Ley dominical: la lealtad al Dios Creador puesta a prueba - Parte 2
¿Qué muestran los posibles escenarios proféticos, presentados por el autor basados en la Biblia y los escritos de Elena de White, sobre el decreto dominical en el futuro?
A lo largo de la historia, ha habido un pueblo o comunidad de fieles que mantiene un pacto con Dios y reivindica su ley en la Tierra, el principado usurpado por Satanás. El enemigo de Dios intenta afirmar su gobierno, anulando la ley de Dios en la Tierra. Sin embargo, un remanente fiel mantiene viva la llama del decálogo divino.
¿Qué evidencias ofrecen las Sagradas Escrituras y la historia para esta batalla contra la ley de Dios? Esos eventos históricos sirven como un anticipo de lo que será la lucha contra la ley de Dios en el fin del tiempo. Pero, ¿será posible que los regímenes democráticos del estado actual de derecho logren asumir una postura de intolerancia tal contra los que guardan la ley divina?
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La ley dominical en la historia
Desde el antiguo Egipto, hay evidencias de que los imperios, en diversos momentos, persiguieron al pueblo de Dios por la observancia del sábado.
Al principio, en el Egipto antiguo, hubo intolerancia a los israelitas debido a la ley de Dios. Cuando eran un pueblo autónomo, los hijos de Israel podían guardar la ley de Dios en libertad. Sin embargo, llegó un tiempo en el que estuvieron bajo la ley del estado egipcio. En ese contexto, por determinación del Faraón, los israelitas estuvieron privados del “descanso” sabático. El término traducido como “cesar” (Éxodo 5:5) es el verbo hebreo shabath.
En el reino de Persia donde muchos judíos permanecieron después del cautiverio babilónico, el oficial Amán convenció al rey Asuero de hacer un decreto contra los judíos. Su motivación no deja dudas: “Hay un pueblo esparcido y distribuido entre los pueblos en todas las provincias de tu reino, y sus leyes son diferentes de las de todo pueblo […] Si place al rey, decrete que sean destruidos” (Ester 3:8, 9). Ante la manipulación de Amán, Asuero “quitó el anillo de su mano, y lo dio a Amán” el “enemigo de los judíos” (Ester 3:10). Excepto el sábado, los demás mandamientos de la Ley de Dios no tenían una distinción significativa entre los judíos y los pueblos de Persia. De hecho, Elena de White afirma que el decreto de muerte a ser expedido por la “imagen de la bestia” “será muy semejante al que promulgó Asuero contra los judíos” (Profetas y reyes, p. 444).
Siglos después, en el 321 d.C., se emitió en el Imperio Romano el Edicto de Constantino: “Que todos los jueces, y todos los habitantes de la ciudad, y todos los mercaderes y artífices descansen en el venerable día del Sol”. Durante la Edad Media, también prevaleció la ley católica romana que ordenaba “guardar domingos y fiestas”, el tercer mandamiento, en detrimento del sábado de la ley de Dios (Éxodo 20:8-11).
Día del Señor
En la Edad Moderna, los protestantes ingleses fueron los primeros que promovieron la observancia del día del Señor. Eso resultó de la traducción de la Biblia de William Tyndale (siglo XVI). El reformador se impresionó mucho con el tema del pacto, sobre el cual hizo varias notas de margen en el Pentateuco. Más tarde, con el establecimiento de la iglesia de la corona británica se llevó a los protestantes ingleses a verse a sí mismos como los sustitutos de los antiguos israelitas, como herederos del Pacto. De esta forma, las notas de Tyndale y la noción de un pueblo elegido llevaron a los protestantes ingleses a redescubrir el día del Señor como una señal del Pacto. A principios del siglo VVII, el ministro anglicano Nicholas Bownd comenzó a enseñar que “profanar el sábado era profanar a Dios”.[1] Así los puritanos ingleses pasaron a enseñar que “trabajar en sábado era un pecado tan grave como matar o cometer adulterio”,[2] porque sería romper el Pacto con Dios. El posterior retorno de la corona británica al catolicismo dejó a los protestantes celosos por la ley de Dios expuestos a la intolerancia.
Sin embargo, a pesar de leer el Pentateuco, los protestantes ingleses guardaban el día del Señor en el primer día de la semana y llamaban a ese día “sábado”. No pasó mucho tiempo para que algunos concluyeran que el sábado de descanso debería guardarse el séptimo día. Los puritanos John Trask y su esposa Dorothy comenzaron a guardar el sábado del séptimo día ya a principios del siglo XVII, razón por la cual fueron perseguidos.
El 19 de junio de 1618, Trask fue “sentenciado a ser golpeado, ridiculizado, mutilado y condenado a prisión perpetua” acusado de “conspiración”. Él era el líder de una secta de separatistas que creían que “el sábado del séptimo día y la ley dietética mosaica continuaban en vigencia para los cristianos”. Por desgracia, Trask se retractó y fue absuelto. Pero, su esposa Dorothy “quedó presa por 25 años por no renunciar a su creencia del sábado como séptimo día”.[3]
Los puritanos celosos del “sábado”, que guardaban el primer día de la semana, no pudieron tener paz en Inglaterra bajo la influencia posterior de Roma. Por eso, deseaban una tierra donde poder guardar los “mandamientos de Dios” bajo protección de la ley civil. La colonización americana fue la salida que encontraron.
En 1620, los puritanos llegaron a Estados Unidos “a fin de establecer una nueva Jerusalén que conservara el sábado en su integridad”.[4] Considerando el papel de los protestantes puritanos y su motivación en el desarrollo de los Estados Unidos, debe asumirse que “la observancia del santo día sábado es una de sus poderosas piedras angulares”.[5] Bajo ese ímpetu, las colonias puritanas, en América del Norte, pronto desarrollaron una “legislación dominical contra la profanación del día del Señor, con pesadas y graves penalidades a las violaciones”.[6]
La llamada Nueva Inglaterra aprobó leyes que prohibían “no solo crímenes sexuales, sino también blasfemia, embriaguez, juegos de azar y violación de la santidad del sábado”.[7] Sin embargo, esos puritanos continuaron observando el sábado en el primer día de la semana.
En función de eso, una ley dominical a ser desarrollada por los países cristianos, por lo tanto, tiene claros precedentes y motivaciones históricas.
El domingo en el horizonte global
En las décadas recientes, los movimientos en favor de la observancia del domingo se están fortaleciendo en las encíclicas papales sobre el asunto. La llamada European Sunday Alliance defiende la observancia del domingo como camino para la renovación de la familia y de la sociedad.[8] A su vez, la Lord’s Day Alliance, en los Estados Unidos, propone que la observancia del domingo es compatible con la Declaración Universal de los Derechos Humanos, porque los empleadores deben “honrar las necesidades de los trabajadores por observancias de fe oportunas, tratamiento justo y descanso regenerativo”.[9]
En mayo de 1998, el papa Juan Pablo II emitió la encíclica Dies Domini (“Día del Señor”), en la cual defiende que la observancia del domingo es el medio para la “reforma social”, el fortalecimiento de la familia y la restauración de la iglesia. Él cita “la ley civil del Imperio Romano”, que reconoció el “día del Sol”, para que todos en ese día dejaran de trabajar. En el párrafo 67, se afirma que “es natural que los cristianos se esfuercen para que, también en las circunstancias específicas de nuestro tiempo, la legislación civil tenga en cuenta su deber de santificar el domingo”.[10]
En 2017, el papa Francisco emitió la encíclica Laudato Si (alabado seas), en donde defiende que el ecosistema necesita un descanso dominical. En el párrafo 71, basa su argumentación en la ley divina sobre el “sábado”. Para él, la necesidad de descanso de la tierra y de sus habitantes en el domingo “está patente, por ejemplo, en la ley del Shabath”. Pues, “en el séptimo día, Dios descansó de todas sus obras. Dios ordenó a Israel que cada séptimo día debía celebrarse como un día de descanso, un Shabath (cf. Génesis 2:2-3; Éxodo 16, 23; 20, 10)”.[11]
Evidentemente, los que defienden la ley dominical, tanto católicos como protestantes, afirman que la misma tendrá coherencia con el estado de libertad mantenido por la Carta de los Derechos Humanos. Sin embargo, el contexto de inestabilidad y las situaciones actuales de emergencia, cuando la supervivencia de la humanidad se coloca en perspectiva, una ley así difícilmente mantendría derechos de minorías contrarias. En vista de eso y de las previsiones proféticas, no hay duda de que la ley dominical contribuirá a provocar oposiciones e intolerancia.
En esa línea, Elena de White afirma que, en el contexto de la ley dominical, se afirmará que “la corrupción que se va generalizando más y más, debe achacarse en gran parte a la violación del así llamado “día del Señor” (domingo), y que, si se hiciese obligatoria la observancia de este día, mejoraría en gran manera la moralidad social” (Elena de White, El gran Conflicto, 574).
Los Estados Unidos, poder civil representado por la “imagen de la bestia” será el primer país en aprobar esa ley. Pero, como consecuencia de su influencia y poder sobre las demás naciones, esa misma ley se reproducirá por el mundo. “Cuando los Estados Unidos, el país de la libertad religiosa, se una con el papado para forzar la conciencia y obligar a los hombres a honrar el falso día de reposo, los habitantes de todo país del globo serán inducidos a seguir su ejemplo” (Elena de White, Maranata, el Señor viene, p. 220).
Se debe observar que la observancia del domingo, por millones de cristianos sinceros, no es en sí la marca de la bestia. “La observancia del domingo no es aún la marca de la bestia, y no lo será sino hasta que se promulgue el decreto que obligue a los hombres a santificar este falso día de reposo” (Elena de White, Eventos de los últimos días, p. 228). De esta forma, es la ley dominical impuesta lo que determina la condición de la marca de la bestia. En el contexto de Apocalipsis 13 queda claro que la bestia pretende, a ejemplo de Nabucodonosor (Daniel 3:15), asumir el lugar de Dios.
Por lo tanto, seguir la ley de la bestia y tener su marca será una condición para vivir en la Tierra y tener la protección de la ley del Estado. Por otro lado, seguir la ley de Dios y tener el sello de Dios es la condición de la ciudadanía celestial y de la protección divina. La elección ante este dilema definirá el hecho de una filiación a la bestia o a Dios.
Los guardadores del sábado deben tener en mente que la ley dominical, a nivel mundial, es el último evento escatológico. Pues, “a sustitución de leyes humanas en lugar de la ley de Dios, la exaltación del domingo prescrita por una simple autoridad humana en reemplazo del sábado bíblico constituye el último acto del drama. Cuando esta sustitución sea universal, Dios se revelará” (Elena de White, Joyas de los testimonios, t. 3 p. 142, 143).
Conclusión
La revelación profética, por lo tanto, se presenta cubierta de persuasión en el tiempo actual. En efecto, el mundo camina hacia un evento escatológico de grandes proporciones en que la lealtad al Dios creador será puesta a prueba. Las profecías señalan un regreso a la relación entre Iglesia y el Estado como camino para la emergencia de un nuevo y último estado de intolerancia y persecución religiosa.
Esa intolerancia tiende a manifestarse en el mismo punto donde la ley de Dios se distingue de la ley de los hombres: el día de descanso y culto, el día cuando se celebra a Dios creador como digno de adoración y fidelidad. La observancia de ese día marca una relación entre criatura y Creador, es un eslabón entre Dios y su creación (Génesis 2:1-3). Por lo tanto, como parte del esfuerzo satánico contra Dios, el decreto pretende romper esa unión. El pueblo de Dios, sin embargo, no debe temer las consecuencias de su lealtad, pues la adhesión al sello de Dios garantiza la ciudadanía celestial y la protección divina.
Referencias
[1] Christopher D. Ringwald, A Day Apart: How Jews, Christians, and Muslims Find Faith, Freedom, and Joy on the Sabbath (New York: Oxford University Press, 2007), 104.
[2] Ibid., 105.
[3] Walter B. Douglas, “The Sabbath in Puritanism”. In ed. Kenneth Strand, The Sabbath in Scripture and History (Hagerstown: Review and Herald, 1982), 237.
[4] Ringwald, 10.
[5] Douglas, 239.
[6] Ibid., 240.
[7] John A. Grigg, “Puritan Family”. What Happened? An Encyclopedia of Events that Changed America Forever, eds. John E. Findling & Frank W. Thackeray, vol. 1 (Santa Barbara: CA: ABC-Clio, 2011), 270.
[8] Ver http://www.europeansundayalliance.eu.
[9] Ver http://ldausa.org.
[10] Disponible en www.vatican.va, el 14 de octubre de 2020.
[11] Disponible en www.vatican.va, el 14 de octubre de 2020.