Intercambio, estatus social, por salud emocional
Todas necesitamos de tratamiento psicológico. Lea este artículo y reflexione.
Hace un tiempo atrás, conversaba con una mujer que me expresaba con tristeza lo mucho que sufría porque su matrimonio se estaba desmoronando. Me decía que el amor se había enfriado entre ellos y que solo vivían juntos bajo el mismo techo por amor a sus hijos, ya ni compartían el mismo dormitorio. Le pregunte si es que había habido alguna infidelidad a lo que respondió que no, simplemente ya no se soportaban el uno al otro y se habían dado cuenta que no compatibilizaban como cuando se habían enamorado… Le aseguré entonces que al no haber infidelidad sería mucho más fácil encontrar una solución a la situación y que si visitaban a un psicólogo, este les ayudaría a reencontrarse nuevamente y que el amor podría volver a surgir con la ayuda de Dios.
Horrorizada me respondió que no podían hacer tal cosa ya que sería difícil aceptar ante los familiares que necesitaban tratamiento psicológico y menos delante de la sociedad, ya que su esposo era un hombre muy bien posicionado socialmente, y en la iglesia, y sería denigrante para él estar pasando por un problema familiar delante de sus colegas.
Tristemente me agradeció el que pudiera estar orando por ella y que no comentara nada, porque si su esposo se enteraba llevaría un regaño y empeoraría el ambiente de paz forzada que pretendían tener en el hogar. Ella se limitaría a seguir con la máscara de felicidad y armonía que habían acordado tener con su cónyuge.
Me sentí impotente ante tal situación. Cuántas mujeres hay por allí que sufren en silencio porque no se animan a visitar a un profesional de la salud mental, por el miedo a que las cataloguen de “locas” o faltas de espiritualidad.
En verdad, nada tiene que ver una cosa con la otra. Todos podemos pasar por situaciones que nos desestabilizan emocionalmente y esto puede llevarnos a seguir caminos equivocados porque nuestra visión esta distorsionada, nuestros sentimientos no son claros y se interponen ante nuestro razonamiento, llevándonos a tomar actitudes equivocadas. Y esto nada tiene que ver con estar flacos espiritualmente o alejados de Dios.
Fernando Alberca dice en su blog “Cuida tu salud emocional” lo siguiente: “De acuerdo con los resultados de diversos estudios psicológicos, no son tanto los acontecimientos negativos en sí mismos los que nos producen trastornos psicológicos como nuestra manera de asumir y enfrentar los problemas”.
¡Es la forma en cómo vemos lo que nos pasa, lo que nos enferma!
Las personas que tienen una buena salud emocional, son las que mantienen armonía entre lo que piensan, lo que sienten y lo que hacen. ¿Cómo podría esta mujer ser feliz y sana emocionalmente si sus sentimientos no concuerdan con lo que piensa y menos con lo que hace?
Los prejuicios infundados que tenemos sobre el tema de visitar a un profesional de salud mental, llámese psicólogo o psiquiatra, muchas veces nos privan de recuperar nuestra estabilidad emocional y continuar con una vida feliz y fructífera… Tal vez el problema que tenemos tiene una salida sencilla y con la ayuda de alguien capacitado, que tenga una mirada externa, podríamos salir victoriosos. Más allá de que existe la ética profesional donde todo lo que de alguna manera podría exponernos, queda entre el profesional y el paciente. Nadie tiene porqué saber que estamos visitando a un psicólogo, y más allá de eso, ¿qué hay de malo en reconocer que necesitamos ayuda?
Con nuestra actitud egoísta y temerosa es más lo que perjudicamos que lo que ayudamos. ¿Será que esos niños tienen un hogar feliz? ¿Qué ejemplo de hogar cristiano están mostrando estos padres? ¿Será que la comodidad de las apariencias es suficiente para mantener a aquel hombre satisfecho? ¿Será que aquella mujer podrá mantener su autoestima por mucho tiempo, viviendo de aquella manera?
Todo esto me lleva a pensar en la experiencia de la reina Ester, cuando su primo Mardoqueo le dijo: “Si ahora callas y no dices nada, la liberación de los judíos vendrá de otra parte, pero tú y la familia de tu padre morirán. ¡A lo mejor tú has llegado a ser reina precisamente para ayudarnos en esta situación!” (Ester 4:14)
Ella también guardaba el secreto social de que era judía y nadie en el reino sabía de esta situación. Ella tuvo que arriesgar su reinado, su amor por el rey, su puesto de privilegio y honor por salvar a su pueblo. Finalmente, luego del gigantesco paso de fe que tuvo que dar para defender a los que amaba, Dios liberó a su pueblo… A los ojos humanos el hecho de ser judía podía ser una maldición, pero a los ojos de Dios había llegado el momento de declararlo para restauración de su pueblo. ¿No será que vale la pena el riesgo de perder posición social para ver feliz a tu familia, para ser feliz en tu matrimonio, para finalmente glorificar a Dios con tu restauración? ¡Dios puede darte mucho más influencia social con un matrimonio y un hogar feliz!
Los demás, aquellos delante de los cuales guardas las apariencias, seguirán con sus vidas y ni se acordarán de tu caída, pero tú podrás decir con orgullo que eres una persona restaurada y feliz gracias a la ayuda de Dios; a través del trabajo profesional de personas capacitadas para proporcionar salud emocional.
Querida amiga: No te quedes hundida en el dolor de un matrimonio que se autodestruye, en la amargura de pretender que todo está bien, cuando la vida se desmorona a tu alrededor. No luches sola esta batalla cuando Dios colocó a tu alrededor instrumentos humanos que te pueden ayudar a salir adelante.
Se valiente, reconoce tu necesidad y toma una actitud frente al mundo; busca ayuda profesional para obtener salud emocional, porque el detalle está en que Dios te creó para ser feliz y si te conformas con lo que tienes, estás ofendiendo a Dios.