Sentimiento de culpa
El sentimiento de culpa es tremendamente negativo, pues el miedo del juicio de los otros nos paraliza.
La consciencia culpable parece ser un sentimiento constante en nuestra vida. Como dijo el psiquiatra suizo Paul Tournier: “Toda la educación, en sí misma, constituye un cultivo del sentimiento de culpa, principalmente la mejor educación, aquella de padres bastante preocupados en cuanto a la formación moral de sus hijos y en cuanto al éxito de ellos en la vida”.
Lo que todo indica, buena parte del contenido educacional —formal e informal— consiste, sobre todo, de reprensión; y toda llamada de atención, aunque sea discreta y silenciosa, sugiere el sentimiento de culpa. Es como si estuviesen diciéndonos: “¿No tiene vergüenza de actuar así?”
La verdad, vivimos como que en un constante sentimiento de culpa en el día a día. Estos son algunos ejemplos:
- Sacar notas bajas en la escuela;
- Mostrar el boletín escolar a los padres;
- No tener un comportamiento que alegre a los padres;
- Dar un regalo que la novia o el novio no aprecie;
- No cumplir con las expectativas de los amigos;
- No cumplir con las expectativas del cónyuge;
- No cumplir con las expectativas de la Iglesia, etc.
De hecho, el sentimiento de culpa está presente constantemente en nuestra vida, principalmente porque nuesra sociedad tiene más en cuenta los errores que los aciertos. Y a esta altura una pregunta fundamental es: ¿Eso es bueno? ¿Eso hace bien? ¿Eso perjudica?
Por un lado, el sentimiento de culpa es tremendamente negativo, porque el miedo a lo que los otros puedan pensar de nosotros, el miedo al juicio de los otros nos paraliza, nos vuelve estáticos, nos impide actuar. El siervo que escondió su talento en la parábola de los talentos dijo: “Tuve miedo” (Mateo 25:25). En el caso de este personaje, la posibilidad de errar, de sentirse culpable por no hacer un buen negocio, le hizo esconder su talento en la tierra en lugar de trabajar con él. Entonces, cuando la persona se deja dominar por el miedo de equivocarse, por el miedo a lo que los demás puedan pensar de ella, alimenta un sentimiento de culpa enfermizo, a veces hasta falso, ilusorio. Y eso no es bueno.
Por otro lado, uno de los grandes y fundamentales temas del cristianismo es la culpa. En el meollo del cristianismo está la siguiente idea: “Nosotros tenemos una deuda con Dios, tenemos culpa en relación a Dios y debemos librarnos de ella”. Y ciertamente una de las cosas que Dios más hace con nosotros es liberarnos diariamente del sentimiento de culpa.
Entretanto, es importante pensar en el “lado bueno” del sentimiento de culpa. Sentirse culpable, tener consciencia de la culpa personal, puede llevar al ser humano a buscar liberarse de ese sentimiento. Y la liberación ocurre por la acción de alguien que es más fuerte que nosotros. Sólo el más fuerte y que no tiene culpa me puede librar. Aquí entra Dios. El profeta Isaías sintetiza en palabras de rara belleza la cuestión de liberarse del sentimiento de culpa: “Mira, esta brasa ha tocado tus labios. Tu maldad te ha sido quitada, tus culpas te han sido perdonadas” (Isaías 6:7, DHH).
No necesitamos cargar el sentimiento de culpa. Si queremos, podemos pedir la actuación de Dios en nuestra vida. Ciertamente él puede quitar de nosotros todo remordimiento y culpabilidad. Y no solo puede quitar el peso de la culpa sino que también puede darnos poder para vivir de tal manera que no vayamos a cometer errores que produzcan culpa.
¡Vaya a Dios en oración, confiese su culpa; él le perdonará y usted será una persona transformada!