Herederos de un reino eterno
El plan de Dios para los reinos terrestres tiene un objetivo claro, que es llevar a sus hijos a un hogar sin sufrimientos.
En textos anteriores, encontrará artículos de una serie con base en mi libro, Herederos del reino, lanzado por la Casa Publicadora Brasileña (CPB). Basado en el libro bíblico de Daniel, presento lecciones que extraje para mi vida. A continuación, comparto con usted una versión resumida del quinto capítulo. En caso de que no haya leído los anteriores, hágalo aquí.
“Los problemas humanos solo pueden resolverse por una interacción sobre natural que inaugura un nuevo reino” (Christopher Wright).
Dios le reveló a Daniel que la inseguridad de los poderes de la Tierra será sustituida por la seguridad del reino de Dios, que es presentado con las siguientes palabras: “El Dios del cielo levantará un reino que no será jamás destruido, ni será el reino dejado a otro pueblo; desmenuzará y consumirá a todos estos reinos, pero él permanecerá para siempre” (Daniel 2:44).
Hay muchas informaciones en ese texto. Dios nos da la garantía de que se levantará un reino que jamás será destruido. Eso es grandioso. El reino eterno de Dios es presentado a lo largo de la Biblia con palabras maravillosas. El profeta Isaías nos dice que en ese reino “Nunca más se oirá en tu tierra violencia, destrucción ni quebrantamiento en tu territorio, sino que a tus muros llamarás Salvación, y a tus puertas Alabanza. El sol nunca más te servirá de luz para el día, ni el resplandor de la luna te alumbrará, sino que Jehová te será por luz perpetua, y el Dios tuyo por tu gloria. No se pondrá jamás tu sol, ni menguará tu luna; porque Jehová te será por luz perpetua, y los días de tu luto serán acabados” (Isaías 60:18-20).
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Sin embargo, el profeta Daniel no dice solo que el reino de Dios sería establecido, sino que también revela que el reino de Dios despedazará y consumirá a todos los otros reinos. No debemos pensar en el reino de Dios como uno de los imperios de la imagen que se agregaría al final de la seguidilla de reinos. No es un cambio de reino más, es el establecimiento de un reino eterno. Y, para que esto sea posible, todos los otros reinos deben ser destruidos, incluso los pequeños reinos que establecemos en nuestro corazón.
Permítame ser un poco más claro. La profecía de Daniel 2 nos enseña que, si Dios tiene que derrumbar un reino para dejar en claro que tiene el dominio y que las riquezas y los poderes de la Tierra son pasajeros, hará eso. No importa cuán valioso y querido sea para mí o para ti. Y eso tiene un motivo: Dios nos ama y sabe que el único reino seguro para sus hijos es el celestial.
Dios destruirá todos los reinos humanos, pues está claro que estos no funcionaron. El hombre no se ha hecho mejor, más bondadoso ni altruista, a pesar de todo el progreso hecho y las conquistas alcanzadas.
El escritor G. K. Chesterton estaba en lo cierto cuando respondió un pedido del periódico The Times para que los lectores respondieran “¿Qué tiene de malo el mundo?”. Se cree que Chesterton escribió:
Estimado señor,
Yo.
Con afecto,
G. K. Chesterton
El plan de Dios
Esto puede parecer fuerte, pero la estatua del sueño de Nabucodonosor prueba que no hay espacio para dos reinos al mismo tiempo. Por eso, un reino sustituye al otro hasta que llegue el reino de Dios. Todo eso tiene un significado.
En algún momento, ¿deseó formar parte del reino de Dios? ¿Ya se entregó a Cristo y decidió aceptar la oferta de vivir eternamente con él? La gran cuestión es que esos deseos, por más correctos que sean, solo expresan el anhelo de que el reino de Dios sea establecido, pero, además, debemos permitir que Dios despedace y consuma todos los otros reinos de nuestro corazón antes de llevarnos a su reino. Dios puede hacer eso si usted se lo permite, pero tenga en cuenta que ese puede ser un proceso largo y doloroso. Estamos tan apegados a los valores de los reinos que serán destruidos, que liberarnos de ellos implica sentir dolor.
Esas son palabras duras, pero revelan el propósito de Dios de establecer su reino en nuestra vida, aunque para eso tenga que destruir los reinos a los que estamos aferrados. El verdadero propósito de la fidelidad en la Biblia es revelar en qué reino están nuestros tesoros. Por ejemplo, no piense que el propósito de la fidelidad en la Biblia es revelar en qué reino están nuestros tesoros. Por ejemplo, no piense que el propósito de la fidelidad en los diezmos y las ofrendas es mantener el funcionamiento de la iglesia; ese es el uso, pero el propósito es el siguiente: “Vi que este sistema de diezmar desarrollaría el carácter y manifestaría la verdadera condición del corazón”.[1]
Desarrollar un carácter compatible con nuestro hogar celestial es dejar claro cuán apegados estamos a los valores terrenales. “Dios nos prueba aquí encomendándonos posesiones temporales, para que nuestro uso de ellas demuestre si se nos pueden confiar las riquezas eternas. Únicamente en la medida en que la vida abnegada de Cristo se refleje en nuestra propia vida, podremos estar en armonía con el cielo y ser aptos para entrar allí” [2]
Nunca debemos olvidar que lo que nos espera en la eternidad es infinitamente mayor que cualquier cosa de este mundo.
Referencias:
[1] Elena G. White, Testimonios para la Iglesia, t.1, p. 216.
[2] Elena G. White, Mensajes selectos, t. 2, p. 153.