Un ministerio que apunta al Salvador
La obra literaria de Elena G. de White, la Mensajera del Señor, continúa guiando a la gente a la Biblia y a su profundo entendimiento.
Elena G. de White falleció hace exactamente 106 años, el 16 de julio de 1915. Ella ejerció un profundo impacto e influencia en la Iglesia Adventista del Séptimo Día. Su ministerio de aproximadamente siete décadas fue decisivo para la organización y la identidad de la denominación.
De hecho, la influencia de sus enseñanzas es, por lejos, mucho mayor que la de cualquier otro líder de la denominación, ya sea del pasado o de la actualidad. Sí, ella fue y es la adventista de mayor influencia en la historia de la Iglesia y, desde su muerte, sus consejos y percepciones continúan orientando a los adventistas.
¿Quién fue Elena de White?
Elena G. White es la escritora más traducida en toda la historia de la literatura. Durante toda su vida, escribió más de cinco mil artículos y 49 libros. Hoy, esta producción incluye compilaciones de sus manuscritos, más de 150 libros están disponibles en inglés y cerca de 90 en portugués. Sus escritos abarcan una amplia variedad de temas, incluidos teología, religión, educación, salud, relaciones sociales, evangelismo, profecías, trabajo de publicaciones, nutrición y administración. Su obra maestra sobre la vida cristiana feliz, El camino a Cristo, ya ha sido publicada en más de 150 idiomas.[1] Eso es sorprendente, una verdadera hazaña para quien dejó de asistir a la escuela a los 9 años de edad.
Nosotros, adventistas del séptimo día, creemos que Elena de White fue mucho más que una escritora talentosa. Creemos que ella fue señalada por Dios para ser una mensajera especial, con el fin de atraer la atención de todos a las Sagradas Escrituras, para ayudar a las personas a que se preparen para la segunda venida de Cristo.
Desde los 17 años, hasta su fallecimiento, a los 87 años, Dios le concedió cerca de dos mil sueños y visiones. Las visiones variaban en duración, pues podían ser de menos de un minuto hasta cerca de cuatro horas. El conocimiento y los consejos recibidos a través de esas revelaciones fueron escritos por ella con el objetivo que fueran compartidos con otros. De esa manera, sus escritos son aceptados por nosotros, adventistas del séptimo día, como inspirados, y la calidad excepcional de esas obras es reconocida incluso por lectores ocasionales.[2]
El don de profecía
Nosotros, los adventistas, creemos que el don profético “es una característica de la iglesia remanente y fue manifestado en el ministerio de Elena G. White”, [3] a quien consideramos la “mensajera del Señor”, pues sus escritos son “una continua y autorizada fuente de verdad y proporcionan consuelo, orientación, instrucción y corrección a la iglesia”, y su veracidad debe ser probada por la Biblia.[4]
Dios siempre tuvo a su pueblo remanente a lo largo de la historia de la humanidad, gente comprometida con una vida religiosa correcta. Y Apocalipsis 12:17 detalla las dos características esenciales del Remanente: “Entonces el dragón se llenó de ira contra la mujer; y se fue a hacer guerra contra el resto de la descendencia de ella, los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo” (Apocalipsis 12:17).
El texto deja claro que el pueblo remanente tiene dos características distintivas: (1) guarda los mandamientos de Dios y (2) tiene el testimonio de Jesús. Entonces, la persona que tiene una vida religiosa verdadera, incluso en el tiempo del fin, debe observar estos dos aspectos: guardar los mandamientos de Dios y tener el testimonio de Jesús.
Usted conoce los mandamientos de Dios (Éxodo 20); los principios son estos: 1: lealtad a Dios 2: culto correcto a Dios; 3: reverencia a Dios; 4: santificación del sábado; 5: honor a los padres; 6: respeto a la vida; 7: pureza 8: honestidad; 9: veracidad y 10: contentamiento.
La frase “el testimonio de Jesús”, de Apocalipsis 12:17, se refiere al don profético. Y, ¿cómo sabemos eso? Por la conversación posterior del ángel con Juan. Explico: cerca del final del libro de Apocalipsis, el ángel se identifica a sí mismo como “yo soy consiervo tuyo, y de tus hermanos que retienen el testimonio de Jesús” (Apocalipsis 19:10) y como “porque yo soy consiervo tuyo, de tus hermanos los profetas” (Apocalipsis 22:9). Estas expresiones paralelas dejan claro que son los profetas quienes poseen el “testimonio de Jesús”. Eso explica la declaración del ángel de que “el testimonio de Jesús es el espíritu de la profecía” (Apocalipsis 19:10).
De tal manera que el espíritu de profecía no es una invención de los adventistas del séptimo día; es algo que está en la Palabra de Dios.
Requisitos para ser profeta
Alguien puede preguntar: ¿Cumple Elena G. White las condiciones como mensajera de Dios para los tiempos actuales? ¿Cumple los requisitos para ser una profetiza?
