A través de nosotros
El Salmo 1 muestra que los justos dan fruto y no viven para sí mismos. Su camino es el objeto directo de la acción de Dios por los demás. Es decir, Dios obra a través de nosotros.
El Salmo 1 es breve y conciso. Fue construido de manera particular sobre una estructura de oposición. Al principio del poema, el salmista introduce al hombre feliz por lo que no es. Esta descripción en torno a la negación la hace en tres líneas seguidas, llenas de movimiento. El movimiento, sin embargo, es en dirección al no movimiento.
El hombre infeliz no anda, no se para, no se sienta; o sea, no cesa de moverse, no disminuye su ritmo. No se “atrasa” por los malos o los pecadores o los escarnecedores. Hasta aquí, la utilización de substantivos para describir lo opuesto del hombre feliz, que aparece en singular con solo un término, se usan tres sustantivos para oponerse a él (que además aparecen en plural). La construcción de esta oposición inicial es muy interesante en hebreo. En resumen, las oposiciones que tenemos son: singular vs. plural; un sustantivo vs. tres sustantivos; el hombre feliz vs. el que no lo es. Una propuesta de traducción para señalar esta curiosidad sería:
“Feliz el hombre que:
no anda en el consejo de malos
y en el camino de los pecadores no se detiene
y no se sienta en la silla de los escarnecedores” (Salmo 1:1)
Después de esta descripción negativa, el salmista presenta al “hombre feliz” en términos positivos en el versículo dos. El hombre feliz se deleita en la ley de DIOS (la palabra ley aquí es Torah, que tiene una relación íntima con la ley de DIOS). Él no solo se deleita, también murmura/recita esta enseñanza de día y de noche. Aquí parece haber una clara relación con Deuteronomio 6:4-9. Después de presentar al hombre feliz por oposición y describirlo positivamente en la secuencia, el poeta ilustra sus palabras con una imagen:
“…es como el árbol plantado junto a corrientes de agua
que da su fruto a su tiempo
y cuya hoja no cae
y todo lo que hace prosperará” (Salmo 1:3)
El árbol plantado
Sobre esta imagen, la curiosidad reside en la oposición a la propia imagen del poeta en el versículo 1. Allí el hombre feliz era el que mantenía el movimiento. Aquí, en el versículo 3, es un árbol plantado, evidentemente sin movimiento. Además, es posible notar en esta imagen metafórica que hay una inversión sutil del orden, ya que los frutos del árbol vienen antes de su follaje.
Pero lo importante es notar que el hombre feliz cumple lo que se espera de él. Da su fruto a su tiempo. Además, provee sombra constante, ya que sus hojas no se marchitan y no caen. Por lo tanto, aun cuando no produce frutos, continúa teniendo utilidad. Da sus frutos en el tiempo estipulado y sombra todo el tiempo.
Meir Weiss señala el porqué de esto, diciendo: “La imagen del árbol en el salmo, por lo tanto, no tiene la intención de describir el destino del justo, su recompensa, sino su naturaleza esencial”. El justo sirve, ya sea al dar su fruto o al proveer sombra por medio de su follaje.
El secreto del éxito
También es vital observar que el verbo de la última línea de esta metáfora, prosperar/tener éxito/tener buen desempeño, está en el tronco hifil, que indica acción causativa; todos los otros verbos, sin embargo, están en el tronco qal. O sea, el salmista planea llamar la atención, por el uso del verbo en hifil, que éxito no es algo que conquista para sí, sino que lo causa.
Así, el hombre feliz es el que no es lo que él es. Lo que él no es se presenta en oposición a los otros. Lo que él es, se presenta en conexión con Dios. Todo esto resulta en su acción, la del hombre feliz, para con todo y todos los que lo rodean, como está presentado en la metáfora. Lo que él no es y lo que él es, es “para y no “por”.
Los malos
La segunda mitad del Salmo 1 continúa desarrollando la oposición que se inició en el primer versículo del poema. Ahora, en el versículo 4, el salmista va a describir a los malos. Es curioso que esos malos, en plural, aparecen indefinidos en el versículo 1, pero ahora, en el versículo 4, están con artículo (en hebreo), o sea, definidos. La descripción de estos malos, sin embargo, no sigue la misma línea de la descripción el hombre feliz. No hay descripción, ni negativa ni positiva. Los malos se presentan directamente por medio de la metáfora.
Ahora, si el hombre feliz era descrito como un árbol, siempre con hojas y frutos en el tiempo estipulado, a los malos se los describe, en clara oposición, como paja/tamo. Es importante recordar aquí el aspecto del movimiento. Como en todo el Salmo 1, la oposición: si el árbol está quieto, la paja está desparramada. El poeta parece querer acentuar la total discrepancia entre el hombre feliz y los malos.
Esta metáfora de la paja es común en la Biblia hebrea para describir los opositores de DIOS y los malos. Aparece en Job 21:18; Salmo 35:5; Oseas 13:3, por ejemplo. Sin embargo, como en la metáfora del árbol, la metáfora de la paja/tamo no parece indicar el destino de los malos, sino su esencia, su naturaleza. No hay posibilidades de sombra y frutos procedentes de la paja. La paja es seca y sin vida. El estilo de vida de los malos es un fin en sí mismo.
Pero el hombre feliz busca el servicio, ser la sombra y dar el fruto a su tiempo. Meir Weiss señala un aspecto muy importante que indica esto y está en la construcción del salmo. Él dice que Dios y el hombre feliz son sujetos de verbos transitivos, pero los malos no lo son en ningún momento. El versículo 5 retoma el asunto del versículo 1, repitiendo, incluso, por tercera vez ‘malos’ y, por segunda ‘pecadores’, pero dejando ‘escarnecedores’ a un lado.
Ahora la oposición se da en un nivel legal. Los malos no serán absueltos en el juicio. Y los pecadores no estarán en la congregación de los justos. Este regreso al versículo 1 también conlleva una curiosidad. Al final del versículo 1, los malos (escarnecedores) están sentados. En el versículo 5 no se levantan. O sea, no tienen cómo levantarse de donde están sentados.
La conclusión del Salmo 1 está construida en una oposición sencilla, de paralelismo sintáctico: está el camino de los justos y el camino de los malos. La expresión “camino de los justos”, sin embargo, es objeto directo del verbo transitivo ‘conocer’, cuyo sujeto es Dios. Ya el ‘camino de los malos’ es el sujeto del verbo intransitivo ‘perecer’. La sentencia final hace de los justos objetos de conocimiento divino, denotando íntima relación entre ambos: hombre feliz y Dios. Y los malos son sujetos de su propio fin, responsables de su muerte.
Un último aspecto debe ser realzado. El Salmo comienza diciendo “el hombre feliz”, en singular, pero termina diciendo “los justos”, en plural. El cambio es sutil y está directamente relacionado con la metáfora del árbol: el justo produce frutos.
Así, la conclusión es que el conocido de Dios no vive para sí. Su camino es objeto directo de la acción de Dios hacia los demás.
Referencias bibliográficas:
ALTER, Robert. The Art of Biblical Poetry. New York: Basic Books, 1985.
ALTER, Robert. The Book of Psalms: a translation with commentary. New York: W. W. Norton & Company, 2007.
KOEHLER, Ludwig, BAUMGARTNER, Walter. The Hebrew and Aramaic Lexicon of the Old Testament: Study Edition. 2 vol. Boston: Brill, 2001.
WEISS, Meir. The Bible from within: the method of total interpretation. Jerusalem: The Magna Press, 1984.