El nacimiento de una misionera
Mi primer viaje misionero fue planeado en el útero.
Yo ni había nacido todavía cuando ya comencé a escuchar una conversación sobre hacer mi primera misión. Creo que mi madre estaba entre el cuarto y el quinto mes de mi gestación. Ella sabía que yo ya podía oír. Y en esa conversación sobre lo que sería mi primer viaje misionero, ella conversaba con Dios y también con Jesús. Oí varias veces esa conversación que siempre terminaba con un “amén”.
Ella esperaba que yo naciera pronto, cuando estuviera lista para enfrentar este mundo, claro. Por lo que entendí, si no nacía antes de terminar el mes de abril, yo no embarcaría para mi primera misión. Sentía que algo muy fuerte afectaba a mi madre cuando se trataba de ese asunto, y resolví encarar el desafío. Ella me esperaba para fin de mes, pero resolví nacer el 19 de abril, dos semanas antes de lo que el médico había previsto. Yo estaba curiosa por conocer a mis padres misioneros y entender mejor lo que eso significaba.
Ya que nací en el tiempo que mi madre le pidió a nuestro amigo Jesús, después de una semana, ella fue confirmar con la médica si yo podría participar de mi primera misión en julio. Consideré a esa médica muy amable. Ella hasta quería ir junto con nosotros, de tan entusiasmada que quedó con el proyecto. Fueron dos meses de preparación, yo podía sentir la ansiedad de papá y mamá y cuánto trabajo tuvieron para atender todos los detalles. Mi pasaporte solo llegó dos días antes de embarcarnos, ¿puede creerlo? No voy a comentar sobre la foto del pasaporte, ya vi que ese es un problema común y voy a tener que acostumbrarme.
Pero permítame contar la parte más emocionante de esta historia. Yo ya había escuchado hablar mucho de Egipto, mis padres vivieron allá hasta mediados del año pasado. Y mi primera misión junto con otros 27 voluntarios fue allá, claro. Mis padres consideran a Egipto como un segundo hogar. Ellos estaban como volviendo a casa después de un año. Por supuesto, yo no pude hacer mucho, aparte de arrancar sonrisas y suspiros del personal. ¡Tal cual sucede con los bebés! No soy yo quien lo digo, era lo que oía todo el tiempo. Aun así, en mi primer viaje misionero viví momentos únicos.
Como dice mi mamá, soy una esponjita, observo todo alrededor de mí y de esa forma voy creciendo y aprendiendo. El grupo trabajó duro allá en Egipto. Reformaron todo el alojamiento de una escuela y también estuvieron una semana ayudando a la comunidad a cuidar mejor de su salud, además de los que pasaron gratis por el médico y el dentista.
Ellos fueron a servir. S-E-R-V-I-R. Una palabrita nueva en cuyo significado todavía estoy pensando. Porque el servicio de esa gente es algo diferente. Algo que sacude a las personas. Algo que hace que se emocionen y agradezcan tanto a las personas y a Dios, porque Dios es parte de ese trabajo todo el tiempo. ¡Y cuánta ayuda necesitaban esas personas!
Hasta yo pensé en una manera de ayudar... Recuerde que yo solo tenía dos meses de vida. ¿Y sabe que pienso que lo logré? Todo el mundo venía y decía que yo nací para ser misionera. No les di trabajo a mis padres, dormí bastante en el viaje y me quedé bien quietita cuando estaban ocupados. Parece que era todo lo que mis padres necesitaban. Todavía tengo mucho que aprender. Ese fue solo mi primer viaje. Ah, yo no dejé de dar una escapadita a las pirámides con el personal, para por lo menos sacarnos una foto, pero ese es otro capítulo de la historia.
Sé que mis padres continúan orando y deseando que yo sea una misionera activa cuando crezca. Hasta porque todos nosotros en este mundo nacemos para ser misioneros, ¿verdad? Me gustó ese sentimiento bueno y esa idea de amar a las personas de una manera práctica. Ayudar a quien lo necesita, así como Jesús nos enseñó. Ya estoy soñando con mi próxima misión. Y usted, ¿ya experimentó ese deseo y cumplió la suya? Quién sabe, tal vez vayamos juntos la próxima vez.
*María Eduarda cumple cuatro meses el 19 de agosto; es hija de Marcos y Ana Paula Lima, quienes coordinaron el grupo de voluntarios en uno de los 12 destinos del programa Change Your World 2016, organizado por el Centro de Voluntariado Berndt Wolter, un departamento de UNASP campus Sao Paulo. El CYW está formado por proyectos de corta duración alrededor del mundo, abierto a cualquier persona que desea dedicar parte de sus vacaciones a servir.