Cosmovisión cristiana: los dos últimos fundamentos
A pesar de la caída, Dios trajo la redención necesaria para la humanidad.
En el artículo anterior de esta columna, vimos el primer fundamento, o la primera base, de la cosmovisión cristiana. En este texto, veremos los otros dos: la caída y la redención.
La segunda columna que sustenta la cosmovisión cristiana es la caída, la noción de que vivimos en un mundo en el cual la voluntad perfecta de Dios fue interrumpida por elección de los seres humanos. Tomemos como ejemplo la cuestión de la cultura.
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Antes del pecado, la producción de cultura se haría de manera indolora y con placer; sin embargo, el pecado entró en escena. Después de la caída, el mandato cultural se mantuvo, pero las condiciones cambiaron.
Como escribió Nancy Pearcey, “La caída no destruyó nuestro llamado original, pero sí lo hizo más difícil. Nuestro trabajo está marcado por tristezas y labores. [...] La existencia humana ideal no es placer eterno o vacaciones infinitas o una reclusión monástica en oración y meditación, sino un esfuerzo creativo para la gloria de Dios y el beneficio de los demás”.[1]
La naturaleza humana era perfecta y estaba en armonía con todos los otros seres creados. Sin embargo, después de la caída, el ser humano rompió sus cuatro niveles de relación. En primer lugar, se rompió la relación con Dios, pues el ser humano se escondió y le tuvo miedo al Señor (Génesis 3:10); en segundo lugar, se rompió la relación con el prójimo. Inmediatamente después de la caída, Adán le echó la culpa del error a su mujer (Génesis 3:12). En tercer lugar, se rompió la relación consigo mismo, porque el ser humano sintió vergüenza de su propio cuerpo (Génesis 3:7); y, en cuarto lugar, se rompió la relación con la naturaleza, cuando se hizo el sacrificio de dos animales para que sirvieran de ropa para cubrir la desnudez humana (Génesis 3:21).
A partir de ese episodio fatídico, el ser humano pasó a ser un ser caído, condenado a la muerte eterna y a vivir separado de Dios. Su naturaleza pasó a ser inclinada al mal y la bondad intrínseca fue destruida. El mal comenzó a ser una realidad enfrentada en el planeta Tierra por todas las personas y, además, una cuestión filosófica de difícil solución. “El problema del mal es reconocidamente complejo, incluso en las páginas de la Biblia”, señala el teólogo Rodrigo Silva.[2]
Cuando miramos las tragedias que suceden en el planeta y en la vida privada de las personas, se debe poner todo en el molde de la entrada y la existencia del pecado y de la condición caída de los seres humanos. De esta manera, se tendrá comprensión correcta con respecto a los fenómenos que ocurrieron y ocurren en la humanidad, en especial aquellos que fueron o continúan siendo generadores de dolor y sufrimiento.
Redención
La tercera referencia que forma la lente por medio de la cual un cristiano ve la vida es la redención. Desde que el mal entró en el planeta Tierra, Dios comenzó un esfuerzo para erradicar ese mal y que los humanos volvieran a la condición que tenían en el Edén antes del pecado. Este esfuerzo pasó por los capítulos de formación de un pueblo que debía representar a Dios en la Tierra (judíos) y, de manera más completa, en la vida, muerte y resurrección de Cristo. Eso resulta en el trabajo de Jesús como intercesor y, finalmente, en la expectativa de su segunda venida.
Cristo mismo puso en evidencia el objetivo de Dios como meta de su ministerio terrenal. En diálogo con Nicodemo, el Maestro afirmó: " Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna" (Juan 3:16). Este texto bíblico es una especie de resumen del plan de redención. Esta perspectiva debe formar parte de la mirada cristiana para el mundo, en el sentido de ayudarlo a interpretar los acontecimientos que se hacen presentes en el orden planetario.
El concepto de redención debe ser bien comprendido para poder aplicarlo como base de la cosmovisión cristiana. Daniel Parks aclara el concepto de redención al decir que:
La palabra griega deriva del verbo que significa “liberar ante el cobro de un rescate”. El redentor es Jesucristo, el pariente redentor de los elegidos de Dios: “Bendito el Señor Dios de Israel, que ha visitado y redimido a su pueblo” (Lucas 1:68). El precio que Jesús pagó en favor de la redención de su pueblo fue su propia sangre, derramada en su muerte, en lugar de los elegidos: “…el Hijo del Hombre […] vino […] para dar su vida en rescate por muchos” (Mateo 20:28). Y el Redentor es también, en él mismo, la redención: “Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios […] redención” (1 Corintios 1:30). Cristo redimió a su pueblo del pecado y de todo lo que este trae asociado”.[3]
La redención, que se materializó en la cruz y se concretizará en el regreso de Jesús, sirve como consuelo e incentivo para que los cristianos continúen viviendo el evangelio de Cristo en la Tierra. El cristiano, cuando acepta esa misión, hace que se refleje el sentido de la vida que fue revelado en Cristo. Eso porque se comprende que no se trata de un fruto de la casualidad, sino del amor de Dios.
Apoyados en la Biblia
Me gustaría terminar este artículo reafirmando lo básico: no existe cosmovisión cristiana sin la valorización de la Biblia. Un cristiano sin la Palabra se convierte en un conjunto de opiniones disfrazadas de cristianismo. El resultado de eso son distorsiones teológicas y vidas que son desviadas del camino de la salvación.
Para formar una cosmovisión cristiana y profundizar esa visión es necesario que nos apoyemos todos los días en la Biblia. Cada opinión, cada decisión personal, cada pensamiento debe estar pegado a la Biblia. Solo de esta manera podremos ver la vida a través de las lentes del cristianismo.
Referencias:
[1] PEARCEY, Nancy. Verdade Absoluta: libertando o Cristianismo de seu cativeiro cultural. Río de Janeiro-RJ: CPAD, 2017, p.53.
HIEBERT, Paul G. Transformando cosmovisões: uma análise antropológica de como as pessoas mudam. São Paulo: Vida Nova, 2016.
SANDLIN, P. Andrew. Cultura Cristã: uma introdução. Brasília, DF: Editora Monergismo, 2016.
[2] SILVA, Rodrigo Pereira. O Ceticismo da fé: Deus: uma Dúvida, uma Certeza, uma Distorção. São Paulo: Ágape, 2018, p. 493.
[3] PARKS, Daniel E. O que significa esta “eterna redenção”?. Disponível em http://www.ministeriofiel.com.br/artigos/detalhes/105/A_Eterna_Redencao. Visto el 15/11/2018