Por Carmen Moraga

Mientras la mayoría celebraba en Chile las fiestas patrias, miles de jóvenes adventistas viajaron kilómetros de distintas ciudades de Arica a Punta Arenas para participar en el Congreso JA que realizó la Iglesia Adventista del Séptimo Día en Iquique, La Serena, Los Andes, Viña del Mar, Talca, Los Ángeles y Villarrica. El motivo fue ayudar a la comunidad mostrando el amor de Dios como uno de los objetivos principales del encuentro.

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En las áridas tierras de Iquique los jóvenes salieron a las calles para impactar a la gente con diversas intervenciones urbanas como cena romántica en la playa,  dar abrazos gratis, mostrar mensajes de esperanza a los transeúntes, entre otras. Mientras los congresales se dirigían a las actividades gritaban con fuerza “Dios existe, porque los milagros existen”.

“Andábamos medios tristes, porque ayer tuvimos un mal pasar con una mascota que teníamos que la atropellaron y esto fue como una bendición, muy bonito, me encanta”, expresó una de las personas que fue sorprendida por la comunidad adventista.

 Otro grupo de jóvenes se trasladó al Cerro Laguna Verde y a los campamentos de Alto Hospicio para llevar alegría y cajas de alimento a las familias vulnerables que viven en el sector.“Aproximadamente 150 jóvenes realizaron un programa infantil para los niños, un cumpleaños. También limpiamos para que puedan disfrutar la cancha que tienen acá, y eso nos alegra, nos llena el corazón, porque lo hacemos por amor a Jesús”, explicó Samuel Ríos, pastor distrital de Tamarugal y Camiña.

Con la misma motivación y entusiasmo los jóvenes que se encontraban en La Serena visitaron un campamento gitano para limpiar el patio que rodea la carpas, entregarles alimentos, útiles de aseo, y sobre todo para orar por “Sarita”: una niña de cuatro años que padece diabetes.

 “Es bueno que ustedes vengan a visitarnos, a ver cómo vivimos, cómo es nuestra cultura gitana. Nosotros no vivimos en carpa porque nos gusta, hay personas que dicen los gitanos están acostumbrados a vivir en carpa, les gusta, piensan mal, porque uno vive en carpa, porque no tiene casa, no tiene platita a veces, y esas cosa a uno le afectan”, señaló la madre de Sarita y luego agregó con ojos llorosos: “Oren por mi hija, pidan, clamen a Dios para que ella pueda tener sanidad sobre su cuerpo, para no inyectarle más insulina, porque yo tampoco no me encuentro bien de inyectarla todos los días y sufrir ese calvario que tengo en mi corazón”.

Mientras tanto en Viña del Mar, los jóvenes se desplazaban al famoso reloj de flores para promover los ocho remedios naturales: alimentación, agua, aire puro, luz solar, ejercicio, descanso, temperancia y confianza en Dios.

Cuando llegaron al lugar destinado, María Paz Aguilera, integrante del proyecto “Un año en misión”, reunió a los congresales y les dio unas  pequeñas instrucciones: “Ustedes se van a acercar a la gente, pueden abordarlos con una pregunta o una sugerencia. Por ejemplo, en el caso del ejercicio: ¿usted hace ejercicio?, ¿cuántas veces a la semana? Le tengo un desafío, si usted salta cinco veces con la cuerda, se la lleva”.

De forma paralela en Los Andes, los jóvenes distribuyeron libros misioneros y visitaron hospitales para compartir con las personas que no pudieron pasar esta fecha especial en sus casas por complicaciones de salud. “Les doy las gracias por darse ese tiempo, por dedicarle un momento a los demás, porque a lo mejor podrían estar en otras actividades. Yo creo que con sus hermosos cantos han hecho que cada uno de mis pacientes tenga esperanza”, dijo a los congresales una enfermera del centro de salud.

Por su parte en la zona central de Chile, los jóvenes hermosearon la ciudad de Talca, plantando árboles y limpiando espacios públicos. También pusieron en práctica el lema del congreso: “Fe y acción”, entregando mercadería a familias de escasos recursos.

Al mismo tiempo, en Los Ángeles, los jóvenes se unieron para trabajar en un gran desafío: construir una mediagua. Aunque la meta era alta, no bajaron los brazos, porque sabían que esa casa sería el hogar de una familia. “Yo estoy estudiando ingeniería civil tengo conocimientos en planos y un poco de construcción. Como joven  adventista hay que poner nuestros dones y talentos al servicio de Dios”, afirmó uno de los congresales que ayudó a edificar la vivienda.

Los jóvenes que estuvieron en Villarrica, en el sur de Chile, no se quedaron atrás. La lluvia no impidió que se reunieran en grupos para visitar un hogar de niñas, limpiar la playa y realizar una fiesta de la "chilenidad"; la cual tenía como objetivo enseñarle a la comunidad haitiana las costumbres de Chile.

“Aunque para nosotros sea una pequeña acción, ir y lijar o ir y pintar, para las niñas es tener unos juegos que van a estar pintados, y ellas van a saber que fue alguien que voluntariamente quiso hacerles el bien. Creo que eso es una de las partes más importantes del congreso, hacerle saber a la gente que nosotros también somos capaces de comportarnos como Jesús, de ser como Él”, indicó una joven que ayudó a arreglar el patio del hogar de menores.

A la misma hora que las niñas recibían globos y jugaban con los jóvenes adventistas, un grupo de haitianos bailaba cueca, escuchaba payas, jugaba a la yincana y recibía canastas familiares. “Nosotros estamos disfrutando esta fiesta, ustedes quieren a los haitianos, por eso me siento muy feliz”, dijo uno de los oriundos de la isla”.

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Revisa algunas fotos de la ayuda comunitaria que realizaron los jóvenes adventista en este encuentro: