuando pasó por la sala sentía que una voz le decía que entre a la sala de oración. Al inicio se resistió pero la voz insistía, hasta que decidió entrar y no imaginó que su vida cambiaría desde aquel momento. ¡Grande es nuestro Dios!
Cuando tomaba el avión de regreso de los Estados Unidos al Brasil me sentía tan agradecida a Dios por la maravillosa experiencia que me dio en el Prayer Room (Sala de Oración). Los días pasaron, y recapacitando con una amiga portuguesa, a la que conocí en San Antonio, sacamos varias lecciones sobre el poder de la oración. Ella compartió algunas lecciones conmigo que compartiré con ustedes.
¿Ya pensaste por qué Dios no responde tus oraciones? Al menos yo no lo había pensado pero fíjate en esta declaración:
- Dios responde positivamente todas las oraciones hechas con fe en Él, y en amor por los otros, según su voluntad (igual o mejor para todos). Nuestra falta de amor y de fe son los principales obstáculos que colocamos a la acción de Dios.
Otras lecciones:
- Existe un poder especial, misterioso, en las oraciones hechas por más de una persona. La propia acción de consenso, con dos corazones deseando lo mismo, en unión de propósito, buscando a Dios, replica (en una escala minúscula) el sentimiento que hay en la trinidad.
- Dios está más interesado en nuestras oraciones de lo que imaginamos. Él es quien incentiva, escucha y responde cada pedido que dirigimos a Él.
- Dios está llamando a sus hijos, todos lo que quieren escuchar su voz, para estar más cerca de Él, y para el último grande esfuerzo en favor de su reino.
Listo, compartí algunas lecciones. Secretos que tal vez nadie te dijo, pero que de ahora en adelante le darán vida a tus plegarias.
Para concluir quiero contarte mi secreto personal. El día en que dejé de orar por mí misma, Dios colocó en otros corazones el deseo de orar por mí. Si ya lo percibiste, el secreto está en dejar de vernos a nosotros mismos. Ocúpate por la salvación de los demás, pide perdón por los pecados que hay en tu corazón antes de comenzar a suplicar, y arrepiéntete por las malas acciones. Eso significa evitar volver a cometer esos pecados a toda costa.
Otros consejos: comienza alabando a Dios (esto es maravilloso), luego confiesa tus pecados ante su presencia, expresa tus pedidos al Señor (lo que el Espíritu Santo coloque en tu corazón) y finalmente agradécele por haberte escuchado; por lo que hace y por lo que hará a favor de los demás.
Ahora que ya lo sabes, es momento de compartir estos consejos y ser parte del más grande movimiento de oración de la historia de nuestra iglesia, llamado: Unidos en Oración. Oremos juntos por un Reavivamiento y Reforma, ora por la trasformación y vida de otras personas y el Señor te bendecirá más de lo que imaginas. Vamos, es tiempo de abandonar el egoísmo, odio, envidia, rencor, orgullo; etc. Es tiempo de vivir en amor, reconciliándonos.
¿Quieres que Dios responda tus oraciones con poder? Comienza a orar por otros, con fe y con amor hacia ellos. La promesa es: “Clama a mí, y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces”. Jeremías 33:3. ¡Éxitos! Y buen momento de oración.