Política, ciudadanía y cristianismo
Lea con atención este artículo y entienda que tiene que ver el cristianismo con la ciudadanía y con el sentido original de la palabra política.
La palabra política es muy mal comprendida, especialmente en la actualidad, en Brasil, donde parece ser sinónimo de corrupción o intereses particulares. Pero el sentido original de la palabra es bien diferente. Política viene del griego politikos que significa “de, para lo relacionado a grupos que integran la Pólis”. Pólis era un modelo de las antiguas ciudades griegas que se tornaron sinónimo de ciudades-estado, o sea, comunidades organizadas. Y la política no es nada más que, en su concepto fundamental, el arte o ciencia de la organización, dirección y administración de las naciones o estados. Si queremos utilizar palabras más sencillas, es el cuidado de la vida en sociedad.
No es sin razón que el filósofo griego Aristóteles afirmó en el libro La Política1, que el ser humano está integrado totalmente en la sociedad, o sea es social, y por lo tanto, no puede vivir sin esa realidad. Pero, ¿qué tiene que ver eso con ciudadanía y cristianismo? ¡Todo!
El cristianismo según la Biblia no es la religión del individuo que se basta a sí mismo. Es la religión que Cristo enseñó y que consiste en pensar en el otro y en servir al otro para que su propia vida tenga sentido. Y ciudadanía, atribución específica de los ciudadanos, no es una opción para el cristiano. Es una necesidad. Él vive en sociedad, por lo tanto necesita hacer la diferencia en la realidad en donde actúa.
Varios textos bíblicos pueden enfatizar ese papel del cristiano como alguien que ayuda a cuidar de la sociedad a su alrededor, alguien que en ese sentido hace política y actúa como ciudadano. Los cristianos son los que, movidos por el Espíritu Santo, llevan las cargas unos de otros (Gálatas 6:2), sirven unos a los otros (Gálatas 6:13), no piensan solo en sus intereses (Filipenses 2:3, 4), actúan en favor de los necesitados todo el tiempo (Mateo 25:31-46), proveen medios para que todos vivan con decencia (Deuteronomio 15:1-11) e impactan, por lo tanto, a la sociedad en la cual están insertados.
Elecciones, momento para la reflexión
Se acercan las elecciones municipales en Brasil, pero elecciones se realizan todo el tiempo en todos los países del mundo para gobernantes locales o generales. Y, por eso, la reflexión hoy es importante. El papel de los cristianos, el que incluye a los adventistas, es dar una contribución real a la sociedad. Un primer paso es votar candidatos con propuestas y conducta que condiga con lo que se espera de un gobernante digno (y en ese documento hay buenas sugerencias con relación a esto). Pero va mucho más allá que eso.
Ciudadanía y política no se restringen a votar a candidatos buenos. Tiene mucho más que ver con ser ciudadano y ciudadana y entender a la política no como una actividad partidaria repleta de hechos interesados y deshonestos. Infelizmente existe ese matiz negativo de la actividad política. Pero hay un camino más amplio para quien se dice seguidor de Cristo. El cristiano puede y debe involucrarse en causas útiles para la colectividad, para el bien común. Por medio de su iglesia, con su familia, con sus vecinos, colegas de universidad, de barrio, sociedad organizada en una ciudad, estado, provincia o país; el cristiano necesita aplicar el mensaje de salvación de Jesucristo para que surjan actitudes prácticas que favorezcan a quien sufre, a quien tiene pérdidas, a quien espera por alguna salida ahora en su vida. Es evidente que la esperanza eterna es incomparable, con el retorno de Cristo, pero mientras tanto hay una sociedad que necesita ayuda para continuar.
Quedarse con los brazos cruzados, observar lo malo que sucede en la sociedad y solo lamentarlo, es el mismo tipo de indiferencia de los líderes religiosos que no atendieron al hombre herido de la historia que Jesús contó sobre el buen samaritano. No difiere en nada. Si tenemos posibilidad de hacer algo por la sociedad, de actuar como ciudadanos genuinos y ejemplares, hagámoslo: Pagando impuestos, cuidando del medio ambiente, reciclando los residuos, participando de causas comunitarias donde tenemos influencia clara, votando de manera consciente sin vender el voto por algún beneficio personal, demostrando solidaridad todo el tiempo, en fin, siendo ciudadanos en la esencia.
El cristianismo definitivamente no es la religión de la indiferencia social, de la argumentación teórica disociada de la práctica. Por lo menos no es el cristianismo de Cristo. Dios espera que los cristianos sean, también, ciudadanos aquí en este mundo. La preparación es obvia, tiene como objetivo familiarizarlos con el ambiente celestial de plena cooperación.