La cruz, el “lava-jato” de Cristo
El poder de la cruz es un ejemplo muy fuerte para nuestra experiencia cristiana. Este artículo aborda ese asunto.
El impacto de las denuncias, conducciones coercitivas, manipulaciones mediáticas, protestas en las calles y otros intereses ocultos por detrás del expresidente Lula y de la Operación “Lava Jato” (nombre de la operación que investiga corrupción) sigue reverberando en las redes y fuera de las redes con una vehemencia increíble. Se trata de un ícono de la historia política brasileña, y eso, ni los más acérrimos enemigos de su espectro político pueden negar. Y es también por eso que suscita tamaño deseo por verlo defenestrado, atrás de las rejas, como una depuración, dicen, del estelionato electoral que habría practicado contra esa nación que confió en él. La Iglesia Adventista es apolítica, ¡pero sus miembros y pastores no! Ellos tienen libertad de opinión, creencia y elección política para bien o mal en lo que atañe a las consecuencias que todos, indistintamente, recogemos en ese proceso.
Sin embargo, en este espacio mi tema no es exponer mi posición, si no lo que sugiere la Biblia sobre el asunto del momento. Y lo que voy a hacer es un ejercicio de lógica espiritual, que tal vez merezca su consideración/evaluación. Por lo tanto, no se apresure a atribuir paralelos entre Cristo y Lula para más allá de lo propuesto aquí, bajo pena de que alguien diga que Lula es el Cristo moderno que sufre y padece persecución. Para bien o mal, vamos lejos de esto, que quede bien claro…
Si vamos a los ejemplos bíblicos, tendríamos que citar a José y Daniel, clásicos modelos de hombres que, inmersos en el centro del poder, no vendieron sus convicciones y abrieron todos sus secretos y cuentas para bien de su patrimonio ético y espiritual. Y aun los más incautos ante su responsabilidad espiritual y política, como Ezequías, abrieron sus tesoros sin miedo de escuchas, fiscos u operaciones de limpieza pública.
El punto es ver que Dios, en la persona de Jesucristo, se sometió al más injusto escrutinio de que se tiene noticia. Su vida fue invadida por investigadores nada convencionales y que, por cierto, temían el “proyecto de poder” de un galileo sin estirpe. El punto es percibir que los proyectos de poder no pueden ser derrumbados porque al hombre le cuesta muy caro y en eso no va ninguna segunda intención, ¡porque sí que cuesta! A veces, la honestidad, como en el caso de algunos que la historia registra haber vendido sus valores. Otras veces, una historia de luchas, sufrimientos y conquistas que no se desea perder. Por eso, muchos de nosotros, también en la Iglesia, creamos nuestras redes auto protectoras para permanecer donde llegamos.
La apariencia de Cristo
¿Qué miedo tenía Cristo? ¿Qué grabaran sus discursos? ¿Qué su extracto bancario fuese a parar en manos extrañas? ¿Qué sus bienes fueran fruto de algún intercambio de favores ilegales? Recuerdo de una vez cuando, entrevistando a un empresario articulador y financiador de un partido político, que porque supo por medio de las redes que nuestra investigación periodística tocaría su puerta, terminó permitiendo el encuentro. Como no era una “entrevista”, sino una confrontación, el ciudadano sacó su grabador y lo puso ostentoso sobre la mesa diciendo que sería su garantía contra lo que yo escribiera. Quería intimidarme. De pronto, saqué mi grabador y lo puse al lado del de él, ¡también ostentoso!
Cristo abrió todos sus secretos porque lo que se sabía de él ya estaba declarado en la escritura pública labrada con la sangre que él mismo vertería al final, en aquella cruz. Cristo no temió artimañas, engaños, partidos políticos. Y mire que en su tiempo no era una disputa entre partido de oposición y situación. En aquellos días, era él y sus 12 contra fariseos, saduceos, romanos, sacerdotes, doctores de la ley y además la turba enardecida que, al final, sumó sus voces al plan de muerte trazado por los mafiosos de entonces. El punto es percibir que los íconos no temen. Abren sus libros, revelan sus secretos, ya sea bancarios, fiscales, telefónicos y patrimoniales porque como él mismo lo dijo: “No hay en este país alma más honesta que yo”. Y yo, parafraseando a mi expresidente, digo que Cristo declaró con tinta roja: “Sed perfectos como Dios es perfecto”. Cristo fue, es y siempre será el que de él se escribió, lo que se vio de él en vida es lo que se verá de él en la eternidad.
Antes que alguien diga que la religión es el opio del pueblo o que esos creyentes viven en el mundo de Polyana, yo reafirmo las palabras de Jesús en Juan 7:16, 17: “Mi doctrina no es mía, sino de aquel que me envió. El que quiera hacer la voluntad de Dios, conocerá si la doctrina es de Dios, o si yo hablo por mi propia cuenta”. El hombre no es lo que él dice ser, sino lo que demuestran sus actos. La palabra puede conducir, pero el ejemplo arrastra.