Lidere a quien quiere ser liderado
El liderazgo no debe alcanzar solo a los más talentosos o preparados; debe moldear a las personas a lo largo de su caminar.
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Vivimos en una sociedad que nos lleva a querer relacionarnos solo con personas destacadas, quienes tienen habilidades excepcionales y una trayectoria impecable. Sin embargo, hay un fragmento en la historia de David que nos enseña una lección intrigante, poderosa e inspiradora.
Cuando él huía de Saúl y encontró refugio en la cueva de Adulam (1 Samuel 22), para nuestra sorpresa, y creo que para él también, no fueron los poderosos o los influyentes quienes se juntaron con él. En lugar de eso, se acercaron quienes estaban pasando por dificultades, quienes estaban endeudados y quienes estaban descontentos con la vida.
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A los ojos humanos, ese no era el grupo ideal para seguir a un futuro rey. Pero David no los rechazó. Los acogió, los lideró y, con el tiempo, ayudó a transformar a un grupo de desamparados en un equipo victorioso.
Aprender a liderar
Este episodio en la vida de David nos enseña que no debemos juzgar a las personas por sus circunstancias actuales o la apariencia. En nuestro camino, muchas veces subestimamos a quienes nos rodean, esperando que solo los más talentosos y preparados sean capaces de ser parte de nuestro equipo o de convivir con nosotros, pues solo tales personas pueden contribuir.
Dios siempre ve el potencial donde nosotros vemos limitaciones. Él nos llama a mirar más allá de las dificultades y a reconocer que, con paciencia, dedicación y orientación, todos tienen la capacidad de crecer y fortalecerse.
Es más fácil descartar a los que enfrentan dificultades, pero debemos ofrecer oportunidades para que se desarrollen.
Muchas veces, los grandes líderes no nacen listos, sino que son moldeados a lo largo del camino. Cada persona tiene dones y talentos que pueden revelarse cuando hay incentivo, apoyo y deseo de crecer. Eso exige dedicación en ayudarlos a crecer, ofreciendo dirección, enseñanza y celebrando cada pequeña victoria.
La suma de las diferencias
El liderazgo de David nos enseña que debemos tener un corazón dispuesto a invertir en las personas, ayudándolas a superar sus debilidades y transformarlas en puntos de fuerza.
Por eso, en lugar de descartar a quienes parecen inadecuados o sin preparación, debemos asumir el compromiso de invertir en ellos y darles una oportunidad. Al hacerlo, no solo los ayudamos a crecer, sino que también crecemos juntos, aprendiendo lecciones valiosas de perseverancia, humildad y fe.
La historia de David y sus seguidores nos enseña que los grandes logros no dependen solo del talento, sino también de dedicación, paciencia y fe. Necesitamos abrir nuestros corazones hacia quienes enfrentan dificultades, invirtiendo tiempo y energía para ayudarlos a crecer.
Así como David transformó a un grupo de inadaptados en valientes guerreros, podemos marcar la diferencia en la vida de las personas a nuestro alrededor, reconociendo su potencial, ofreciendo apoyo y celebrando cada paso hacia adelante.
Lidere a quien quiere ser liderado. Puede no ser fácil, pero tendrá su recompensa.
Consejo de lectura:
Los dones de la imperfeción: Cómo aceptar la propia vulnerabilidad, vencer la vergüenza y atreverse a ser quien eres, de Brené Brown.
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