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¿Quién es mi prójimo?

¿Quién es mi prójimo?

La pregunta que es el título de esta columna y de este primer artículo fue hecha hace cerca de dos mil años en el contexto de una de las parábolas más conocidas de Jesús: la parábola del buen samaritano (Lucas 10:25-36). Dos mil años después, la preg...


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La pregunta que es el título de esta columna y de este primer artículo fue hecha hace cerca de dos mil años en el contexto de una de las parábolas más conocidas de Jesús: la parábola del buen samaritano (Lucas 10:25-36). Dos mil años después, la pregunta continúa tan actual e importante como la hecha por primera vez.

No hay dudas que vivimos en un mundo dominado por la cultura del interés propio, del materialismo y de la exaltación del yo. La competencia para vencer, ser el mejor, ser el primero, ser el más importante, conduce al ser humano a buscar sus conquistas a cualquier precio. Muchas veces agrede al medio ambiente indiscriminadamente, y no solo ignora los intereses de su prójimo, sino muchas veces explota al prójimo como uno de los medios para alcanzar sus objetivos.
La pregunta quién es mi prójimo desvía el foco egoísta de mis intereses a los intereses de otros, principalmente, de los que están en posición desfavorable en la sociedad.

Recuerdo un sermón que escuché en mi adolescencia con el siguiente título: “Cambie sus espejos por ventanas”. Ahí está el secreto, porque cuando cambiamos nuestros espejos por ventanas, desviamos el foco de nosotros, de nuestros intereses y deseos y miramos hacia los intereses y necesidades de nuestro prójimo.

La pregunta quién es mi prójimo levanta cuestiones profundas que tienen que ver con el ambiente físico del planeta, pues cuando agredimos el planeta los efectos de esta agresión afecta a todos. Otras cuestiones importantes originadas por esta pregunta tienen que ver con la solidaridad humana, la justicia social, la exploración sexual, el trabajo esclavo, el tema del hambre y de la miseria, entre otros.

Más que las implicaciones sociales, la pregunta quién es mi prójimo tiene implicaciones espirituales profundas. El tema de la pobreza y de la justicia social es tan importante para Dios, que en la biblia encontramos cientos de textos que tratan de este asunto. La mayor prueba de la profunda importancia espiritual de esta pregunta está en el hecho de que Jesús contó la parábola del buen samaritano en respuesta a otra pregunta importante: ¿qué debo hacer para heredar la vida eterna?

Por lo tanto, en esta columna trataremos dos grandes temas sociales de la actualidad sobre dos puntos de vista, el social y el espiritual. Aunque sean temas globales, que necesitan respuestas colectivas, haremos lo posible de traerlos al nivel de la responsabilidad individual. Responder a la pregunta quién es mi prójimo va mucho más allá de simplemente identificarlo. Tenemos que identificar sus necesidades, su potencial y sus limitaciones. Y lo más importante, tenemos que actuar, hacer alguna cosa al respecto, dar nuestra contribución.

Antes de terminar este artículo, me vienen a la mente las palabras de Mahatma Gandhi: “Sea usted el cambio que quiere ver en el mundo”.

Esta es nuestra propuesta. Provocarlo, hacerlo reflexionar, y sobre todo, actuar. Tenemos que ser parte de la solución. O sea, como termina la parábola: “Ve y haz tu lo mismo” (Lucas 10:37).

Paulo Lopes

Paulo Lopes

¿Quién es tu prójimo?

Una de las vías de desarrollo es la solidaridad.

Paulo Lopes, 48 años, nació en Itapeva, al sur de Minas Gerais. Vive en Brasília, DF, donde actualmente es el director de la Agencia Adventista de Desarrollo y Recursos Asistenciales (ADRA - Brasil), una organización no gubernamental establecida por la Iglesia Adventista del Séptimo Día. Es Licenciado en Administración de Empresas, y tiene estudios de Teología y Contabilidad, tiene más de 17 años de experiencia en el sector sin fines de lucro. Vivió y trabajó durante 18 años en países como Angola, Mozambique, Armenia, Rusia e India. Está casado con la profesora Edra Lopes y tiene dos hijos, Paul Lucas y Marcos Paulo.