Cuarentena solidaria: En José C. Paz, Buenos Aires, preparan comida para 500 personas
Hay personas que están haciendo la diferencia sirviendo a la comunidad, desde dos iglesias adventistas y un domicilio particular.
La pandemia del coronavirus está afectando cada vez a más personas en el conurbano bonaerense, no solo en su salud sino sobre todo en su economía. En los lugares de menos recursos es donde este drama golpea de manera implacable. José C. Paz es uno de ellos. Allí hay personas que están haciendo la diferencia sirviendo a la comunidad, desde dos iglesias adventistas y un domicilio particular.
Ayuda
El pastor Alberto Marucco, a sus casi 65 años (los cumple en junio) está muy cerca de jubilarse, pero muy lejos de relajarse. Ante nuestro llamado telefónico durante una tarde de copiosa lluvia y calles inundadas en el distrito que lidera (José C. Paz Norte), nos respondió: “Por favor, llamáme en dos horas, que estoy repartiendo barbijos a personas que los necesitan”.
Percibiendo la intensa actividad que estaba realizando, dejamos pasar no dos sino tres horas para volver a comunicarnos. Al hacerlo nos atendió con su alegría y entusiasmo característicos; para contarnos cómo los hermanos se organizaron hace 20 días para preparar comida varios días a la semana y beneficiar a unas 500 personas de la zona.
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Él se puso al hombro el proyecto desde un comienzo, con la gestión para conseguir mercadería, la distribución a los lugares donde se la prepara, la coordinación para que cada hermano tenga su autorización correspondiente y la disposición para tratar de suplir lo que pueda. Con una sonrisa contagiosa que habla más que sus palabras dice: “Esto me apasiona. Ni siquiera lo siento como un esfuerzo. Ojalá podamos tener los recursos para continuar ayudando”.
Semejante tarea implica un trabajo en equipo, y en cada lugar de cocina hay varios hermanos que son parte del proyecto, liderados por tres mujeres que respiran solidaridad.
Iglesia José C. Paz Norte
Lorena Vera nos atiende por teléfono en un momento de descanso que tiene en la panadería donde trabaja. Hace tres años coordina el merendero que funciona en la iglesia varios días a la semana, obra que tuvo su origen hace ya 10 años. Por la cuarentena el merendero pausó sus actividades y se convirtió en una cocina solidaria, que llega a preparar 200 raciones de comida por día.
Cuando se refiere a lo que le pasa ante esta situación, el brillo de su voz parece opacarse. “Me pone muy triste esta situación que se está viviendo. Los chicos me dicen que no tienen para comer, ni un pancito. Una nena se largó a llorar y nos dijo que si no fuera por nosotros no tendrían nada que comer”, recuerda. Pero el gozo por ayudar se sobrepone a la pena por empatizar. “Me gusta trabajar mucho con los chicos, junto conmigo están mi esposo y cinco hermanas de la iglesia que ayudan. A todos nos gusta hacer esta tarea, especialmente trabajar con los chicos”, dice entremezclando una risa espontánea al referirse a los más pequeños.
Iglesia Sagrada Familia
Lorena Ledesma es ama de casa y estudiante de tercer año de la Licenciatura en Trabajo Social. Nos atiende pocos minutos después de haber terminado una jornada más de ayuda a los vecinos del barrio, actividad que hacen dos días por semana, “porque es lo que nos da el presupuesto”, aclara, como deseando contar con más para poder suplir más necesidades.
“Hoy vinieron unas 50 personas del barrio, que llevaron comida para sus familias y vecinos que no pueden salir. Los que más me impactaron fueron un hombre que vive solo con sus hijos y una señora que cuida a sus nietos”, detalla con emoción. “El barrio es muy humilde. Varios se dedicaban a juntar cartones en CABA, pero ahora no pueden ir por la cuarentena. Otros no tienen permiso para trabajar. Y también hay gente desocupada. El martes llovía mucho, estaba la calle inundada y vinieron igual. Se nota que necesitan de verdad”, comenta con profundo conocimiento de las personas que se acercan a buscar un plato caliente, y que quizás sea el único del día.
Esta labor es muy significativa para Lorena y los hermanos que colaboran para sea una realidad: “A nosotros nos gusta mucho lo que estamos haciendo. Yo estoy muy agradecida de poder ayudar al prójimo. Pasé por necesidades y me ayudaron en el pasado. Ahora puedo hacerlo por otros”.
Domicilio particular de la familia Maciel
A Olga le escribimos por WhatsApp para preguntarle si podíamos llamarla para conversar sobre lo que estaban haciendo en su casa. Aceptó de inmediato y antes que marquemos su número ya nos estaba enviando fotos de la cocina hogareña que hace dos semanas se transformó en comunitaria. Su profesión es la de acompañante terapéutico y trabaja con abuelos, pero la cuarentena la obligó a quedarse en casa. Entonces junto con su esposo José Luis pensaron en hacer algo por los demás, desde su propio hogar.
“Como participamos del Club de Conquistadores teníamos ollas, anafes, y varios elementos de cocina. Entonces nos preguntamos qué nos faltaba para cocinar para los vecinos, y no era casi nada. Solo algunas manos ayudadoras y la mercadería”, dice quien vio en unos pocos objetos de aluminio la posibilidad de servir a los demás.
Consultó su idea con el pastor Marucco y recibió el apoyo que le faltaba para comenzar de inmediato los días miércoles, “porque no tenemos mercadería para cocinar dos o tres veces. Pero junto con tres mujeres más estamos pudiendo ayudar a unas 60 personas”, nos cuenta con un entusiasmo desbordante.
Este grupo también disfruta mucho lo que hacen. “Estoy feliz y contenta por poder hacer el bien a los demás. Y nos sentimos agradecidos porque no estamos enfermos para poder ayudar”, dice hasta que su voz se quiebra. Luego prosigue, “Recibimos la alegría de ver a las personas que vienen y que nos miran con gratitud. Esa es la mayor satisfacción, saber que los podemos ayudar”.
Esta iniciativa de cocinar desde la casa parece que no terminará cuando llegue el fin de la cuarentena. A los vecinos les gustan los platos que las hermanas prepararan y a ellas el sabor de la solidaridad. “Estamos tan contentas con mis compañeras que cuando termine todo esto pensamos hacer un merendero para los chicos dos veces por semana, donde podamos también contarles historias bíblicas y darles contención espiritual”, se proyecta Olga con seguridad.
Toda esta labor que realizan unos 20 hermanos adventistas liderados por su pastor no está financiada por ninguna entidad pública ni privada. Ellos mismos gestionan las donaciones de personas sensibles que colaboran con lo que tienen. Los platos que salen de estas cocinas solidarias son saludables, nutritivos y sabrosos; con verduras, condimentos, carne vegetal, fideos y arroz. Para brindar apoyo, comunicarse con el pastor Alberto Marucco: +54 9 11 5419-9920.