Apocalipsis y la misión de la Iglesia
El libro profético del Nuevo Testamento está impregnado de alusiones a la evangelización y al cumplimiento de la misión de la Iglesia
¡Apocalipsis es un libro misionero! De inicio a fin, su lenguaje llama la atención del lector a la obra de Dios por la salvación de la humanidad y la participación de la iglesia en ese proyecto misionero divino.
El lenguaje misionero de Apocalipsis puede percibirse de diversas formas. El libro habla de agentes misioneros (Apocalipsis 10:11); de audiencia (Apocalipsis 14:6; conf. 7:9); del escenario donde ocurre la misión de Dios (Apocalipsis 11:15; 14:6, 15, 16); de la proclamación del mensaje de salvación (Apocalipsis 10:6, 11; 14:7); del contenido de ese mensaje (Apocalipsis 14:7); del objetivo de la proclamación (Apocalipsis 14:3); y de una recompensa (Apocalipsis 11:18; 22:12).
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Además, Apocalipsis también se concentra en un intenso movimiento de un lugar hacia otro; más específicamente, un movimiento del cielo a la Tierra con el propósito de que el mensaje del libro llegue a la iglesia (Apocalipsis 1:1, 11; 22:6, 16) y, a partir de ella, al mundo entero (Apocalipsis 18:1). Ese movimiento del cielo a la Tierra señala al origen celestial del mensaje, así como el hecho de que la salvación es fruto de una iniciativa divina.
Luz
Aunque la iglesia en Apocalipsis sea representada por diversos términos y símbolos, el lector atento percibirá que la imagen destacada en los capítulos iniciales es la metáfora de la luz. La iglesia es retratada como un candelabro. Con cierta frecuencia, la Biblia utiliza la metáfora de la luz para referirse a la proclamación del mensaje de salvación (Isaías 42:6; 49:6; Lucas 2:32; Hechos 13:47; 26:23, etc.) Por lo tanto, la afirmación de Jesús: “Yo soy la luz del mundo” (Juan 8:12, conf. 9:5) no debe sorprendernos. Él vino al mundo como un misionero, a fin de salvarnos del cautiverio del pecado.
Sin embargo, Jesús también aplica la metáfora de la luz a la acción misionera de la iglesia: “Vosotros sois la luz del mundo” (Mateo 5:14). Mientras que Jesús es la luz del mundo, el papel real de la iglesia se resume en reflejar la luz de Jesús. La iglesia es representada como luz al inicio de Apocalipsis porque esta debe ser una luz para el mundo. Al percibir un enfriamiento del celo misionero por parte de la iglesia en Éfeso, Jesús hace la siguiente reprensión: “Quitaré tu candelero de su lugar, si no te hubieres arrepentido” (Apocalipsis 2:5). La iglesia existe para brillar. A los ojos de Jesús, al dejar de hacerlo está sujeta a la reprensión.
Las imágenes misioneras de la iglesia conectadas a la metáfora de la luz también ocurren en otras partes del libro. Por ejemplo, una mujer resplandeciente es vista en Apocalipsis 12:1, y un ángel que ilumina la Tierra entera con su gloria aparece en Apocalipsis 18:1. En ambos casos, la luz reflejada tiene origen celestial.
Llamado divino
Como sabemos, a lo largo de la historia de la iglesia cristiana, algunas verdades bíblicas fueron olvidadas. ¡La iglesia no brilló como debía! De ese modo, en el escenario del tiempo del fin, Dios llamó a un pueblo para que restaurara algunas verdades que habían sido abandonadas, así como también para que las anunciara al mundo. La comisión del pueblo remanente se encuentra en Apocalipsis 10:8-11, y el contenido de su proclamación está en Apocalipsis 14:6-13.
El lenguaje de la comisión que encontramos en Apocalipsis 10 es semejante al lenguaje del llamado divino a los profetas del Antiguo Testamento (Ezequiel 2:8-3:3; Jeremías 1:9; 15:16). Además, la frase “Es necesario que profetices” que aparece en Apocalipsis 10:11, es semejante al lenguaje utilizado por Jesús para comisionar al recién convertido Pablo: “Levántate y entra en la ciudad, y te dirán lo que es necesario hacer” (Hech. 9:6, traducción del autor).
Algo similar ocurre en Hechos 27:24, donde Pablo menciona el mensaje que recibió de un ángel de Dios (Hechos 27:23): “Pablo, es necesario que te presentes ante César” (traducción del autor). Apocalipsis 10:8-11 retrata una comisión profética y misionera. Como la visión de Apocalipsis 10 se encuentra entre la sexta y séptima trompeta (ver Apocalipsis 8:13; 9:12; 11:14), su cumplimiento ocurre en el tiempo del fin. Ese es un llamado para la iglesia remanente. La experiencia de Juan es símbolo de lo que ocurriría con el movimiento adventista en el siglo XIX.
Dios llamó a ese movimiento para presentar el último mensaje de advertencia al mundo. Obviamente, este es un gran privilegio, pero la responsabilidad es mayor. Sin embargo, no debemos olvidarnos de que la misión de la iglesia es solo parte de un proyecto mayor: la misión de Dios. La misión no es nuestra, sino de Dios (Apocalipsis 7:10; 19:1). Es en el poder de Dios que la iglesia concluirá la tarea (Apocalipsis 5:6); y cada uno de nosotros es llamado a participar de ese gran emprendimiento misionero. “El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias”.
Adenilton Aguiar es teólogo y profesor en la Facultad Adventista de Bahía (FADBA).