Familias terminan proyecto de voluntariado en la selva amazónica de Perú
La iniciativa de Maranatha involucró a 125 voluntarios en actividades de construcción y evangelismo
Dos veces al año, Maranatha Volunteers International ofrece oportunidades de misión internacional diseñadas específicamente para las familias. El último proyecto de este tipo se realizó recientemente en Pucallpa, Perú.
Los 125 voluntarios del viaje pasaron diez días construyendo un edificio de la Iglesia Adventista del Séptimo Día y un salón para la Escuela Sabática. También pintaron otros dos templos adventistas, llevaron a cabo dos programas de Escuela Cristiana de Vacaciones y atendieron a 1.931 pacientes en clínicas médicas en cuatro lugares diferentes.
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"Es como un sueño hecho realidad", dijo Alyson Pratt, voluntaria del proyecto. "Es maravilloso. Desearía poder tener más que ofrecer, además de donar mi tiempo de esta manera. Estar cansada al final del día y no es porque me esté sirviendo a mí misma o a otra persona que simplemente no aprecia el hecho de que esté disponible para ellos... No hay nada igual", enfatizó.
Una forma en que el Proyecto Familiar atiende a un grupo de edad diverso es a través de un campamento diurno especial para los hijos de los voluntarios hasta la edad de 12 años. "No puedes trabajar ocho días en un proyecto si eres un niño", dijo el coordinador Steve Case, quien ayudó a desarrollar el concepto del Proyecto Familiar de Maranatha.
"Se nos ocurrió la idea de un campamento diurno, donde tienes bloques de una o dos horas de trabajo, juego, algún tipo de experiencia cultural y algún tipo de actividad de servicio. Y eso marcó la diferencia para que las familias pudieran venir", explicó Steve Case.
En el viaje, los niños del campamento diurno pasaron tiempo trabajando junto a los adultos en los sitios de la iglesia. Pero también aprendieron a cocinar, visitaron un mercado de frutas y verduras y volaron con Perú Projects, una organización misionera adventista en la región.
De esta manera, los miembros de la familia se unieron entre sí mientras trabajaban para marcar una diferencia positiva, además de hacer nuevos amigos con voluntarios que nunca antes habían conocido. Catherine Adap, una joven de 16 años que ha participado en dos proyectos con su familia, cree que el proyecto crea un ambiente especial que inicia este tipo de conexión "con todos los voluntarios". "Es increíble. Me siento muy cómoda con solo acercarme a ellos y preguntarles: ¿Cómo fue el trabajo? ¿Que tal te fue hoy? ¿Qué hiciste? ¿Cuál fue la historia más loca de tu día?'... Es muy divertido", dice la joven.
Catherine siente que la experiencia la ha ayudado a ser más extrovertida y abierta a conocer nuevas personas y perspectivas. Su madre, Chris Guarin-Adap, siente que fue más que eso. Ha visto que los viajes tienen un impacto espiritual en su familia. "Noté una diferencia. Y la razón por la que los viajes misioneros son tan importantes para nosotros es que a mi esposo y a mí nos gustaría criar a nuestros hijos para que tengan el corazón de Cristo y su carácter. Y creemos firmemente que una vida de servicio y misión desinteresada nos da una mejor visión de cómo es Cristo, porque él mismo vivió una vida de servicio desinteresado. Y luego, cuando hacemos misiones, nos damos cuenta de que nos hace volver a lo importante", destaca.
Hace años, el liderazgo de Maranatha examinó la demografía de los grupos de voluntarios y notó una gran brecha. Los adolescentes estaban sirviendo en el Ultimate Workout, un viaje anual dirigido a ellos. Y muchos voluntarios jubilados llenaban listas de proyectos durante todo el año. Sin embargo, el número de adultos jóvenes, que podían tener familias, había disminuido. Así, el primer Proyecto Familiar tuvo lugar en 1998 y fue un éxito instantáneo. Desde entonces, el proyecto ha seguido ganando popularidad como una oportunidad para que las familias desarrollen la fe y la comunidad a través del acto de construir.
La versión original de este artículo fue publicada por Adventist Review.