¿Adicto a los deportes?
La importancia del equilibrio en la evaluación de este deporte, y el sentido común para dar prioridad a los ámbitos de la vida
Básicamente, hay dos tipos de adictos a los deportes: los que los ven y alientan a sus equipos favoritos y aquellos que practican los deportes. Yo prefiero a los que los practican. ¿Por qué? Obviamente, por el esfuerzo físico.
Quedarse sentado por horas viendo a un grupo de personas jugando no trae ningún beneficio, a priori. Quizás genera una satisfacción psicológica gracias a las neuronas espejo (mirror neurons). Estas células del cerebro son especialistas en producir la sensación de estar, de hecho, practicando la acción que se está viendo. Es como si, al ver a su ídolo deportivo, la persona tiene la sensación de estar jugando ella misma. Sabiendo de la existencia de este efecto, muchos entrenadores han usado una nueva técnica para mejorar el desempeño de sus atletas. Simplemente ven los videos de otros jugadores y van a la práctica.
Volviendo al tema principal, usted debe estar de acuerdo conmigo en que practicar un deporte es mucho mejor para la salud que el simple hecho de verlo. Vivimos en una época de mucho sedentarismo. Las personas pasan varias horas frente a la computadora, en el trabajo y otras tantas horas viendo televisión, sin actividad corporal.
Este comportamiento sedentario se relaciona con varias enfermedades. Una de ellas, la diabetes, es causada principalmente por la resistencia a la acción de la insulina en las células musculares. Entre los factores responsables de esta resistencia están: una dieta rica en grasas y la falta de ejercicio. El ejercicio activa la acción de la insulina y disminuye su bloqueo. Por eso, la persona que permanece sentada por horas, aunque sea viendo su deporte favorito, tiene una gran desventaja en relación la persona que sí practica ese deporte.
No me malinterprete. Mi objetivo no es criticar o juzgar a quienes les gustan los deportes, sino resaltar la importancia del equilibrio. Si su hábito, ya sea practicar el deporte o verlo, o ambos, tiene prioridad en su vida, entonces ese es un problema. O sea, si usted le da supremacía por encima de Dios, de su familia, o si ese hábito controla su vida de manera similar a la dependencia a las drogas, eso demuestra claramente que el hábito se convirtió en una adicción y está siendo perjudicial.
Cuando era joven, uno de mis deportes favoritos era el vóley. Teníamos un equipo bien estructurado en nuestra iglesia y realmente me gustaba jugar. Sin embargo, la dedicación al deporte, a veces, se quedaba con la prioridad por encima de otras actividades. Recuerdo de estar el sábado en la iglesia por la mañana con otros amigos planificando el juego de la noche, armando el equipo y haciendo un esquema de las estrategias que usaríamos para ganarle al adversario. Todo eso durante el sermón y la Escuela Sabática. No es necesario explicar que teníamos un problema con el deporte.
Muchos de mis amigos y compatriotas pueden estar en desacuerdo con mi opinión, pues, después de todo, como brasileños, amamos el fútbol. A mí siempre me gustó, y alentaba a un equipo y a la selección en los diferentes campeonatos y copas. Puedo decir que fui fanático. Sin embargo, el hecho de “adorar” a un grupo de seres humanos, que no siempre eran personas ejemplares me hizo cambiar. Además, alentar a un equipo que no siempre es primero en todo era una tortura. Nadie gana siempre. Solo miremos al desempeño de nuestra selección nacional de fútbol. Nadie es perfecto y, entonces, ¿por qué desperdiciar tiempo y energía con expectativas en un grupo tan falible y darle toda la dedicación a un equipo por encima de tantas cosas más importantes que hay en la vida?
En 2006 trabajé en Hong Kong como misionero. Yo era el líder del programa de salud comunitaria de los dos hospitales adventistas en la ciudad. Era el período del Mundial de Fútbol de Alemania. Como buen brasileño, fanático del fútbol, hice planes para ver todos los partidos de Brasil. Esto me obligaba a pasar noches sin dormir y me obligaba a ir a lugares no muy apropiados (porque no tenía TV por cable en casa) para ver los partidos. Todo este esfuerzo y dedicación para ver a mi equipo perder con Francia y ser eliminado. Decepción total. Pero también una gran lección. ¿Qué ejemplo estaba dando yo, un misionero de la Iglesia Adventista, si miraba esos partidos de fútbol a las 2 de la mañana en un bar en el barrio de Wanchai, adicto a los deportes (y solo adicto a verlos, porque en esa época ya no practicaba fútbol)? Aprendí que el único que siempre vence es Jesús; por lo tanto, él merece nuestra atención total.
Versículo para meditar:
“Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad” (Filipenses 4:8).