Carcasas de colores
“Observad, pues, e informaos de todos los escondrijos donde se oculta, y volved a mí con información segura” (1 Sam. 23:23). “Cuando nos lavamos la cara en la mañana... ¿qué es lo más importante? ¿El agua o el grifo?”. Esta simple pregunta es formula...
“Observad, pues, e informaos de todos los escondrijos donde se oculta, y volved a mí con información segura” (1 Sam. 23:23).
“Cuando nos lavamos la cara en la mañana... ¿qué es lo más importante? ¿El agua o el grifo?”. Esta simple pregunta es formulada por el diseñador, filósofo y periodista John Thackara, que dicta conferencias por todo el mundo donde propone pensar en las necesidades antes que en las innovaciones y en el valor social antes que en la novedad tecnológica1.
Es posible extender la pregunta del agua y la canilla a todos los ámbitos de nuestra existencia. Continúa Thackara: “¿Necesitamos comunicarnos o un celular que tome fotos, emita música y adivine qué número deseamos marcar? ¿Necesitamos ponernos en contacto con otro ser humano o perdernos en la maraña de un chateo multitudinario? ¿Necesitamos transportarnos o un auto que bata las marcas mundiales de velocidad? ¿Necesitamos comunicarnos cuando de ello depende algo esencial o poseer un artefacto que nos salve del silencio y de la intimidad las veinticuatro horas del día, en cualquier momento y en cualquier lugar? ¿Necesitamos escuchar música o atosigarnos de ruido sólo porque es fácil acceder a él?”.
Las preguntas podrían continuar: ¿Necesitamos ser presa fácil de la fiebre de consumismo y materialismo que impera en la sociedad? ¿Estamos atendiendo a nuestras necesidades básicas o somos esclavos de nuestros deseos? ¿Vivimos la vida que elegimos o sólo la que se nos induce a vivir? ¿Y qué ocurriría si lleváramos las preguntas de Thackara a nuestra vida espiritual? ¿Transitamos nuestra experiencia con Dios camuflados en una selva de liturgias vacías y en oraciones repetidas? ¿Asistimos cada sábado a la iglesia como una mera formalidad a cumplir sin experimentar nunca un verdadero reavivamiento espiritual?
El 10 de septiembre pasado, una reconocida marca presentó sus nuevos modelos de teléfonos celulares inteligentes. Entre las novedades, más allá de los adelantos técnicos, están los coloridos diseños de carcasas para el aparato, que incluso incluyen el color dorado. Ese día, las redes sociales ardieron con argumentos en pro y en contra de estos nuevos teléfonos. Es que vivimos sumergidos en una cultura tan consumista, que estamos pendientes y a la expectativa de los últimos adelantos tecnológicos. Pareciera que esto es lo único que importa. Pareciera que nos imponen que debemos consumir no solo para tener, sino para ser.
Todo cambia, año tras año. Y, como los antiguos nativos que cambiaban con los colonizadores oro por espejitos de colores, siempre salimos perdiendo en este trueque consumista.
¿Qué estamos haciendo hoy con nuestra vida? El tiempo corre. Lo mismo ocurre con el dinero. Frecuentemente nos quejamos de la falta de ambos. Pero, ¿en qué invertimos el tiempo y el dinero que tenemos? Innumerables veces argumentamos que no tenemos tiempo. Nuestras tristes tesis razonan, sin otros elementos probatorios que el rostro cansado y la notoria ausencia de descanso adecuado, que nos falta tiempo para una comunicación más efectiva y de calidad, que nos falta tiempo para trabajar en las actividades de la iglesia y que nos falta tiempo para orar o leer la Biblia.
Falso.
Todos tenemos tiempo. Si hay algo que nos sobra es, justamente, tiempo. Si no tenemos tiempo, entonces no tenemos vida. Nuestra vida está hecha de tiempo. El problema es que no queremos, no tenemos la intensión o no forma parte de nuestra lista de prioridades dedicar algo de nuestro tiempo para las cosas de Dios. “Hay más tiempo que vida”, dice un refrán. Y otro lo complementa: “Al tiempo hay que hacerlo”.
No usemos los minutos de nuestra vida en menudencias. Establezcamos claramente nuestras prioridades. Dejemos lo segundo para el segundo lugar. Usemos los mínimos minutos que aún tenemos para cosas provechosas, para actividades que ayuden al prójimo y, por sobre todo, que nos conecten con nuestro Creador.
En 1º de Samuel 23:23 Saúl pedía información segura para capturar a David. Este es un mundo de inestabilidades e incertidumbres. Nada es seguro y todo es relativo. Por eso, es tiempo de anclarnos en la firmeza de la Palabra de Dios. Desechemos hoy mismo nuestra sobrecargada mochila de cosas prescindibles, por más que tengan atractivas carcasas de colores y estuches dorados.
Lo básico es concretar cada día con Dios una relación madura y profunda. Lo más importante es Jesús, el Agua de Vida (Jn. 4: 13, 14 y 7:37).
Todo lo demás es grifería.