Elija la toalla, no el abrigo
El uso de la toalla en la Santa Cena, en el tiempo de Cristo, es una evidencia más que un rito. Significa ser misionero para servir y no para intereses propios
La mayor conexión de Dios con la humanidad fue hecha por medio del servicio. Dios eligió a un siervo y eso dice mucho sobre quién es él. Una forma muy extraña de conectarse con alguien, ya que los siervos son generalmente invisibles. Y tiene que ver con un episodio relacionado a la toalla.
Mencione tres nombres de personas que trabajan en la limpieza de su escuela o trabajo. Ahora intente mencionar el nombre de tres personas que están “encima” de usted. ¿Es mucho más rápido recordar la segunda lista, no es así?
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¿Por qué Dios eligió actuar de esa forma? Tal vez, porque esa es la pura naturaleza de Dios. Y tener esa naturaleza servidora es remar contra la corriente, es nadar río arriba. No es parte de nosotros, es algo completamente radical, a pesar del peso negativo que esta palabra tiene en nuestros días.
Por desgracia, nuestras motivaciones para el servicio parecen estar siempre mezcladas con intereses propios. “Amigo, voy a una región muy pobre de un país más pobre todavía, voy a conseguir experiencia, voy a mejorar mi inglés, será bueno para mi currículo, yo soy muy aventurero”. No hay nada en contra, pero ¿se da cuenta que el servicio radical es algo rara, sino inexistente?
Mateo 25
Si vemos la Biblia, vemos algo muy interesante en Mateo, capítulo 25. Los justos, los que Jesús dijo que le dieron de comer, le dieron ropa, lo visitaron en las prisiones y lo atendieron en la enfermedad, y no recordaron haber hecho todo eso. Ellos no lo anotaron, no lo pusieron en el currículo, no tenían récord de buenas obras, porque eso era para ellos tan natural como respirar. Estaba en el corazón.
Los siervos fieles de Mateo 25:
- Alimentan a los hambrientos
- Visten al desnudo
- Visitan a los presos
- Socorren a los enfermos
- No se dan cuenta del bien que hacen
Como si se lo hicieran a Cristo
Cuando estaban en la sala reunidos para la última cena, algo extraño sucedió. Los discípulos obligados por la situación comenzaron a pensar: “¿Será que tendré que ponerme la toalla en la cintura, arrodillarme y lavar los pies de los demás? Claro que no, obvio que no. Eso no es para mí”.
No había pasado mucho tiempo desde que diez de los discípulos habían quedado con rabia cuando Juan y Santiago pidieron que se les permitiera sentarse cerca del trono. ¿Por qué sintieron rabia? Porque ellos también pensaban, querían y deseaban lo mismo. “¡Ay! Esos dos pidieron primero. Yo debería haberlo hecho. ¡Qué rabia!” Tal vez ese fue el pensamiento de ellos.
Ahora, veamos a Jesús. Al llegar, nota la situación, se levanta, se quita el abrigo y se pone la toalla en la cintura. Así de simple, porque le era natural, porque para Dios es natural servir. Si existe un problema, Dios no usa las palabras miserables que acostumbramos a decir: “Ese no es problema mío”. Posiblemente, Jesús volvió a esa lección que tanto ya había enseñado preocupado con el futuro de su pueblo, porque sabía que, sin el foco en el servicio, su iglesia no tendría algún futuro.
Con la colaboración de Marcos Eduardo Gomes de Lima, sociólogo y coordinador de proyectos sociales y comunitarios en Egipto.