Ben Carson y la bestia de Apocalipsis
El médico Ben Carson se presta a un papel interesante desde que anunció su candidatura a la presidencia de los Estados Unidos por el partido republicano. Adventista del séptimo día, renombrado y reconocido por su profesión, autor de libros, su vida f...
El médico Ben Carson se presta a un papel interesante desde que anunció su candidatura a la presidencia de los Estados Unidos por el partido republicano. Adventista del séptimo día, renombrado y reconocido por su profesión, autor de libros, su vida fue retratada en la pantalla grande del cine americano, su deseo de asumir el sillón más famoso del mundo motiva una avalancha de sentimientos y opiniones. Como brasileño viviendo en Perú, imagino si él fuera de uno de estos dos países, con todas las peculiaridades culturales de estas naciones. Qué tremendo frenesí estaría causando esta decisión político-religiosa.
Lo que sucede es que Carson manifiesta su intención de postularse a presidente del país más representativo desde el punto de vista de la profecía bíblica. Y como tal, mucho ya se imagina desde su papel de médico si llega a ser elegido, después de un proceso extenso como es el camino electoral norteamericano.
Algunos dicen: Carson va a ser el anticristo. Otros piensan: va a morir o entregarse como mártir pues la profecía no puede cambiarse. Para usted que no está familiarizado con la profecía bíblica, debo aclarar que el Apocalipsis presenta dos bestias, y que una de ellas, por evidencias religiosas e históricas, representa a los Estados Unidos. Le cabe a ese país el importante protagonismo profético en la conducción de los eventos finales de la historia de este mundo. Y, por esa interpretación, lo que se sabe es que no será a través del papel de este postulante. La nación norteamericana deberá extender la mano y aliarse a un movimiento ecuménico religioso mundial liderado por la Iglesia Romana para proponer, ante un cuadro crítico desde el punto de vista político-económico, social y ecológico, la observancia del domingo como día santo en abierta oposición al día sábado, conforme lo expresa la Biblia. Todo esto como una alianza global inimaginable para contener la destrucción del mundo ante los inminentes flagelos que estarán por suceder.
Frente a ese contexto, me resulta forzoso decir que la cultura consumista e idólatra de aquí de Perú y de Brasil cometen errores primarios. El primero es centralizar en las personas el protagonismo que presenta la Biblia. Ese es el camino común de un país como Brasil, donde se acostumbra vivenciar el accionar de las personas famosas, soñar, juzgar y opinar como si ellas fueran más importantes que las conexiones y coyunturas que, independientes de ese o aquel actor, ganan curso en la historia. Bueno, así fue con Judas, el traidor, de quien muchos afirman haber sido “inocente útil” en las manos de un Dios inclemente, y olvidan que la traición no estaba umbilicalmente unida a su persona, sino que al hecho en sí.
También fue así con respecto a otro actor importante del ámbito religioso adventista en relación a nuestros dos países: Alejandro Bullón. Es impresionante cómo el pastor es “idolatrado” por aquí y por ahí. Pero comentaré sobre ese hecho otro día aquí en este espacio.
En cuanto a nuestro amigo Ben, todo juicio prematuro es temerario. Lo que pasa en su mente es algo que no nos pertenece. Imaginar que él es capaz de sustentar la idea bíblico-cristiana contraria al casamiento gay, entre otros temas controvertidos, en un ambiente tan complejo de vanguardia comportamental y cultural como es el americano, como mínimo, es imprudente. Tanto como afirmar que él va a sucumbir y liderar la “bestialización” americana parece ser revivir el síndrome de “Mãe Dináh” (vidente brasileña, postulada a un cargo gubernamental en Sao Paulo) tan común al brasileño, pues en cuanto al peruano confieso no tener elementos todavía.
Este no es un artículo “a lo Marcia de Windsor”. Los más jóvenes tal vez no sepan que ella fue un jurado de auditorio que siempre daba nota diez, independiente de la persona y de la presentación, ella siempre prefería no tomar una posición, o solo mirar el lado positivo de todos. Es un artículo que sirve solo para decir que la ética bíblica, en relación a los eventos finales, es menos personal y más de conjunto. Es para decir que no se puede responsabilizar o juzgar a Carson por una elección que todavía no se concretó. Él todavía no es el presidente de los Estados Unidos. Es para decir que no creo que el médico, por ser americano y conocedor de la Biblia, y por lo tanto, alguien que reúne dos de los principales requisitos en ese contexto apocalíptico, sea incapaz de evaluar las implicaciones de su anunciada decisión.
Y, finalmente, en este artículo quiero afirmar que admiro el protagonismo individual en la dimensión de la persona que lo asume, no en la dimensión de las personas que lo juzgan, opinan y tratan de formar teorías basadas en las decisiones personales de otros. O sea, sueño con una sociedad en la cual el individuo sea el protagonista de su propia historia, como Carson lo es. Especialmente porque creo que Dios es honrado con personas conscientes de su papel en el mundo. El resto lo dejo con él y su Palabra, que son suficientes para conducir la historia.