El Cordero de Dios
La muerte del cordero en el tiempo del antiguo testamento, es una enseñanza fuerte del papel de Jesús como nuestro salvador.
Aprecio la manera como los profesores usan símbolos a fin de enseñar a sus alumnos. Un dibujo, una marca, una señal y hasta objetos se convierten en representaciones de realidades superiores. Después de la entrada del pecado en este planeta, Dios instituyó el sacrificio de corderos para enseñar y simbolizar la muerte de su Hijo en favor de los pecadores (Génesis 3:21). Después, vino Jesucristo “el Cordero que fue muerto desde la fundación del mundo (Apocalipsis 13:8). En Caín y Abel, vemos el inicio de dos clases de personas distintas y divergentes, los que creen en el Cordero, y los que lo rechazan. No había disculpas para que Caín ofrendara productos de la tierra, pues no representaban al Cordero, ni su sacrificio futuro. Por su parte, Abel ofreció en sacrificio un primogénito de las ovejas y recibió la aprobación por el testimonio de su fe (Génesis 4:4; Hebreos 11:4). Por donde el patriarca Abraham iba levantaba altares (Génesis 12:8; 13:4), es una demostración de que no puede haber adoración verdadera sin el Cordero. Como elegido para ser el padre de los que creen en el Cordero, Abraham debía ser probado, a fin de servir de ejemplo a los fieles (Génesis 22:1; Romanos 4:11). “Y dijo [Dios]: Toma ahora tu hijo, tu único, Isaac, a quien amas, y vete a tierra de Moriah, y ofrécelo allí en holocausto […]” (Génesis 22:2).
Las exigencias de sacrificios humanos eran comunes en las religiones paganas de Canaán, pero al tratarse del Dios de Abraham, era una orden inimaginable. Con el corazón angustiado, y sin revelarle nada a Sara, el patriarca obedeció la extraña misión. ¿Cómo podría cumplirse la promesa de la alianza y la inmensa descendencia a través de Isaac? (Génesis 17:7, 19). Abraham pensó que “Dios es poderoso para levantar aun de entre los muertos, de donde, en sentido figurado, también le volvió a recibir” (Hebreos 11:19). “Entonces dijo Abraham a sus siervos: Esperad aquí con el asno, y yo y el muchacho iremos hasta allí y adoraremos, y volveremos a vosotros” (Génesis 22:5). ¡Qué fe! Al fin vino la pregunta crucial: “Entonces habló Isaac a Abraham su padre, y dijo: Padre mío. Y él respondió: Heme aquí, mi hijo. Y él dijo: He aquí el fuego y la leña; mas ¿dónde está el cordero para el holocausto?” (Génesis 22:7). Nuestros hijos necesitan saber que el Cordero es el centro del culto y la adoración. “Y respondió Abraham: Dios se proveerá de cordero para el holocausto, hijo mío. E iban juntos” (v. 8). Abraham no entendió, pero obedeció por fe. Era un amigo fiel de Dios (Santiago 2:23). “[…] el obedecer es mejor que los sacrificios, y el prestar atención que la grosura de los carneros” (1 Samuel 15:22). Con el mismo espíritu, Isaac aceptó la terrible parte que le cabía. Abraham levantó el cuchillo para inmolar, pero Dios se lo impidió. “Entonces alzó Abraham sus ojos y miró, y he aquí a sus espaldas un carnero trabado en un zarzal por sus cuernos” (Génesis 22:13).
¿Por qué se habla de cordero, y después de carnero? La Biblia no dice el porqué. El carnero es el animal macho adulto, y el cordero es el animal macho joven, con hasta un año de edad. Ambos representaban al Salvador, y su uso intercambiable parece indicar la providencia continua del sacrificio de Cristo. Como representante del Cordero y padre de los fieles, Abraham debía comprender el evangelio (Gálatas 3:8). “y fue Abraham y tomó el carnero, y lo ofreció en holocausto en lugar de su hijo” (Génesis 22:13). Fue un sacrificio sustitutivo. “Abraham vuestro padre se gozó de que había de ver mi día; y lo vio, y se gozó” (Juan 8:56). Gracias a la sangre del cordero, también los primogénitos de los israelitas fueron salvados en Egipto (Éxodo 12:5-13). El cordero pascual representaba a Cristo (1 Corintios 5:7), que murió para redimirnos de la esclavitud del pecado. El profeta Isaías también profetizó sobre el sacrificio vicario del Mesías (Isaías 53:2-10). Esta verdad se enseñaba en el ritual del Santuario (Éxodo 25:8; Levítico 3:7, 8). Como tipos y figuras, aquellos sacrificios señalaban a Cristo y su sacrificio supremo en la cruz. Juan el Bautista identificó a Jesús como “el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo” (Juan 1:29). Cuando Cristo exclamó en la cruz “consumado es” indicó que había realizado el gran sacrificio, y ya no era necesaria la muerte de los corderos que lo prefiguraban, pues el camino al Cielo se abría definitivamente (Mateo 27:51; Hebreos 9:1-12). El Nuevo Testamento declara que con la muerte de Cristo se cumplieron las profecías del Antiguo Testamento referentes al sacrificio del Mesías como Cordero (Hechos 8:32-35; 1 Pedro 1:18; 2:24). El Apocalipsis presenta a Jesús como el Cordero, y sus verdaderos adoradores como “los que siguen al Cordero por dondequiera que va” (14:4). Este capítulo describe al mismo grupo como “los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús” (v. 12). Seguir al Cordero a donde quiera que vaya implica por la fe aceptar a Jesucristo como Señor y Salvador. Esta fe resulta en fiel obediencia a los mandamientos de Dios. Después de la segunda venida de Cristo, los vencedores en el gran conflicto entre el bien y el mal cantarán el cántico del Cordero (15:3), y participarán en el Cielo de la Cena de bodas del Cordero (vs. 19:7-9).
Yo quiero estar allá, ¿y usted? ¡Preparémonos!