La respuesta es un claro y sonoro: ¡Sí! De hecho, las normas por las cuales evaluamos a los profetas bíblicos pueden ser fácilmente aplicadas a Elena de White.[5]
1. Las enseñanzas de Elena de White están totalmente en armonía con la Biblia
Desde el comienzo hasta el final de su ministerio, su consejo es clarísimo. Ella escribió: “El Señor desea que estudiéis vuestras Biblias. Él no ha dado ninguna luz adicional para tomar el lugar de la Palabra. Esta luz {su ministerio} se da con el propósito de concentrar en su Palabra las mentes confundidas, y si se asimila y digiere es la sangre y la vida del alma”.[6]
También escribió: “la Biblia y solamente la Biblia es nuestra regla de fe ”.[7] En otra ocasión, dijo: “Las palabras de la Biblia, y de la Biblia sola, deben oírse desde el púlpito”.[8]
2. Exactitud de las predicciones[9]
Los escritos de Elena de White contienen un número relativamente pequeño de predicciones; algunas de ellas hoy están en proceso de cumplimiento, mientras que otras todavía esperan cumplirse. Por su parte, las que ya se pueden probar se cumplieron con extraordinaria precisión. Vea dos ejemplos que demuestran su visión profética.
El primero se refiere al surgimiento del espiritismo moderno; en 1850, cuando todavía se encontraba en los primeros pasos, Elena de White lo identificó como uno de los grandes engaños de los últimos días y predice su crecimiento.
El segundo se refiere a la cooperación íntima entre protestantes y católicos romanos; en su época, existía un abismo entre el protestantismo y el catolicismo romano, lo cual parecía impedir cualquier tipo de cooperación entre ambos; hoy, observamos que grandes cambios han derribado muchas barreras hasta ese entonces existentes entre católicos y protestantes, lo que condujo a un proceso de creciente cooperación.
3. Los frutos del ministerio de Elena de White
Con apenas 100 creyentes en 1850, el movimiento adventista se hizo internacional, que creció hasta llegar cerca de los 21 millones de miembros. Los observadores no adventistas, así como los adventistas, declaran enfáticamente que Elena de White es la principal razón para esta influencia mundial.
La Iglesia Adventista no se destaca solo en el ministerio de la predicación; también patrocina el mayor sistema de escuelas protestantes del mundo; su programa médico y social también es internacionalmente conocido, producto en gran parte del estímulo de Elena de White.[10]
4. El enfoque sobre Jesús
El enfoque coherente de Elena de White sobre Jesús como el centro tanto de su vida espiritual como de sus principios teológicos resalta cuán convincentemente ella cooperó con el Espíritu de Profecía. Ella dijo: “El objeto de todo ministerio es mantener oculto el yo y hacer que aparezca Cristo. La exaltación de Cristo es la gran verdad que han de revelar todos los que trabajan en palabra y doctrina”.[11]
Como Pedro, podemos decir con fe y seguridad: “Porque no os hemos dado a conocer el poder y la venida de nuestro Señor Jesucristo siguiendo fábulas artificiosas, sino como habiendo visto con nuestros propios ojos su majestad [...] Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones” (2 Pedro 1:16, 19).
Por otro lado, es importante reforzar que “los adventistas del séptimo día son un pueblo profético, viven en un tiempo profético y transmiten un mensaje profético a un mundo desprovisto de esperanza y salvación. Para cumplir nuestro papel singular en tiempos difíciles, necesitamos depender como nunca de la orientación del Espíritu Santo. El don de profecía, que es una de las dádivas concedidas al pueblo de Dios por el Espíritu Santo, representa el esfuerzo del Señor para comunicarse con y por medio de seres humanos, mientras prepara personas para encontrarlo”.[12]
Usted, que tiene la costumbre de leer libros de Elena de White, continúe ese buen hábito espiritual. Usted, que aún no hace eso, comience ahora. Cuanto más leemos los libros de la mensajera del Señor, más estudiaremos y amaremos las Sagradas Escrituras, haciendo la voluntad de Dios.
Referencias
[1] “Quem foi Ellen Gould White?”. Disponível aqui: https://www.adventistas.org/pt/espiritodeprofecia/sobre-nos/biografia-de-ellen-g-white/ . Acesso em 09/06/2020.
[2] “Quem foi Ellen Gould White?”. Disponível aqui: https://www.adventistas.org/pt/espiritodeprofecia/sobre-nos/biografia-de-ellen-g-white/ . Acesso em 09/06/2020.
[3] ASSOCIAÇÃO MINISTERIAL DA ASSOCIAÇÃO GERAL DOS ADVENTISTAS DO SÉTIMO DIA. Nisto Cremos: As 28 Crenças Fundamentais da Igreja Adventista do Sétimo Dia. Tradução de Hélio L. Grellmann. Tatuí, SP: Casa Publicadora Brasileira, 2008, p. 276.
[4] Idem.
[5] Herbert Douglas. Mensageira do Senhor – O Ministério profético de Ellen G. White. Tatuí, SP: Casa publicadora Brasileira, 2001, p. 514.
[6] White, E. G. Mensajes selectos, t. 3, p. 31.
[7] White, E. G. Consejos sobre la obra de la escuela sabática, p. 93.
[8] White, E. G. (2007). Profetas y reyes, p. 461.
[9] Nisto Cremos, p. 288-289.
[10] Herbert Douglas. Mensageira do Senhor – O Ministério profético de Ellen G. White. Tatuí, SP: Casa publicadora Brasileira, 2001, p. 514, 515.
[11] Elena G. White. Mensajes selectos, t. 1, p. 182.
[12] Alberto R. Timm y Dwain N. Esmond. Quando Deus fala: O Dom de Profecia na Bíblia e na História. Tatuí, SP: Casa Publicadora Brasileña, 2017, p. 5.